Escrito casi de un “hilo” mientras impartía un curso en la población de Clermont-Ferrand, Francia, el nuevo poemario de Carmen Boullosa, “Hamartia (o Hacha)”, es un recorrido luminoso por momentos, sentimientos, geografías, tiempos de vida.

En entrevista, la autora, becaria de la Fundación Guggenheim, profesora distinguida en las universidades de Georgetown y San Diego expuso que, por diversos motivos, este libro se lo debe a Clermont-Ferrand.

Aclaró que se trata de un volumen que se distingue de sus anteriores poemarios por la transparencia y brevedad de las obras que contiene, toda vez que lo normal en ella es la densidad y la extensión de sus poemas.

Referente al proceso que siguió este libro, dijo que lo escribió “casi de un hilo”, mientras estaba en Clermont-Ferrand dando un curso en el que le pidieron la lectura textual de una novela suya, situación de cierto quietismo que rompió con la vida vertiginosa que acostumbra.

Consultada sobre los diferentes tonos, sensibilidades, texturas, ritmos y formas de los poemas del libro, comentó que pudieran explicarse por la propia geografía del lugar donde fue creado, una población que se encuentra entre colinas, al pie del volcán Puy-de-Dome.

Se trata de un lugar al que se llega luego de subir y bajar colinas, montañas, y para ir a otros lados hay que hacer el mismo recorrido.

Esta geografía abrupta “está presente” en el libro y, por ejemplo, el viaje en tren que describe en el poemario se hace en una unidad que hace el recorrido muy lentamente, sube hasta alcanzar las nubes y baja hasta llegar a casi el nivel del mar, explicó.

Además, fueron dos meses y medio en los que “yo no estaba en mi riel habitual” de vida, que suele ser muy vertiginoso, además de la peculiaridad del curso que daba, cuando normalmente en Estados Unidos escoge un tema y organiza lecturas de escritores que giran sobre ese eje.

Todo lo anterior la pusieron en “un despeñadero continuo”, contexto en el que no se dio cuenta que estaba escribiendo el libro, simplemente “viviendo esos milagros que son los poemas”. Suele cargar libretas de apuntes y en ellas “vació” el momento.

El poemario, acotó Boullosa, es al mismo tiempo un recorrido por espacios, momentos, etapas y edades de la vida, personales, familiares, desde la infancia hasta la edad adulta.

Lo anterior, continuó, “porque la geografía manda”, tiene diferentes “psicologías”, tonos, composiciones y edades, dependiendo de la altura de la vegetación.

La tierra que es tan bella pareciera que es joven cuando se encuentra uno sobre una pradera, pero también tan vieja en las alturas, que ella en esos momentos recorrió sus “edades”, todos aquellos momentos de los que se es cúmulo.

“Todos estamos siempre en el final de nuestra vida al mismo tiempo que estamos cargando la memoria de nuestra infancia”, expuso al anotar que este libro es muy particular, sus poemarios no suelen ser así, normalmente son de piezas largas.

Escribir es una celebración, pero en este caso como estaba fuera de su ambiente ella fue capturada por muy diferentes momentos, recuerdos que le llevaron a cierta nostalgia, más no tristeza ni melancolía y mucho menos depresión, aclaró.

Más bien “yo creo que es como ese quejido que echa la caída del agua al despeñarse, al bajar”, pero que “en realidad va celebrando el roce de las piedras, las plantas, el aire”, lo cual se puede encontrar en el lenguaje, en las imágenes que cruzan el libro, anotó.

Es decir, “hay un momento de pasiva alegría para ver lo que queda retratado lo que era un momento de tristeza”, pero lo hace con un lenguaje luminoso, festivo, translucido, no quebrado ni gris como pudiera ser una oda a la tristeza, a la depresión, puso en claro.

Igualmente, y contrario a lo que normalmente ocurre con su obra poética, los versos son muy verticales, colocados como una caída natural de palabras, ideas, imágenes, que obliga a muchas reflexiones, sobre lo que fue, lo que ya pasó y no se puede capturar.

Sobre las referencias literarias de este poemario, señaló que no hay poeta que escriba sin entrar en diálogo, celebrar con sus aedos preferidos, en su caso Cernuda, Segovia, los ingleses “que adoro”, Emily Dickinson, en quien siempre piensa y tuvo muy presente en la parte de los miriñaques.

rqm

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