Para Rubén Aguilar Valenzuela, excoordinador de Comunicación Social del expresidente Vicente Fox Quesada (2004-2006), las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador son una guillotina francesa, donde pasan a periodistas y medios a cuchillo porque “no dijiste lo que el Presidente quería oír” o porque fuiste crítico.

“En ese sentido es una amenaza real a la libertad de expresión”, aseguró en entrevista con EL UNIVERSAL.

El también académico de la Universidad Iberoamericana, consultor y analista de comunicación gubernamental, expresó que en una sociedad democrática el poder tiene que aguantar cualquier tipo de crítica.

“La expresión más acabada de la libertad de expresión es aguantar la crítica, no reaccionar ni utilizar los instrumentos mismos del poder para denostar a la prensa en su ejercicio crítico.

“El poder ante la opinión de la prensa no se pronuncia; acepta la crítica”, dijo.

Aguilar, quien a finales del sexenio de Fox ofrecía conferencias de prensa en Los Pinos para contrarrestar las matutinas del entonces jefe de Gobierno capitalino Andrés Manuel López Obrador, calificó como gravísimo que en un país como México, donde el ejercicio periodístico es de alto riesgo, se denueste a la prensa, porque además de ser una invitación a la violencia es una involución de la lucha democrática.

¿Cuál es el estado de la libertad de expresión en México?

—En democracia la libertad de expresión siempre está en riesgo, no llegó para quedarse y por eso las sociedades tienen que estar siempre viendo con cuidado qué ocurre. Desde el poder, se deben ir abriendo los espacios todo el tiempo para que se ensanchen la democracia y la libertad de expresión.

Me parece que el poder en una sociedad democrática tiene que aguantar cualquier tipo de crítica y la expresión más acabada de la libertad de expresión es aguantar la crítica, no reaccionar ni utilizar los instrumentos mismos del poder para denostar a la prensa en su ejercicio crítico, porque eso es violentar la libertad de expresión.

El poder ante la opinión de la prensa no se pronuncia, acepta la crítica, porque para eso están los medios, para criticar el poder.

¿El Presidente, quien ha militado en la oposición, entiende ese papel?

—No todo el tiempo ha estado en la oposición, 14 años fue priista, presidente del PRI en Tabasco, compuso el himno del partido ahí, fue un fiel funcionario y militante, que ocupó cargos políticos en el PRI, después se deslinda y sí ha estado mayor tiempo en la oposición, pero pues él se crió en una cultura política del PRI en la que él participó, que sigue estando presente en él y en el gobierno.

¿Cómo definiría la cultura política de origen del Ejecutivo federal?

—Se caracteriza por rasgos estrictamente autoritarios como ocurrió durante el gobierno del PRI. El del presidente Andrés Manuel López Obrador tiene muchos rasgos autoritarios.

En Estados Unidos, Trump también ha señalado a los medios, ¿eso es propio de las democracias modernas?

—No, no es propio de las democracias modernas. En Naciones Unidas hay 194 países y de esos tengo estudiado un modelo de comunicación en el que sólo 20 jefes de Estado y primeros ministros del mundo siguen básicamente el mismo modelo de comunicación que implica, entre otras cosas, denostar a los medios, convertirlos en los enemigos para poder construir la narrativa que desde el poder se necesita para llegar a sus electores.

El presidente López Obrador asemeja muchísimo a Trump, a Bolsonaro, en Brasil; a Bukele, en El Salvador, al primer ministro de Hungría, Viktor Orban, o al primer ministro de Polonia, Mateusz Morawieck; hay un modelo de comunicación construido desde la lógica populista, de derecha o de izquierda, que tiene como eje central denostar, criticar, descalificar a la prensa, como uno más de sus enemigos, no es el único, vive de la búsqueda de enemigos para polarizar y construir un mundo de buenos y malos, conservadores y progresistas, donde ellos se convierten en el centro de esa disputa, en los garantes del pueblo en contra de los malos y los burgueses.

