Cuando hablamos de la Guerra Fría, usualmente nos referimos a las tensas relaciones durante más de cuatro décadas (desde finales de los cuarenta hasta principios de los noventa) entre Estados Unidos y sus aliados y la Unión Soviética y los suyos. Se le llamó fría porque, si bien estaba basada en el poderío destructivo de ambos bloques, formal y directamente nunca se dispararon uno contra el otro, sólo prevaleció la tensión diplomática y la guerra psicológica.

Sin duda, la Guerra Fría estableció las reglas de un nuevo orden mundial. Luego de la simbólica caída del muro de Berlín, la hegemonía política y económica se convirtió en el nuevo juego. La guerra fría sin duda continúa, y siguen siendo los mismos protagonistas: Estado Unidos de América y sus aliados de occidente contra Rusia y sus aliados de oriente, en particular China. La guerra, aunque nunca fue militar, sí fue armamentista; ahora las armas no son misiles, son recursos financieros, inversiones, valores, acciones, capitales. El dólar y el euro contra el rubro y el yuan.

Estamos en una guerra fría financiera. Desde antes de las crisis de 2009, los países desarrollados (el otrora primer mundo) habían empezado a perder fortaleza económica y a ver reducido su crecimiento. En particular, Estados Unidos ya registraba una ralentización en su actividad económica, la cual se vio exacerbada con la crisis financiera, que inició en el mercado inmobiliario y que arrastró a otros sectores y a todas las economías directamente involucradas con su cadena de suministro.

Por otro lado, Rusia y China empezaron a generar una hegemonía económica destacada. La primera pasó de ser una potencia nuclear, a ser una energética, controlando los suministros de gas y petróleo a Europa y Asia; la crisis de Ucrania, es producto de las tensiones que la geopolítica ha generado. Por su parte, China con su pujante modelo económico, ha adquirido un potencial financiero significativo, no sólo por sus reservas en dólares que superan el billón (trillion), si no por el liderazgo que ha ganado. Baste recortar que ambas naciones, junto con Brasil, India y Sudáfrica (los BRICS), constituyen un Banco de Desarrollo con el objetivo de movilizar recursos para proyectos de infraestructura y de desarrollo sostenible en los BRICS y en otras economías emergentes y países en desarrollo. Uno de los motivadores de esta unificación es oponerse a los dictados y recetas que imponen el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a los países que apoyan, pero que curiosamente sólo aplican a los tercermundistas y no los europeos. (Los casos de Grecia y España a los que les hicieron prestamos, se les recomendó seguir la receta de austeridad, pero contrario con lo que hicieron con México y otros países durante la Crisis de la Deuda en los ochenta, no se les ha obligado de manera contundente.) Si no se entiende este fenómeno de primer desajuste, es muy difícil comprender lo que está pasando en la economía actualmente.

A esta situación se unen las grandes inversiones que Rusia y China han realizado en Europa y en otras latitudes. Rusia está tomando una presencia más importante, tan es así que uno de los proyectos más destacados lo ha llevado a invertir 10 mil millones de dólares es la primera base rusa en la Luna para reabastecimiento de combustibles. El poderío ruso descansa (descansaba) en sus vastas reservas de petrolero y gas.

Era necesario para Estados Unidos combatir la fortaleza rusa; por ello, junto con sus socios de Arabia Saudita cometió un “dumping” del petróleo, reduciendo su costo a la mitad con un sobreoferta, perjudicando a una serie de países, entre ellos México. Arabia gana mercado y quitan a los competidores y le quitan fortaleza económica a Rusia, amén de que puede sostener los bajos precios por seis o siete años más. Así, es la nueva guerra fría, se ha apretado fuerte a toda la estructura económica rusa, provocando un severo desajuste macroeconómico.

Por otro lado, la situación económica de los Estados Unidos exacerbada con la crisis financiera, obligó a establecer acciones de política económica sin precedentes buscando reactivar la economía. Por un lado, la Reserva Federal redujo drásticamente las tasas de referencia, estimulando a que el dinero circulara ya que no era ya productivo guardarlo en valores, y por otro junto con la fiscal se inyectaron cantidades estratosféricas de recursos más de tres billones (trillions) de dólares en todos estos años, quedó muy claro con ello que la economía norteamericana y su dólar siguen siendo la moneda mundial. Los Estados Unidos continúan siendo los emisores de dinero, se fortalece el precio del dólar. Están ganando la guerra fría financiera, pueden comprar barato lo que ellos quieran. Es totalmente artificial el incremento del precio del dólar, pero es el refugio inevitable, la caja segura.

Es evidente que la economía mundial sigue dependiendo de los Estados Unidos. China y Rusia están sufriendo los estragos. Pero México también, a pesar de los muchos tratados firmados siendo el TLCAN y el posible Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica TPP, que dominarán los americanos los más importantes, lo que es preocupante. Somos un país vulnerable, es claro que necesitamos tener una buena alianza con los americanos, que nos faciliten el comercio, llegar a otros niveles de desarrollo y no tener barreras, como las migratorias. Hay mucho camino por recorrer y mucho trabajo por hacer. La Guerra Fría Financiera nos involucra a todos.

*Presidente de Consultores Internacionales S.C.

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