“¿Era de El Chapo Guzmán?”, preguntó sorprendida Araceli Chávez, quien acudió ayer a la subasta del SAE para adquirir un automóvil Bora 2008, con precio de salida de 16 mil 89 pesos y cuyo anterior dueño era el narcotraficante Joaquín Archivaldo Guzmán Loera.

La mujer quería el carro para que su hijo aprendiera a manejar, pero no ganó en la subasta. Se sorprendió al conocer que el auto que se ofertaba perteneció a quien alguna vez fue el capo más buscado del mundo.

“Es la primera vez que venimos [a la subasta], se nos hizo interesante. Escuchamos muchas cosas de las que no estábamos enterados”, comentó la mujer.

La carpa habilitada para la subasta lució repleta la tarde de ayer. Los asistentes buscaban adquirir joyería, automóviles de lujo o sencillos, vehículos de carga, así como propiedades como casas y departamentos decomisados a narcotraficantes como Guzmán Loera.

Quienes pujaron con sus paletas verdes, rojas o amarillas, aseguraron no conocer los nombres de sus anteriores propietarios.

Por ejemplo, Ernesto, jubilado que se gastó más de 2.3 millones de pesos de su pensión en la compra de una camioneta y las dos casas marcadas con los lotes 15 y 25, respectivamente, en el fraccionamiento Los Pinos y en la colonia El Vallado, de la ciudad de Culiacán, Sinaloa.

Dichas propiedades le fueron decomisadas al capo, pero Ernesto las compró para su familia porque estaban “a buen precio”.

“No sabía a quién le pertenecieron y ahora hay que aguantarse, ¿verdad?, pues ya se hizo. La oferta me pareció muy bien, pero realmente no conoce uno bien la casa. Me enteré de la subasta por la televisión, pero todavía no sé qué uso les voy a dar. Habrá que ir para allá [a Culiacán]”, comentó.

La quinta subasta del SAE se celebró, como en otras ocasiones, en una carpa a la entrada del Centro Cultural Los Pinos. Afuera el sol arreciaba, pero eso no impidió que decenas de personas se desviaran de sus paseos dominicales para quedarse a observar, aplaudir y emocionarse con la puja.

La venta de inmuebles adquiridos inicialmente con dinero de la droga, se fue convirtiendo en un evento familiar en el que, emocionados, niños levantaban la mano para pujar como si fuera un concurso. “[Espero] que esas cosas que esas personas obtuvieron gracias a la droga se usen para algo bueno. Creo que el gobierno federal tiene una buena intención en su estrategia contra la inseguridad, pero esa intención no se ha concretado”, consideró Sara Bautista, ama de casa de 35 años de edad que acudió a la subasta con su esposo y sus tres hijos.

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