Cada diciembre, la figura de Santa Claus aparece en centros comerciales, escaparates y publicidad en México, conviviendo con una tradición profundamente arraigada: la de los Reyes Magos. Aunque hoy esta coexistencia parece natural, su llegada a la cultura mexicana fue un proceso complejo, marcado por debates ideológicos, religiosos y económicos.
De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la presencia de Santa Claus en el país no siempre fue aceptada. Su incorporación a las celebraciones decembrinas se dio de manera gradual y estuvo estrechamente vinculada a los cambios sociales y económicos que vivió México a lo largo del siglo XX.

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El origen de Santa Claus en México y el rechazo inicial
Los primeros registros de Santa Claus en México datan de la década de 1920, cuando comenzó a aparecer en algunas jugueterías de la Ciudad de México. Sin embargo, su popularización ocurrió hasta la década de 1950, impulsada por campañas publicitarias de una compañía refresquera que utilizó su imagen como símbolo central de la Navidad.
Este periodo coincidió con el llamado milagro económico mexicano, una etapa de crecimiento y modernización que promovía el american way of life como modelo aspiracional. Según la doctora Susana Sosenski, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, la adopción de este personaje fue consecuencia de una mayor apertura de México a los intercambios culturales con Estados Unidos, particularmente entre las clases medias.
No obstante, Santa Claus fue visto inicialmente como un extranjero indeseable. Diversos sectores sociales, incluidos representantes de la Iglesia católica, periodistas, escritores y empresarios, expresaron su rechazo al considerar que representaba una amenaza para las tradiciones religiosas y culturales del país, especialmente para la figura de los Reyes Magos.

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Consumo, medios y convivencia con los Reyes Magos
Más allá del debate cultural, la figura de Santa Claus se asoció rápidamente con el consumo infantil. La investigadora Sosenski explica que su imagen se vinculó de forma directa con los regalos, en especial con los juguetes, convirtiéndose en un elemento clave para la construcción de consumidores desde la infancia.
Centros comerciales, tiendas departamentales y marcas encontraron en Santa Claus un recurso publicitario eficaz para incentivar las compras durante la temporada navideña. Medios de comunicación como la radio, la televisión, la prensa y la industria cinematográfica desempeñaron un papel fundamental en la difusión de su imagen, a pesar de que en un inicio algunos de ellos habían cuestionado su presencia.
Con el tiempo, el personaje dejó de ser percibido como una amenaza y comenzó a coexistir con los Reyes Magos. Esta convivencia respondió tanto a la receptividad cultural de la sociedad mexicana como a los intereses comerciales, ya que mantener ambas figuras permitió extender los periodos de consumo entre Navidad y el Día de Reyes.
La UNAM destaca que la aceptación de Santa Claus refleja las transformaciones económicas y culturales del México de mediados del siglo XX, así como las tensiones entre lo propio y lo extranjero en un país que buscaba modernizarse sin perder su identidad. Hoy, más que un símbolo de disputa, Santa Claus forma parte del mosaico cultural de las celebraciones decembrinas en México.
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