¿Cuáles serían los riesgos que conlleva este modelo en un país como México en donde los índices de crímenes a periodistas son de un país en guerra?

—Para el caso concreto de México es muy grave desde tres dimensiones: somos el país más violento para el ejercicio del periodismo y si el poder denuesta el ejercicio, con nombre y apellidos, descalifica a los medios y a los periodistas, pues es una invitación a que se vale golpear o incluso asesinar.

En los hechos es una incitación a no respetar la libertad de expresión y la dignidad del oficio; lo segundo es que se trata de un atentado contra la vida democrática; tercero, es muy peligroso, porque implica una involución de lo alcanzado por la sociedad mexicana en los últimos 50 años, que tantas vidas de periodistas y activistas ha costado en la lucha por la democracia.

¿Cómo evalúa el modelo de comunicación de la 4T?

—El nuevo modelo sigue un esquema que implica polarizar, tener siempre enemigos, decir mentiras, denostar a los periodistas, usar un lenguaje religioso, esas son las características del modelo que sigue el presidente López Obrador, que tiene implicaciones muy graves para la vida de una sociedad, y no necesariamente ofrece buenos resultados al poder; el costo es muy alto.

Es muy diferente la permanencia brutal que tiene en los medios, la cobertura mediática que nunca un presidente en la historia de México había tenido, eso sí lo hace muy diferente.

¿Y las mañaneras?

—Es un ejercicio de propaganda política que tiene muchas características fascistoides, pero no es una conferencia de prensa, no cumple ningún estándar en término del rigor que exige una conferencia en donde el periodista pregunta y el poder responde de manera puntual, no haciendo propaganda y campaña.

Él [López Obrador] vive en la lógica de la campaña permanente, entonces es un ejercicio más de propaganda, no tiene nada que ver con el periodismo.

¿Está fallando la actual política de comunicación?

—Absolutamente, es una política absolutamente equivocada, propiamente de un régimen autoritario, donde no se está dispuesto a dialogar con la prensa, sino que se mueve en la lógica autoritaria: ‘Es un buen periodismo el que está conmigo, el que se sujeta a mis designios; es un mal periodismo y un mal periodista el que es crítico del poder’.

Este gobierno sólo sabe pegar cuando no está a favor de él y premiarte si estás a favor de él, como lo señalo en La Jornada, uno de los medios más beneficiados.

Si sigue la confrontación, ¿en que va a parar?

—El ejercicio del periodismo está amenazado por un presidente como López Obrador… Cada mañana tú puedes ser objeto de la guillotina francesa, ahora puesta en Palacio Nacional, y pasar cuchillo porque no dijiste lo que el Presidente quería oír o porque fuiste crítico.

Yo fui expulsado reciente de un periódico a petición de un secretario de Estado, por eso dejé de publicar en El Economista, hay una amenaza real, lo he vivido.

El Presidente ha dicho que “no persigue, ni castiga” a periodistas, ¿es mentira?

—En carne propia lo he vivido. Hace tres meses fui expulsado del periódico a petición de un secretario de Estado, porque no le parecían mis columnas, en particular en el tema que este secretario maneja. No sé a cuántos les ha tocado o cuántos han sido autocensurados por los medios a partir de peticiones desde Palacio o porque los propios medios deciden, en razón de la amenaza que están recibiendo del propio aparato, y amenazas entiendo de ser llevados a la guillotina de cada mañana, amenazas de que te van a llevar al SAT.

Los medios en general han sido tremendamente benignos con él y con el ejercicio del poder. No reclaman las mentiras, nada de lo que dice, no lo acotan, lo reproducen mecánicamente, seguramente para no entrar en conflicto y no ser denostados en una mañanera, pero hay una falla también del periodismo y en la prensa mexicana que es tan benevolente y tan indulgente”.

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