The Dirt, la recientemente estrenada (exclusivamente en Netflix) biopic sobre la banda ochentera de glam rock Mötley Crüe, recurre a muchos de los trucos baratos que hicieron de Bohemian Rhapsody (Singer, 2018) todo un triunfo con la crítica así como en la pasada entrega de los Oscars, donde se llevó tres (!) estatuillas doradas.

No obstante, esa misma crítica que le alzó el brazo a Rami Malek, califica de la peor manera a la cinta de los Mötley Crüe. La hipocresía no podía ser mayor siendo que los mismos pecados suceden en ambas películas: edición apenas funcional, simplificación de hechos, estructura clásica - inicio humilde, primer gran éxito, consolidación, excesos, drogas, hundimiento y vuelta al cielo -, dramatización al extremo telenovelero, vestuarios que parecen festival de cosplay y actuaciones caricaturescas que dejan mucho que desear.

¿Por qué a Bohemian Rhapsody la elevamos al pedestal de los Oscars y a The Dirt la queremos patear y escupir en la cara?

La razón es simple, The Dirt no tiene miedo a hacer lo que Bohemian siempre evitó: mancharse las manos y ofender a todo el que se tenga que ofender.

Esto no quiere decir que The Dirt sea una buena película, al contrario, es basicamente una basura, pero es una basura más honesta y coherente con la banda que homenajea, en comparación a la muy calculada, edulcorada y aséptica Bohemian. Ninguna nos está diciendo la verdadera historia, pero al menos la fantasía rockera que narra The Dirt, resulta mucho más divertida y hasta cierto punto creíble que Bohemian.

No vayamos lejos, comparemos las secuencias iniciales con las que abren ambas cintas. En Bohemian Rhapsody vemos a Freddie Mercury a punto de hacer historia y echarse al bolsillo a un estadio repleto que acudió al mítico concierto de Live Aid en los ochenta. Queen entra al escenario y nosotros somos uno más de la banda. La piel se enchina ante la ilusión de realmente presenciar en vivo a Queen.

En cambio, el inicio de The Dirt muestra al grupo en alguna de sus muy conocidas bacanales donde, si no estaban bebiendo, estaban drogándose o teniendo sexo con alguna groupie (¿alguien dijo squirt’?).

La película pareciera estar dirigida por un tío borracho que en medio de una reunión familiar intenta contarte sus anécdotas más disparatadas e inverosímiles pero que son tan divertidas que no puedes dejar de escuchar sino todo lo contrario, le pides al briagadales de tu tía que no se detenga mientras le traes una cerveza más del refri.

Y en los hechos básicamente eso es lo que pasó. El director de esta biopic es Jeff Tremaine, director de varias de las películas y episodios de la teleserie Jackass así como la cinta Bad Grandpa. Que el director de Jackass dirija esta película tiene todo el sentido, toda vez que los Mötley Crüe eran unos auténticos pelmazos que buena parte de la carrera se la dedicaron haciendo bromas y estupideces igualitas (o peores) de las que hacían los Jackass.

Pero dicen que los niños y los borrachos dicen la verdad, así que The Dirt no tendrá falsos momentos de redención, ni osadías visuales sorprendentes, pero si es lo suficientemente valiente (o cínica, según se vea) como para parar la cinta, romper la cuarta pared y decir “la verdad es que esto que acaban de ver nunca pasó”. Si eso hubiera hecho Bohemian Rhapsody, la película se hubiera limitado a la secuencia del concierto y punto.

The Dirt es una película que no engaña ni se engaña a sí misma. Es una comedia simplona, predecible, barata, guarra, que no le tiene miedo al sexo, a las drogas, a las fiestas sin control y tampoco le teme a los buenos riffs, los tamborazos relampagueantes y toda la parafernalia glam que convirtió a los Crüe en los amos del escenario. Abran una chela y vean esta película.

Twitter: @elsalonrojo

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