La negligencia médica es un problema serio. Atañe a todos. Médicos, familiares, hospitales y enfermos conforman el mosaico. Todos, empezando por el paciente, sufren las consecuencias. Y nadie, salvo cuando el factor económico entra en juego, gana. De lo anterior da cuenta la red. Al lado de los conceptos que explican los significados de negligencia, diversas asociaciones de abogados, “especialistas en negligencia médica”, ofrecen sus servicios. ¡Vaya negocio: lucrar con el dolor, no a favor del enfermo, a favor del dinero!

Hace muchos años, el editor de una de las revistas médicas más prestigiosas advirtió de los peligros que emanarían cuando los abogados interfirieran entre médicos y enfermos. La advertencia se ha convertido en realidad; de proceder la demanda, los abogados ganan dinero y quizás los enfermos consigan lo propio; otros enfermos se beneficiarán en caso de que la población médica repase las causas de los errores.

Demandar, sobre todo en Estados Unidos, pero también en México, se ha convertido en negocio y obsesión. Demandar cuando se tiene razón es válido. Si se carece de ella es inadecuado y nocivo. Algunos abogados alientan a la población a denunciar a sus médicos. A partir del incremento de esa práctica, la relación médico/paciente se ha deteriorado y las distancias y la desconfianza han aumentado. El resultado es negativo. Poco a poco la medicina se ha convertido en una suerte de Torre de Babel: los diferendos en los idiomas se han multiplicado: doctores, pacientes y hospitales buscan asesoría y protección contratando servicios de abogacía. La espiral es infinita: los galenos solicitan cada vez más exámenes y más opiniones de colegas con tal de no errar, los seguros médicos obstruyen la labor profesional por sus altos costos y los enfermos recurren a segundas opiniones para evaluar la labor del primer galeno. La suma se convierte en resta: con frecuencia, entre más gente se implique en el manejo del enfermo peor para él.

La negligencia médica tiene muchas caras. La fundamental es la capacidad o no del galeno para ejercer su oficio. Fundamental también es, en naciones crónicamente expoliadas como México, la situación económica de la población y la calidad, la distribución y el acceso a los servicios médicos. Galenos bien preparados ejercen con eficacia sus labores cuando se cuenta con insumos adecuados; médicos bien preparados no pueden llevar a cabo su labor con eficacia cuando se lidia con poblaciones depauperadas y no se cuenta con tecnología apropiada. Entender esas diferencias permite desglosar desde varias perspectivas el concepto negligencia médica: “…acto mal realizado por parte de proveedores de asistencia sanitaria que se desvía de las conductas vigentes y que produce una lesión o la muerte del enfermo…”. No es lo mismo atender a una mujer embarazada y bien nutrida y que acudía a citas regularmente, que a una indígena de Oaxaca que da a luz en el pasillo del hospital por haber llegado tarde o porque las camas estaban ocupadas.

La mala praxis es un problema serio. Evaluar ese acto, a menos que sea obvio y grosero, no es fácil. Quizás esa sea la razón por la cual son escasos los estudios al respecto. En 1999, en Estados Unidos el US Insitute of Medicine´s publicó una investigación que sigue siendo parteaguas, To Err is Human: Building a Safer Health System, cuyas conclusiones ilustran la magnitud del problema: errores médicos prevenibles se asociaron a 98 mil muertes anuales en hospitales estadounidenses. En el mismo estudio se encontró que las negligencias médicas fueron la octava causa de fallecimientos. En México no contamos ni contaremos con un estudio similar por las razones que expongo en el último párrafo.

Errare Humanum Est es una vieja, cierta y siempre actual idea. Errar, en cualquier profesión es inadecuado. En medicina el problema es mayor. De ahí que se revisen y estudien casos donde hubo negligencia médica y se conmine, desde la ética, a la profesión a no encubrir los errores y ha aprender de ellos.

Aunque el texto no tiene fines políticos, imposible no escribir las frases siguientes: debido a los hurtos inmemoriales de nuestros políticos, la miseria de más de la mitad de la población y los escasos recursos hospitalarios incrementan en forma exponencial la iatrogenia, la cual, muchas veces, no es responsabilidad del galeno. Penalizar a los profesionales que produzcan daño es correcto, como lo es también, castigar a los políticos ladrones y a los responsables por no abastecer a los nosocomios.

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