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Rogelio Naranjo no quiso fama ni reconocimiento. Él, decía, sólo quería trabajar. Un día de 2014, durante una entrevista en su estudio y con jazz de fondo, dijo: “Si yo me interesara en hurgar en las cosas que he trabajado, en el éxito que ha tenido, seguramente o me desmayo o no sé qué”. El dibujante, monero, caricaturista y artista de EL UNIVERSAL por casi medio siglo, fue más que famoso, fue un hombre que se convirtió en maestro de generaciones de caricaturistas, en el crítico de una sociedad y de sus gobernantes, y en un amigo entrañable.

Por eso, durante un minuto su familia, sus colegas, sus amigos, funcionarios, periodistas, fotógrafos y artistas le aplaudieron con el dolor de una despedida definitiva y con la gratitud por años de amistad y por la valentía que tuvo para abrir puertas y ventanas a la libertad de expresión en el periodismo mexicano.

Y es que hubo días, años, en que dibujar a la figura presidencial o al Ejército mexicano fue realmente difícil. Así lo recuerdan sus colegas, como Magú, quien acudió al velorio que se llevó a cabo ayer en la agencia funeraria Gayosso de Sullivan, o Rius, quien no pudo acudir a las exequias pero desde la distancia, por teléfono, recordó que fue parte de esa generación que se la jugó.

Naranjo no olvidaba aquellas épocas. Una de las anécdotas que tenía muy presente y que lo hacía reír, era sobre Miguel de la Madrid. El día que el entonces presidente ofreció su informe de gobierno, el cartonista publicó una caricatura en la que se le veía en la tribuna con un frasco de agua enjabonada, con la que hacía burbujas con un alambre redondeado en la punta. A Naranjo le contaron que el mandatario enfureció y azotó la publicación contra el piso. Así era él, valiente, audaz, congruente, trabajador, necio. Un maestro de todos. Para todos. Así, justo, lo recordaron todos aquellos que Naranjo congregó.

Naranjo murió el viernes 11 de noviembre a las 22:56 horas. A los 78 años de edad, de un paro cardiaco tras ser internado en un hospital de Lindavista por neumonía. Su viuda, Ericka Martínez, lo recordó trabajando siempre, siempre metido en algo, en una exposición, en un libro, algo, siempre en algo. La “temblorina” que lo aquejaba no le impidió hacer continuar con sus monos y con sus dibujos.

“¿Dejó pendientes? Bueno, creo que le harán el libro homenaje por los 80 años que iba a cumplir, apenas se estaba planeando con diseñadores, con Alejandro Magallanes y con la UNAM, pero no sé con quién se iba a editar. Seguía trabajando, estaba activo. A lo mejor tienen por ahí otro libro en que se esté pensando, porque él siempre estaba trabajando, siempre estaba haciendo cosas. Fue un dibujante muy homenajeado en vida. Las grandes exposiciones que le prepararon se hicieron por ejemplo en la UNAM, pero también le hicieron muchísimas más en muchas otras instituciones. Él se quedó muy satisfecho porque siempre lo homenajearon como él lo merecía”, explicó a la prensa.

A Naranjo, agregó su esposa, no le gustaba proyectar, pero cuando veía los proyectos que se preparaban le entusiasmaban mucho. “Muchas personas siempre estaban pensando en hacer cosas alrededor del trabajo de Rogelio. Lo que deja son alrededor de 11 mil cartones, donados en un acto de originalidad mayúscula a la UNAM, con originales, como pocos artistas”, comentó.

En esos dibujos y en esos originales piensan los siameses, los artistas Marisa Lara y Arturo Guerrero. Llegaron por el elevador de prisa, con paso firme se dirigieron a los brazos de Ericka. Lágrimas, el corazón desasosegado. Marisa dice en voz baja: “Le alcancé a decir al ex rector, a José Narro, que aconseje que se haga un museo con todo lo que donó Naranjo a la UNAM. ¿Te imaginas? Museo Rogelio Naranjo. Que se haga también el gran libro de toda su obra, una investigación profunda de sus dibujos. Cosas así son las que necesitamos ante tanta incertidumbre. Naranjo conocía los misterios de la línea, ese hombre podía hacer lo que quería con el dibujo. En un pequeño espacio, en un pequeño cartón, era capaz de sostener el mundo y además críticamente”.

