Estrategia en línea

Con más de 2,983,000 publicaciones, sumando Twitter y FB, podríamos presumir que la gran mayoría de los usuarios de medios sociales se enteró del caso de Mara, la estudiante de 19 años de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla @UPAEP que el viernes 8 de septiembre, en Cholula, Puebla, abordó un auto de @Cabify_Mexico para regresar a casa, lo cual nunca sucedió. Tan sólo en el estado de Puebla se contabilizaron medio millón de interacciones, con un tema que detonaba la pasión de los usuarios, en promedio con 6.2 interacciones, es decir, quien participaba de la conversación, lo hacía reiteradamente.

El 3% de los mensajes relacionados con Mara menciona a @Cabify_Mexico, y un 73% con sentimiento negativo, en una clara crisis de reputaciones para la marca, que se convirtió en una crisis legal y operativa al anunciarse el día de hoy, por parte de la Secretaría General de Gobierno de Puebla, la suspensión del permiso de operación de la plataforma.

Tristemente el caso de Mara no es aislado ni único, pero el fenómeno sociodigital sí lo ha sido y continúa en aumento. Ni siquiera el caso de Lesvy, con el emblemático HT #SiMeMatan, tuvo un porcentaje siquiera cercano de menciones. Algo contribuyó a detonar un sentimiento latente pero reprimido, si fue el hartazgo social, la poca oportunidad o un ataque perfectamente orquestado contra la marca @Cabify_Mexico, es algo que aún se está analizando, sin embargo, hoy puedo concluir que lo sucedido en las redes en torno al caso de Mara, no fue orgánico ni normal. Vale la aclaración, celebro la atención y los millones de mensajes que suscitó un hecho que jamas debió haber ocurrido, y que en un mundo ideal debería contribuir a que no se repita ningún caso como el asesinato de Mara, pero hay algo artificial en la forma de la difusión. Nodos de mensajes y estructuras digitales, que movieron los primeros días los mensajes y dieron marcación directa a la familia de la afectada y la amplificación de sus mensajes, son cuestiones que nunca se habían identificado en crisis similares. El caso de Mara fue artificialmente inducido. Si el objetivo del perpetrador era lastimar a la plataforma de viajes @Cabify_Mexico, lo logró. Si pretendía lastimar al gobierno de Puebla o desviar la atención de temas de coyuntura estatal, también tuvo un grado de éxito, aunque menor. Desafortunadamente, si lo que se pretendió era sensibilizar a la sociedad de un problema que sólo se puede resolver a través de la unidad y la inclusión, de la educación y el respeto, el fracaso no puede ser más evidente.

Cuando la nota se la lleva el debate sobre en quién recae el protagonismo de una marcha, o de si la lucha es incluyente o debe segregarse, como sociedad ya perdimos. Queda claro que la pirámide del poder cada vez está más inclinada en la esfera digital a los ciudadanos y, como cualquier poder, seduce, destruye y polariza.

Apenas despertábamos del asombro de los comentarios desproporcionados y estúpidos de algunos conductores radiofónicos y líderes de opinión durante la semana pasada, cuando, desde rectores hasta un ínfimo director de un diario poblano, se dieron a la tarea de revictimizar a Mara, de hacerla responsable, aunque sea a medias, de su propia muerte, de su atroz asesinato. ¿Qué esperanza existe de cambiar la conciencia de las generaciones venideras y resolver de fondo el problema del machismo, mientras personajes como @NigromanteRueda sigan teniendo acceso a un micrófono o tratando de orientar la opinión pública?

Ayer no se habló de Mara tanto como se le debe a su memoria, se debatió sobre la protesta, sobre los contingentes mixtos, y sobre quién debía encabezar una marcha, donde el único protagonista desterrado debieron haber sido el miedo y la violencia. Se opinó sobre @Cabify, sobre @Uber, sus protocolos de selección y el vaivén político de aceptar, decretar o evadir una alerta de género, pero no sobre las acciones de conciencia para hacer entender a todos aquellos que culparon al alcohol y al libertinaje; y que no es el tribunal de la opinión el que decide la responsabilidad de la vida o muerte de una joven.

Como ciudadanos, conforme ganamos poder a través de los medios digitales cada vez nos parecemos más a los políticos, haciendo de las causas justas agendas personales.

#NiUnaMenos gritaban los usuarios en los medios sociodigitales y algunos otros en las marchas, diluyendo la indignación en el contento por la acumulación de likes o de RT’s, pero conscientes de que siguen vivos, ciertos de que hombres y mujeres sean asesinados víctimas de la enfermedad y descomposición social o de sociópatas sin justificación o de políticos sin amor a su país. Deberíamos también clamar por una sociedad más pacífica, más educada, donde la libertad de expresión no sea pretexto para agredir ni para ahondar las heridas ni la polarización, receta de éxito para el el reconocimiento social y mucho menos para el rating.

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