André Glucksmann, uno de los intelectuales estrella dados a conocer con el mayo francés de 1968, hizo de la denuncia de los crímenes de los totalitarismos su combate vital, y encarnó el vínculo entre la generación de Sartre y Focault y la de los "Nuevos Filósofos" que rompieron con el marxismo en los setenta.

Con un "mi primer y mejor amigo ya no está", su hijo, el cineasta Raphaël Glucksmann, anunció hoy en las redes sociales la desaparición a los 78 años de edad del también prestigioso ensayista, uno de los más mediáticos de Francia por su intervención en numerosas polémicas.

Glucksmann nació el 19 de junio de 1937 en Boulogne Billancourt, una ciudad limítrofe con París, de padres judíos de origen austríaco, que se refugiaron en Francia en 1933.

El filósofo, que en una de sus últimas obras, Una rabieta infantil (2006), daba cuenta de su infancia bajo la ocupación nazi, experimentó a lo largo de su vida pública una notable evolución ideológica, que le llevó de defender el marxismo en versión maoísta a aliarse temporalmente con la derecha francesa.

Intelectual comprometido, que decía alzarse contra todas "las miserias del mundo", Glucksmann se diplomó en 1961 en Filosofía en la Escuela Normal de Letras y Ciencias de Saint-Cloud, e ingresó en el Centro Nacional francés de Investigaciones Científicas (CNRS) con el foco puesto en los engranajes de las guerras.

El primero de su veintena de libros, El discurso de la guerra, vio la luz en 1968, año en el que participó activamente en las revueltas estudiantiles. Su discurso tomó un cariz cada vez más virulento, hasta el punto de calificar a Francia en 1972 de "dictadura fascista".

Gluscksmann pasó de ser un militante maoísta defensor de la llamada Revolución Cultural china a romper con el marxismo y denunciar los crímenes de los regímenes comunistas.

Ese giro se puede observar en particular en su principal éxito editorial, un libro publicado en 1975 y del que se vendieron decenas de miles de ejemplares: La Cocinera y el devorador de hombres. Reflexiones sobre el Estado, el marxismo y los campos de concentración.

El filósofo comparaba en esa obra el nazismo con el comunismo, y sostenía que el marxismo provoca no solo paradojas científicas, sino también campos de concentración, una reflexión mal recibida por la élite intelectual francesa de la época.

En 1979, junto al sociólogo Raymond Aron, del que era asistente en la Sorbona, y al padre del existencialismo, Jean-Paul Sartre, encabezó una iniciativa para ayudar a los refugiados que huían de Vietnam con la victoria allí de los comunistas en la guerra. Miles de esos refugiados fueron acogidos entonces por Francia.

Ese episodio fue recordado hoy por el presidente francés, François Hollande, para quien Glucksmann, "impregnado por lo trágico de la historia tanto como por su deber de intelectual, no se resignaba a la fatalidad de las guerras y las masacres" y "siempre estaba alerta y a la escucha del sufrimiento de los pueblos".

En los años ochenta su viraje ideológico fue hacia el atlantismo, entendido como una forma de antitotalitarismo y de defensa de los Derechos Humanos frente a múltiples dictaduras, y por eso mismo fustigó el pacifismo.

Reputado por su discurso franco, en ocasiones excesivo, Glucksmann defendió la intervención de la coalición liderada por EEUU contra el Irak de Sadam Husein en la primera Guerra del Golfo en 1991, al igual que la de la OTAN en Serbia en 1999 por el conflicto con Kosovo.

Esa presencia constante en los medios le expuso también a las críticas, como cuando en 2007 defendió la candidatura presidencial del conservador Nicolas Sarkozy, antes de distanciarse de él por su creciente cercanía con el presidente ruso, Vladímir Putin.

Enfermo de cáncer, Glucksmann renunció en los últimos años a sus apariciones públicas, pero no a la publicación de sus ideas, reflejadas en 2014 en su última obra, Voltaire contraataca.

sc

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