Las horas siguen transcurriendo y los dolientes se multiplican. Ideologías, quehaceres, oficios, generaciones, una mezcla variopinta.

En representación del Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, acudieron el Director General de EL UNIVERSAL, Juan Francisco Ealy Lanz Duret, el Director Editorial de EL UNIVERSAL, Francisco Santiago Guerrero, y los subdirectores del diario, David Aponte, Carlos Benavides, Esteban Román y Javier Uribe, quienes ofrecieron sus condolencias a la familia.

El Director General de esta casa editorial montó guardia junto al féretro del cartonista, uno de los más destacados artistas que han plasmado sus trazos en las páginas de este diario. Este homenaje por parte de su casa editorial transcurrió en silencio, en señal de admiración y respeto.

Luis Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, resaltó que Rogelio Naranjo estará en la historia de este país por sus mensajes de crítica social y por pensar siempre en favor de los menos favorecidos; José Narro, secretario de Salud federal, advirtió que Naranjo compartió con el país su visión de la vida pública, social y colectiva. “Es uno de los grandes del dibujo y de la caricatura, uno de los grandes del periodismo, uno de los grandes intelectuales. Y fue un hombre con una sensibilidad maravillosa y con una adorable modestia. Una gente sencilla y generoso. Nos hará mucha falta”. Llegó también la antropóloga y catedrática Marta Lamas, mientras en el mundo virtual, en Twitter, el nombre de Naranjo, quien en 1973 publicó Alarmas y distracciones, con prólogo de Carlos Monsiváis; y libros como La escena política, Me vale madre (con prólogos de Efraín Huerta y Rius) y Elogio de la cordura, se vuelve eso que llaman “trending topic”. Fue uno de los temas más comentados en esa red social en donde el presidente Enrique Peña Nieto envió sus condolencias: “Mi más sentido pésame a los familiares y compañeros del gran caricaturista político Rogelio Naranjo. Ejerció siempre su libertad de expresión con humor e ingenio”; así como el secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa: “Aportó a la cultura y a la vida política su calidad como dibujante y su mirada crítica. Adiós a Rogelio Naranjo”.

Los moneros se agruparon. Boligán, uno de los amigos más entrañables, llevó varias fotos para elegir la que acompañará al féretro; Helguera, mientras tomaba café, dijo con cierto humor: “Todos somos Naranjitos”. Para agregar: “Todos los caricaturistas contemporáneos de alguna manera nos dedicados a esto inspirados por su trabajo; en mayor o en menor medida, indudablemente es la aspiración de todos nosotros ser como Naranjo”. José Hernández abrazó a sus compañeros y compartió con la prensa su sentir: “Yo creo que la caricatura, al ser un género que habla sobre los defectos morales de la gente en el poder, necesariamente tiene que ser hecha con absoluta ética, y eso es algo que toda la carrera de Naranjo nos enseñó a lo largo de varias décadas: una ética intachable. En estos momentos hacer periodismo está muy escasa de ella. Los caricaturistas tenemos en Naranjo un ejemplo que debemos seguir lo más dignamente posible”. Y el ilustrador Alejandro Magallanes estaba inconsolable: “Independientemente de su trabajo, el conocerlo personalmente es un privilegio en mi vida. Siempre imborrable la clase de persona que fue Rogelio y que se queda en todos sus amigos”, dijo con dificultad.

Llegó también el etnólogo Sergio Raúl Arroyo, quien fue director del Centro Cultural Universitario Tlatelolco en el año en que Naranjo donó su obra a la UNAM y más caricaturistas como Rafael Barajas El Fisgón.

Así fue el adiós a la conciencia crítica del país y al dibujante que participó activamente en el Movimiento Estudiantil de 1968, para el cual creó sus pancartas y quien con Eduardo del Río, Rius, Helioflores y Emilio Abdalá dieron vida a la revista de crítica política llamada La Garrapata; a quien trabajó en EL UNIVERSAL desde 1976.

Adiós a Rogelio Naranjo, quien trazó durante 50 años al México que lo asombró por su historia y tradiciones, y lo indignó por su corrupción y por sus gobernantes. Y en el final de los finales, en la libreta de condolencias, una pluma anónima escribió: “Se nos fue en el fin de semana con la luna más grande que hemos tenido en años”. (Con información de Abida Ventura)

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