Hace muchos años, algún bromista solía soltar esta pregunta: “¿Sabes lo que significa IMSS?” Sin esperar respuesta soltaba la gracia: “Importa Madre Su Salud”. A continuación venía otra: “¿Y qué significa ISSSTE? Inútil Solicitar Servicios, Sólo Tramitamos Entierros”. En efecto, el deterioro de estas dos instituciones señeras no es reciente, se ha ido construyendo por décadas; solo que, ahora, algunas decisiones irreflexivas en vez de rectificar, ocasionan daños mayores.

La degradación del IMSS está teniendo duras consecuencias para los derechohabientes: la insuficiencia de médicos y enfermeras, de equipo médico y de medicamentos; la saturación de los servicios que lleva a posponer intervenciones quirúrgicas en casos graves; la falta de laboratorios y material de análisis para la detección temprana de enfermedades… Y, ante esta situación lo que se observa es la rabia de los menos, silenciada por la resignación de los más: los pacientes parecen acostumbrarse a los malos modos y a los deficientes servicios y mendigan una atención a la que tienen derecho.

Lo que ocurre en el sector salud no es ajeno a la herencia calamitosa de Enrique Peña Nieto: una administración pública obesa, dispendiosa e inepta. Era urgente imponer severas medidas de austeridad, eliminar los gastos excesivos y banales. Esta encomienda descomunal recayó en la Secretaría de Hacienda, a la que le asignaron algo más: conseguir dinero de donde fuera para sustentar los programas sociales (la pensión para adultos mayores y los apoyos para discapacitados y jóvenes) y los magnos proyectos de infraestructura del presidente López Obrador (refinería en Dos Bocas, Tren Maya y nuevo aeropuerto de Santa Lucía).

El problema era cómo hacerlo; ante la urgencia se optó por cercenar recursos sin perder el tiempo en análisis minuciosos de los rubros en los que tenían que hacerse los recortes; para colmo, debía hacerlo atada de manos: con el compromiso de mantener la estabilidad macroeconómica, de no aumentar impuestos en tres años ni acrecentar la deuda pública. Entonces, lo que le quedaba a Hacienda era quitarle recursos a las dependencias y despedir personal; y, si no alcanzaba, cancelar programas y eliminar organismos, como ocurrió con el Consejo de Promoción Turística, ProMéxico y el Inadem.

Los impactos de este apresuramiento ya están a la vista: atrofiar a Hacienda, provocar tensiones en el gabinete, generar una parálisis administrativa en el gobierno y provocar severos desarreglos sociales. En ese contexto, la renuncia de Germán Martínez a la dirección del IMSS subraya la manera tosca en la que se está imponiendo la Ley Federal de Austeridad Republicana: la imposición de decisiones sin la más elemental reflexión colectiva, sin escuchar a las dependencias e instituciones afectadas y sin evaluar sus impactos sociales. Lo dice bien Denise Dresser: usan el presupuesto para darle transfusiones a unos mientras desangran a otros.

En su extensa carta de renuncia, Martínez, una rara avis en la clase política, denuncia: “El Presidente del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal…”

También hace una imputación: “Quiero decirlo lo más claro que puedo y debo: algunos funcionarios de la Secretaría Hacienda tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social.”

Ante este panorama desolador, sobresale la determinación de once directores de institutos nacionales de salud que acudieron a la Cámara de Diputados para advertirle a la Comisión de Presupuesto sobre los impactos (incluidas las muertes de mujeres y niños) que producirían la congelación en unos casos y los recortes de recursos en otros. Por fortuna, hay un principio de rectificación: ya les restituyeron mil 200 millones de pesos del presupuesto autorizado.

Pero hay otros damnificados: personal médico de Prospera (médicos, enfermeras y promotores) han sido despedidos y, en otros casos, se han suspendido las contrataciones; los médicos pasantes que percibían 3 mil 600 pesos mensuales, ya de por sí insuficientes, ahora solo recibirán la mitad: mil 800, menos que los muchachos inscritos en el programa Jóvenes construyendo el futuro.

La situación del IMSS ha ido deteriorándose y ha estado por años prendida de alfileres. La cuestión —como en los célebres “errores de diciembre” de 1994—, es preguntar: ¿y por qué se los quitan?


Presidente de GCI.
@alfonsozarate

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