La primera cinta de esta saga (dirigida por la dupla fantástica de Chris Miller y Phil Lord) fue una absoluta sorpresa por su animación tan original, su humor desparpajado, sus chistes meta y un alud de personajes pertenecientes a diferentes universos que iban desde DC Cómics hasta Star Wars. La película no dejaba de ser un gran comercial de Lego, pero a cambio entregaba dos horas de gags, humor y un sentido del juego que apelaba a niños y adultos por igual.

Desgraciadamente, para esta nueva secuela se pierden varias cosas, la principal: Chris Miller y Phil Lord ya no están en la silla de director, y aunque tienen crédito como guionistas, su ausencia es notoria en el tipo de humor: aquellos pequeños gags que rompían deliberadamente el ritmo del relato, prácticamente se han esfumado. Pero la principal ausencia es el sentido de novedad. Estamos frente a una película hecha con las mismas piezas que la original y sin embargo ya no resulta igual de novedosa ni graciosa como la película anterior.

Ya sin negar la fuerte influencia de Toy Story (Lasseter, 1995), esta secuela de Lego Movie inicia justo donde acabó la primera, con la llegada de la hermana menor de Finn, el niño que todo este tiempo estaba jugando con sus Legos sin que nosotros lo supiéramos.

La antes enorme y poblada ciudad es ahora un desierto a lo Mad Max: Fury Road (Miller, 2015), donde Emmet y sus amigos resisten a los embates de los Lego Duplo, aquella línea de juguetes Lego dedicada a los niños de pre-escolar. El tiempo pasa y ahora una extraña nave se ha llevado a Batman, Lucy y los demás para que acudan a la boda del primero con la reina Soy Lo Que Quiera Ser. Emmet es el único que podrá resctarlos de ese mundo lleno de glitter y ternura.

Quienes tuvieron hermanas menores reconocerán el escenario: ellas usualmente usaban nuestros juguetes para ponerlos a convivir con sus muñecas (mi novia aún recuerda la fastuosa boda que celebró su Barbie con el Robocop de su hermano). Este aspecto es el más interesante de la película, mientras que en un plano se trata de una cinta de aventuras, en otro plano es el eterno conflicto entre hermanos y hermanas, no sin evitar los clichés propios del género: a los hombres le gustan las cosas rudas, a las mujeres las cosas tiernas y los colores pastel.

Fuera de ello, todo es terreno conocido. Batman sigue ahí (aunque en esta hace mucho menos que en las cintas anteriores), Emmet y Lucy siguen siendo pareja, y se agregan muchos otros personajes que lo mismo aportan subtramas, no siempre interesantes, como confusión ante una numerosa galería de voces, colores y personajes.

El juego que alguna vez habría sido maravilloso, chistoso y divertido, hoy se siente lento, soso y aburrido. Es curioso porque son las mismas piezas, pero no la misma diversión. En su texto sobre esta película, la crítica del New York Times, Manohla Dargis menciona que las películas de Lego funcionan cuando son buenos comerciales. Le asiste razón: mi primer impulso cuando salí de ver la primera película fue comprarme un set de Lego. En cambio mi primera reacción al ver esta secuela fue ver de inmediato la cinta original para comprobar si yo me había vuelto un amargado o en definitiva aquella era mucho más divertida. Ahora saben ustedes cuál fue el resultado de ese experimento.

-O-

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