ssierra@eluniversal.com.mx
Provenientes de España y tras una escala en Cuba, los libros llegaban a Veracruz, donde los inquisidores hacían la primera lectura en busca de títulos prohibidos; se ayudaban de índices y edictos que eran las recopilaciones de títulos y autores que nadie debía leer o que había que expurgar.
En México se volvían a revisar las listas; los cargamentos llegaban al edificio de la Aduana (hoy sede de la SEP), a un lado estaba la Inquisición (antigua Escuela de Medicina) y un poco más allá se encontraba el Convento de los Dominicos, frailes reconocidos como los mayores inquisidores. Todo aquello se concentraba en la Plaza de Santo Domingo en edificios que permanecen en pie todavía.
Si el título no estaba prohibido se daba el pase para que el librero, el académico, el estudiante, el convento, el ciudadano o el titular pudiera llevárselo. Si estaba prohibido, la Inquisición lo confiscaba y guardaba.
Los inquisidores rápidamente entendieron el valor y el poder de la imprenta, entonces crearon armas de control. Iban en busca de aquellos libros que tuvieran ideas heterodoxas, contrarias al pensamiento de la iglesia Católica, traducciones no acordes a ese pensamiento o de autores considerados damnatus (dañados). Cada siglo parecía traer consigo un tema nuevo a censurar, por ejemplo, en el XVI iban contra las ideas luteranas; en el XVII contra la ciencia, la astrología, la arquitectura, y en el XVIII, contra la Revolución Francesa y la Ilustración.
Toda esa historia se cuenta en la muestra Censores y censurados. El libro prohibido en la Nueva España. Siglos XVI a XVIII, que desde ayer y hasta el 18 de septiembre se exhibe en la Biblioteca Nacional, en Ciudad Universitaria. Son 49 libros, documentos y edictos que se pueden ver a la entrada del Fondo Reservado, donde en cierta forma nació esta investigación. Se pueden observar libros con varios siglos de vida, uno de los cuales es incunable, y edictos que soportaron la lluvia y el mal tiempo, pegados quizás en puertas de iglesias, pero que se han preservado.
La exposición es el resultado de investigaciones realizadas por tres historiadores del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM (IIB): Leonardo Hernández López, César Manrique y Manuel Suárez, quienes en sus tesis de maestría o doctorado han abordado temas como la censura, los libros prohibidos, las redes de comercio, los impresores y libreros en la Nueva España y la legislación.
Todos los materiales de la exposición provienen del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional, que concentra las mayores colecciones de libros conventuales después de que en el siglo XIX éstos se suprimieron y sus bibliotecas pasaron al Estado.
Justamente, cuenta Leonardo Hernández, en el Fondo Reservado hay un corpus muy importante de libros prohibidos y todo un corpus legislativo para comprender esta prohibición; así fue como nació la exposición que se organizó con Difusión Cultural del IIB.
“Lo interesante de la exposición —comenta César Manrique— es que podemos ver los restos que dejó la censura por parte de los inquisidores, que al fin y al cabo eran personas que estaban trabajando, gente que se cansaba, unos con más saña que otros, algunos más fanáticos”.
Hernández cuenta que buscaron mostrar que la Inquisición no es esa quema de brujas que se piensa y, por otra parte, que la censura y la Inquisición fueron muy arbitrarias: “Uno puede ver cuatro tomos de un mismo título y cada uno está censurado de manera diferente: con saña, sin ninguna censura, sólo en unas líneas, otro un poco más... Era una cantidad enorme de libros y no se tenía tanto tiempo para censurar; no había luz”.
“Gran parte del valor de la exposición es que permite ver a los lectores y a los censores —agrega Manuel Suárez—. La censura, que en el siglo XVI es más fuerte, empieza a ejercerse con la publicación de índices en Europa; los primeros datan de mediados de ese siglo. Los curadores explican que vienen de Europa pero que, a la par, la Inquisición novohispana publica edictos sobre todo acerca de libros que se están produciendo aquí.
“También salen los índices en Nueva España por características muy especiales, como por ejemplo, por libros en lenguas indígenas”, dice Suárez.
Contenidos. La exposición parte del contexto histórico y muestra luego los instrumentos de estos lectores-censores, que eran sus edictos e índices; establece comparaciones entre formas de censura; documenta casos como el de Melchor Pérez de Soto, que fue arquitecto de la Catedral, o el del libro Carta a una religiosa para su desengaño y dirección, que prohibió el mismo rey de España por la revuelta que causó su publicación entre las monjas de la ciudad de Puebla.
El recorrido permite ver cómo grandes autores fueron censurados, es el caso de Rousseau y Montesquieu en el XVIII, o de grandes humanistas en el siglo XVI, como detalla César Manrique: “Prácticamente todos pasaron por la censura, se prohibieron sus ideas. Incluso, grandes teólogos que fueron bestsellers en su momento fueron censurados, como fray Luis de León y fray Luis de Granada”. También se censuraron cancioneros, obras literarias como La Celestina y El Lazarillo de Tormes, así como novelas de picaresca, cancioneros y coplas populares.
¿Había más censura en la Nueva España que en Europa? Manrique lo ve así: “Los novohispanos tomaron sus propias decisiones y hubo bastante recelo contra los que estaban escribiendo en lenguas indígenas; cada quien tenía particularidades y fijaciones”.
Leonardo Hernández agrega que la censura se ejercía no sólo contra autores canónicos: “Era contra un libro que no tenía fecha, que venía de un país que se pensaba que era heterodoxo y contrario a los reinos”.
Para César Manrique, la censura de estos lectores fue toda un arma de control psicológico. En ese sentido, la muestra también da cuenta de cómo la censura es algo cambiante. Suárez lo ve así: “La censura es viva, todo el tiempo está cambiando, te lo puedo autorizar ahorita, pero en 30 años se podría prohibir otra parte.” “Pasa ahora —afirma Manrique—, la censura sigue presente en nuestras sociedades”.
La exposición estará abierta hasta el 18 de septiembre de lunes a viernes, de 9 a 19 horas. Se pueden programar visitas al teléfono 56226827.
jram