Sabino Guisu es olor a tierra quemada, olor a campo húmedo, al viento en la montaña. Sabino Guisu es el arte primitivo, el arte rupestre, el que es instintivo. Es el arte que se desarrolló en las cuevas cuando la humanidad comenzaba a dejar registros de su existencia a través de la pintura. En una bodega que ahora funciona como taller Sabino, con su piel  tostada por el sol de Juchitán, Oaxaca,  trabaja y genera sus obras a partir de rituales.

Dos esqueletos de animales que se encontró en Juchitán, un disco de Leo Dan y una gran  luna cubierta por nubes plasmadas en un cuadro no son la decoración del taller, son el taller mismo. El arte de Sabino Guisu recuerda al de Yves Klein, al de Wolfgang Paalen, pero también al de Basquiat y al de Andy Warhol. Su trabajo es la recolección de gran parte de la historia del arte.

Tiene 29 años y ha expuesto en la Miami River Art Fair, en diciembre pasado; en la Galería Latin American Masters, de Los Ángeles;    en la Christie's MULTIPLIED fair 2014 en Londres;   en la galería de la Secretaría de Hacienda del DF en 2013 y en  la Jesús Villafán, de Oaxaca, donde sus obras convergen con las de Francisco Toledo, Sergio Hernández y Rufino Tamayo.

“Todo es poco a poco, no se trata de forzar las cosas, todo va llegando a su tiempo. Trabajo, documentación y constancia para no caerse”. 
Éstos parecen ser los secretos de un artista que ha colaborado en distintas ocasiones con  personajes como Toledo, como cuando en septiembre pasado, junto a otros nueve artistas, intervino unas botas Dr. Martens que fueron exhibidas en la Embajada de Inglaterra en México, o cuando en diciembre volaron juntos papalotes en Oaxaca.

Guisu, con voz cadenciosa, explica su arte, aunque éste no lo necesite. Basta con observar una pintura para ver sus intereses y preocupaciones, la palabra “freedom” grabada con fuego, así como el retrato de Marilyn Monroe, Gil Scott-Heron, Bob Marley, pero también olas que rompen en el mar, murciélagos, el registro del cuerpo de un pulpo en una hoja de papel, una calavera formada por panales de abejas y el territorio mexicano repleto por sombras de calaveras.

Identidad. “De niño siempre estuve en contacto con el arte; mi papá es artista y tenía libros, quizá no de una manera muy cercana como en su estudio de trabajo, sino sólo observándolo. Vengo de familia de alfareros y siempre he estado en contacto con las técnicas de cocimiento de barro y ahí veía los accidentes del fuego, quedaban figuras con el humo que no se podían controlar, un simple accidente, como un incendio. Siempre tuve una obsesión con el fuego, la ceniza y la marca que deja cuando quemas algo, siempre deja una huella. Una vez tuve un accidente, me quemé la mano con un horno de gas, lo dejé prendido, me fui a ver la tele, regresé, prendí un cerillo y me quemé la mano, pero no me quedó ninguna cicatriz porque soy moreno. No me considero pirómano, pero tengo una pequeña tendencia a hacer eso”.

Escucharlo hablar es como escuchar una melodía dentro de una cueva, sus palabras, como eco, evocan imágenes. A veces un Oaxaca en llamas visto desde el Cerro del Fortín, un México con más de 43 desaparecidos, una actriz amiga de Capote y  fumarolas provenientes de un basurero de Juchitán.

“Viví cerca de un panteón y en la festividad lo veía todo lleno de velas. Me tocó ver un par de incendios. Incluso al hacer fogatas con mis amigos. Siempre tuve esa obsesión. Todas las revoluciones del mundo se han escrito con sangre y fuego. Normalmente para conquistar un pueblo había que quemarlo.  El fuego es un elemento impresionante. Puedes hacer video, fotografía, pero no lo puedes utilizar como una imagen viva. Quizá lo más bonito del fuego es verlo en vivo, presenciar el incendio de una casa, que no desearía que pasara eso, pero es bonito ver el fuego. Siempre ha estado desde que existimos los humanos, nos ha unido, nos ha separado. Y qué mejor que usarlo y poder tomar algo de él, que sería como las manchas de una combustión.”

Ese es precisamente el arte de Sabino: captura un elemento en movimiento, toma parte de su esencia y lo plasma.  Guisu es un cazador, busca atrapar aquello que no es fácil de controlar y cuando lo logra genera un pequeño registro, un aporte más al arte que aunque antiguo, sale de convencionalismos. No encaja en las galerías con salas repletas de papeles en blanco, de retretes u orina en medio de una exposición. Su trabajo es un ritual que incluye los cuatro elementos, por ejemplo al hacer cerámica.

“Para hacerla tienes la tierra, pero no puedes moldearla si no tienes agua. La tienes que moldear para hacer el lodo,  y se tiene que cocer para  ser utilitario, entonces la gente cocina en las vasijas, pero el fuego no puede existir si no hay oxígeno, que es el viento, eso serían los cuatro elementos. Y la forma no puede existir sin la intervención de la mano, ese sería el quinto”.

La técnica hace al maestro. No sólo el arte rupestre está presente en su trabajo, también técnicas japonesas, como entintar a un pulpo y así, en vez de fotografías, tener imágenes impronta. La experimentación es parte del aprendizaje diario. Cuando se mudó a  Oaxaca, Guisu estudió música en Bellas Artes, se cambió a Artes Plásticas y después dejó  la carrera. Su formación ha sido a través de escuelas, pero también con la ayuda de propuestas como el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca),  institución cultural gratuita con un sistema de educación independiente, abierta a que cada persona encuentre su propio método para aprender sobre distintas materias. Sabino cree que él es un experimento del IAGO, que ha funcionado y que le sirvió para cosechar su trabajo y madurarlo.
Aunque en 2011 recibió apoyo del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Oaxaca (PECDA), que otorga Conaculta, el artista originario de Juchitán prefiere ser más independiente, incluso para promocionar su obra por sí mismo en su cuenta de Instagram @sabinoguisu o de su página http://sabinoguisu.com/.

“Es mucho  pensar, meditar, insomnio, relajarse, pero sobre todo, documentarse. Tener una idea y cosecharla. Con el insomnio me da mucha ansiedad de querer resolver muchas piezas en un solo día, en las noches me pongo a pensar y al otro  aterrizo las ideas y es lo que me dedico a hacer todo el día o todo el año. Normalmente me desvelo un poco, me levanto a las 8 o 9, veo  unos libros, llego al taller a acomodar y luego a trabajar todo el día. Salgo a comer y me quedo aquí como hasta las 10, 11, 12, hasta más. A veces, los fines de semana salgo con mis amigos. Normalmente  resuelvo los cuadros antes de que estén listos. A veces el resultado me sorprende más o luego no me convence y no lo termino. Tengo la idea clara, sé que va a quedar así y cuando queda mucho mejor de lo que yo esperaba lo dejo, siento que ya está listo.”

“Lo que más disfruto es la ansiedad por hacer las cosas.”

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