El coche 100% autónomo llegará a los mercados en algún momento de la próxima década. Al menos así lo plantea la gran mayoría de los fabricantes de automóviles en el mundo junto con empresas tecnológicas que se han sumado a la carrera por ser los primeros en poner en el mercado coches autónomos seguros, confiables y económicos.

La disrupción que plantea la tecnología tendrá un impacto significativo en nuestras vidas. Desde una eventual mejora en la congestión de las ciudades, como lo demuestran varios estudios académicos, hasta una reducción del costo logístico en servicios de toda índole.

Existen; sin embargo, muchos obstáculos por salvar antes de que la tecnología se masifique y uno de ellos es, paradójicamente, la conectividad del vehículo. En una era donde el smartphone empieza a ser omnipresente y donde el consumo de datos per cápita aumenta significativamente año con año, la conectividad se convierte en una pieza clave para soportar las tecnologías que acompañan al vehículo autónomo.

Para garantizar seguridad y confiabilidad, los coches autónomos necesitan de una adecuada combinación de cámaras, GPS, radar, lidar y sensores. Se trata del famoso internet de las cosas en su máxima expresión: todos estos dispositivos transmitiendo y compartiendo una gran cantidad de datos en tiempo real. Se calcula que el vehículo autónomo promedio necesitará transmitir alrededor de 4 mil gigabytes (GB) de información en forma diaria.

De acuerdo con estimaciones de Cisco, la cantidad de datos que circulan por el mundo es de poco más de 100 exabytes (EB) por mes, esto es, más de 100 billones de GB, siendo el video el responsable de más de 80% del tráfico de internet en el mundo.

La llegada de la conducción autónoma supondría que uno solo de estos vehículos podría consumir alrededor de 120 mil GB por mes. Así, una flota de mil vehículos autónomos podría entonces consumir prácticamente el total de las necesidades globales mensuales de hoy en día. Esto representa todo un reto para el funcionamiento de la tecnología en términos de banda ancha y centros de datos.

La solución al problema del ancho de banda podría encontrarse en los nuevos estándares de comunicación definidos dentro de la red 5G, donde China se coloca como el líder indiscutible a escala global en la creación de infraestructura, y donde Huawei, la empresa tecnológica en el ojo del huracán recientemente, presenta una gran ventaja a otras empresas del sector.

Así pues, resulta interesante lo que está aconteciendo en Europa en los últimos días, donde existe un intenso debate sobre los estándares que deben ser aprobados para guiar la conectividad de los autos en la región. Empresas como BMW y Deutsche Telekom están apostando por el estándar 5G para la comunicación V2X (i.e. comunicación del vehículo con cualquier cosa) mientras que otro grupo, liderado por Volkswagen, respaldan el uso de estándares basados en tecnologías existentes como WiFi. Recientemente, un comunicado de los estados miembro rechazó un plan aprobado en abril en la Comisión Europea que favorecía la tecnología de conectividad WiFi por encima de la basada en 5G, abriendo así el debate.

Para muchos expertos, el uso de WiFi (también conocida como estándar ITS-G5) aceleraría una mayor conectividad del vehículo y la llegada de la conducción autónoma. En el otro extremo, adoptar la conectividad a través de redes celulares 5G significaría ralentizar la llegada de la autonomía total, pero con muchas más opciones en términos de entretenimiento y navegación.

La decisión deberá tomarse pronto, pues la tecnología avanza a pasos agigantados y tanto fabricantes como proveedores de componentes y servicios de telecomunicación deberán prepararse para un mercado valuado en billones de euros potenciado por el vehículo conectado.

Profesor del área de Dirección de Operaciones
de IPADE Business School

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