Ha concluido —hasta nuevo aviso— la peor crisis en la relación bilateral con Estados Unidos desde el asesinato de un agente de la DEA en suelo mexicano en 1985. Es un trance que tendrá costos diversos, pero que también podía haber descarrilado la agenda entre ambas naciones, torpedeado la ratificación del TMEC y generado costos onerosos para nuestras economías. Por ello es importante que a pesar de saldos resultantes para México y la enconada insistencia estadounidense, se logrará maniobrar para no ser arrinconado por ahora y ceder con un acuerdo de tercer país seguro, objetivo que seguirá persiguiendo Washington en los próximos días a medida en que se vaya midiendo la eficacia de las acciones mexicanas para reducir el número de transmigrantes centroamericanos en nuestra frontera norte. Más aun, el TMEC y el comercio entre ambos países sobrevivieron para poder pelear otro día más con el presidente Donald Trump. Y dado que éste no busca acuerdos sino trofeos en la relación con México, la desactivación provisoria por parte del gobierno mexicano de la bomba de tiempo que Trump persiste en detonar no es cosa menor.

Pero si algo ha demostrado esta semana de tensión diplomática y de diatribas y ultimátums trumpianos, así como las respuestas de opinión pública en México, es que hay muchas lecciones aprendidas a lo largo de más de dos décadas de interacción con EU que parecemos no haber procesado y que ya deberían estar institucionalizadas y asimiladas. Entender hoy ese arco de aprendizaje no es sólo fundamental para incidir en el debate en nuestro país; dado que Trump cree haber encontrado el camino para seguir chantajeando y emboscando a México, y el golpeteo antimexicano será componente central de su campaña de reelección, más vale que saquemos raja de tres de esas lecciones para la embestida y los retos que vienen.

De entrada, es patente que muchos persisten en proyectar el presidencialismo mexicano a la hora de valorar cómo se debe cabildear en Washington y EU. Sí, el Presidente es Trump, y su partido es mayoría en el Senado. Pero algunos parecen olvidar que los Demócratas controlan la Cámara de Representantes, que su presidenta, Nancy Pelosi, es quien ha logrado acorralar y ponerle el cascabel a Trump, y que los Demócratas, tanto en el Congreso como con sus 23 gubernaturas, son clave en contenerlo y en eventualmente abonar a la ratificación del TMEC. Interactuar con ellos y movilizarlos como contrapeso a Trump es legítimo y debe seguirse haciendo. Segundo, México tiene dientes para calibrar y articular sus respuestas a las embestidas de Trump. Como pocos instrumentos, el carrusel de represalias quirúrgicas, diseñado y aplicado exitosamente -y sin generar efecto bumerán para consumidores mexicanos- por vez primera en 2009 para obligar a EU a cumplir con sus obligaciones en materia de autotransporte mexicano, y usado de nuevo en 2018 y hasta hace tres semanas en respuesta a los aranceles al acero y aluminio mexicanos, es un recurso poderoso que debemos seguir conservando en nuestra caja de herramientas diplomática con EU. Fueron el temor al autogol que representarían los aranceles punitivos de Trump a las importaciones mexicanas y los costos que generarían para empresas y consumidores estadounidenses, junto con el peligro adicional de la respuesta de represalias mexicanas a partir del 10 de junio, lo que incitó a Republicanos y gobernadores de estados agrícolas a manifestar su oposición. Por ello persisto en subrayar que México podía darse el lujo de no pestañear con la aplicación de la primera tanda de aranceles al 5% y hacer jiujitsu con la amenaza de Trump, para que fuesen consumidor y empresario estadounidenses quienes cargasen con el costo de la inopia de su Presidente. Tercero, México no debe olvidar el palanqueo que nos otorgan todos nuestros mecanismos bilaterales, ya sea la cooperación y diálogo militar-militar o procesos de coordinación articulados en torno a la Iniciativa Mérida, para ejercer presión acicateando a sectores clave de la burocracia estadounidense a movilizarse y ejercer contrapesos, sobre todo si Trump persiste en invocar argumentos de seguridad nacional para minar la relación bilateral y en contaminar sus distintos compartimientos estanco. La amenaza que encarna Trump no se disipará, pero si no olvidamos lo que hemos aprendido en estas décadas, México sí cuenta con balas de plata para enfrentarlo.

Consultor internacional

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