Ese es el foco del especial de vejez que publica hoy la revista Science, en el que se presentan los avances en medicina preventiva, en la comprensión del deterioro de las células y qué rol puede jugar la microbiota o microflora del cuerpo. Algo en proceso, pero bien encaminado.

"El cómo se llega a la vejez depende de entre un 20% y un 30% de los genes, pero todo el resto está condicionado por los hábitos y contexto de vida de cada persona", dice Pedro Paulo Marín, académico de Medicina Interna-Geriatría de la Universidad Católica.

Por ello, el enfoque más general y menos concentrado en enfermedades específicas se ha vuelto cada vez más importante en la investigación.

Conocimiento en proceso

Si bien el estudio de la microbiota se ha concentrado sobre todo en los adultos, recién se está entendiendo la influencia que tendría ese batallón personal de microorganismos que conviven en el cuerpo en la calidad del envejecimiento.

Una microbiota pobre estaría relacionada con la fragilidad en la vejez, asegura uno de los trabajos del especial encabezado por Paul O'Toole, del University College de Cork, en Irlanda.

"Cambios en los patrones de ingesta de alimentos, el deterioro de la digestión y la disminución en la movilidad afectarían a la microbiota directamente", dijo Paul O'Toole a Science.

Así, por ejemplo, la disminución del ejercicio cambia la dinámica en que las bacterias interactúan, mientras que el consumo constante de medicamentos asociados a las patologías de esta etapa de la vida también las debilitarían, asegura el estudio. Esto provocaría que el cuerpo no pueda obtener de forma eficiente la energía de los alimentos y que el sistema inmune funcione erráticamente, entre otros efectos.

Aunque aún queda mucho por investigar para saber si la microbiota se podrá utilizar dirigidamente para mejorar la salud, advierte el científico, el mantenerla saludable es vital. Comer sano y extremadamente variado sería la forma.

Entender cómo las células envejecen es otro frente de combate para lograr una vejez de calidad. "Se sabe que la obesidad, el tabaquismo y el estrés acortan los telómeros -parte del cromosoma que determina la capacidad de duplicación de una célula-, lo que disminuye la expectativa de vida", dice Pedro Paulo Marín. Pero en ese desgaste también jugaría un rol la edad.

El trabajo encabezado por la premio Nobel Elizabeth Blackburn asegura que no solo ciertas patologías o la genética serían responsables de acortar los telómeros, sino también un estilo de vida poco saludable. Su efecto acumulativo, en todo el cuerpo, terminaría en una tercera edad con mayor probabilidad de desarrollar patologías.

Por esta razón es que la tendencia es el estudio global del cuerpo humano, asegura otro de los trabajos publicados en Science y liderado por Matt Kaeberlein, de la Universidad de Washington, en Estados Unidos.

"El énfasis debiera estar en la investigación del proceso de envejecimiento en sí, porque las intervenciones que logren hacerlo más lento tendrán un mayor impacto en la calidad de vida que los tratamientos para enfermedades específicas".

sc

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