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La decana del Senado, Ifigenia Martínez Hernández ícono de la mujer mexicana en política, recuerda: “Las mujeres no participaban en la vida política. No había diputadas”.

Martínez Hernández, una de las mentes más importantes de México desde antes del medio siglo XX, aún casada con un economista con doctorado en Harvard, enfrentó la resistencia masculina a la participación de la mujer en la política.

Hija de un ferrocarrilero ilustrado, como ella misma lo describe, dominaba el inglés y francés. Desde niña leía en la gran biblioteca familiar y heredó los ideales de izquierda de su progenitor, quien militaba en el Partido Comunista Mexicano (PCM).

Referente de las mujeres que buscan la igualdad de género, es la primera mexicana con posgrado en Harvard, directora de la Facultad de Economía y senadora de oposición.

Para ingresar a la política, lo que equivalía a inscribirse al PRI, necesitó del permiso de su esposo, Alfredo Navarrete Romero.

La vida de Ifigenia Martínez es singular: fue compañera de secundaria del poeta Rubén Bonifaz; en preparatoria, de los hermanos Henrique y Pablo González Casanova y de Guadalupe Rivera Marín, hija de Diego Rivera, y quien fue novia de Luis Echeverría Álvarez.

Fue consentida de los rectores de la UNAM, Nabor Carrillo y Javier Barros Sierra.

Tiene cuatro hijos, siete nietos y cinco bisnietas, y combinó sus actividades profesionales con el apoyo de su madre.

A sus compañeros de la Cuarta Transformación les advierte: “Estamos para escuchar, México no es de un solo grupo”.

Recuerda el día en que conoció a Andrés Manuel López Obrador, “era un jovencito” y ahora es un “político nato” que ha aprendido mucho. Como líder sabe lo que quiere: que México siga como una democracia.

¿Cómo conoció a Andrés Manuel López Obrador?

—Me tocó entregarle el partido [PRD] en relevo de Porfirio Muñoz Ledo. ¡De Tabasco, el joven! Estaba jovencito, jovencito.

¿Entre ese joven y el Presidente qué observa?

—Es el mismo, pero ya tiene experiencia de lo que hemos vivido.

No tiene intereses creados. Va a ver por el bien de todos [los mexicanos] y lo va a hacer con mucha voluntad.

¿Cómo ve al Presidente en los primeros 100 días de su gobierno?

—Lo he sentido muy bien, no es lo mismo estar fuera que dentro del poder. Siempre ha demostrado que asimila el momento político muy bien y sabe lo que el país quiere.

¿Su estilo en política?

—Es un líder nato, no sólo capta, recoge muy bien y sabe lo que quiere y para dónde proseguir. Esa es su pasión. Él no está metido por minucias, quiere una patria grande para beneficio de todos.

¿Los propósitos del Presidente y los de su padre se asemejan?

—Mi papá decía que lo que necesitaba el país era unos buenos economistas para que se pudieran distribuir los recursos de manera que hubiera bienestar para todos, empleo, escuela, salud, por eso estudié Economía Política.

¿Cómo ha visto el cambio de régimen federal?

—Lo veo bien, no nada más por el licenciado López Obrador, sino porque hay un conjunto de mexicanos muy preparados que van a ayudarlo a que México continúe como una democracia moderna.

¿Cómo ve usted que se pueden tomar grandes decisiones?

—Tienen que ser colectivas, ya no pueden ser de una persona. Tienen que escucharse todas las voces colectivas y reflexionar.

¿Para lograr así un país democrático moderno?

—Exactamente. Ya tenemos una población calificada en las diferentes ramas como para presentar un futuro en el que todos tengamos acceso a los bienes más indispensables de una vida moderna y progresiva.

¿Fue muy consentida?

—Yo nunca participé de los quehaceres de la casa, porque llevaba las mejores calificaciones.

¿Como decidió afiliarse al PRI?

—Un grupo de amigas me dijeron: ‘Tienes que entrar al partido, porque necesitamos gente como tú’.

Tuvieron que pedirle permiso a mi marido. Hágame favor. Así se usaban las cosas en aquél tiempo. Mi esposo muy serio las hizo llorar. Salieron llorando.

Tuvieron que insistir: ‘Tienes que venir a la Cámara de Diputados’.

¿Fue de las primeras mujeres en la política?

—Las mujeres no participaban en la vida política. No había diputadas, sólo diputados.

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