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Previo al Clásico Joven, las barras de Cruz Azul y el América enviaron un mensaje que debería ser considerado una prioridad por Enrique Bonilla, presidente de la Liga MX.

Cada grupo de animación, desde su trinchera y portando sus colores, organizó una caravana para dirigirse al Estadio Azteca, a pesar de los deseos del directivo por erradicar estas movilizaciones, después de lo ocurrido hace unas semanas en Monterrey, horas antes del clásico regiomontano.

En las inmediaciones del metro Fray Servando se reunieron la Monumental y el Disturbio, ambas barras del América. Las drogas eran ocultadas, pero el olor a marihuana no se podía disimular y el alcohol era demasiado.

Cerca de 40 vehículos (entre particulares y del transporte público) llevaron a la afición azulcrema al Coloso de Santa Úrsula. Todo marchó en orden hasta que llegaron al Estadio Azteca, en donde algunos aficionados intercambiaron golpes y empujones con elementos de seguridad.

Ya en el Azteca, los seguidores cementeros comenzaron a acomodarse en el sector local, sobre el escudo pintado del América, que minutos antes de que arrancara el juego, ya estaba cubierto de azul, mientras que los emplumados, con todo y sus gritos de “¡Arrimados!”, alentaron desde la tribuna contraria, en la de visitante. En eso, las barras cumplieron, en lo de las caravanas no.

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