Ha muerto uno de mis más entrañables amigos, el gran Chucho. Es una pérdida irreparable para su familia, mi querida amiga Regina, para sus amigos y para el país. A sus “jóvenes” 71 años todavía tenía mucho que aportar. Las tragedias no van solas. Hace pocos días perdimos a otro gran mexicano, Sergio García Ramírez. Un gran economista, el otro gran jurista; ambos destacados funcionarios públicos, ambos articulistas de esta Casa Editorial.

Nuestra amistad surge y se refuerza al calor de la seria crisis de la deuda que enfrentamos desde la Secretaría de Hacienda en 1982. Era el gobierno del presidente De la Madrid; Jesús Silva Herzog, secretario de Hacienda, y yo, su subsecretario. Dentro de un gran equipo nombré a Chucho como Director General de Planeación Hacendaria. Era nuestra principal “brújula” en materia de política macroeconómica, finanzas públicas, política monetaria, estabilidad. Trabajaron con él también grandes amigos y colaboradores como Fernando Molina, Mauricio González, José Pliego, Juan José Huerta, entre otros.

Era un periodo complicado. “Hacia afuera y hacia adentro”. Dentro del gobierno había un conflicto funcionalmente interconstruido entre la Secretaría de Hacienda y la de de Programación y Presupuesto, agravado por el hecho que Silva Herzog y Salinas competían en la sucesión presidencial. En la importante Comisión de Gasto-Financiamiento, a la cual asistíamos por parte de Hacienda Chucho y yo, la lucha era cómo salir del severo desequilibrio en el déficit fiscal. Nosotros pedíamos a la Secretaría de Programación que recortara el gasto no esencial, que ellos sostenían estaba en los “huesos”. Ellos nos pedían que aumentáramos los ingresos y el crédito. Esta pugna llegaba al Gabinete Económico y perturbaba mucho al presidente que tenía que realizar el arbitraje.

Después, cada quien tomó su camino en la administración pública, pero seguimos en estrecho contacto. A su paso por Pemex y la Secretaría de Energía, entendió con visión que sin reformas Pemex no tenía salida, sin recursos suficientes. Posteriormente fue un destacado embajador en Washington.

Cuando dejó el servicio público, tuvo la creatividad de formar GEA, el Grupo de Economistas Asociados, que se convirtió en uno de los mejores grupos de análisis en materia económica y política. Sus presentaciones eran fuente obligada de información. Los socios y amigos que asistían era una gran muestra de personajes: líderes de partidos políticos, legisladores, empresarios y académicos. Se institucionalizó el Informe de Gobernabilidad, presentado por Guillermo Valdés, que últimamente más bien sería de “ingobernabilidad”. Sus encuestas son de la mejor calidad y, en las elecciones presidenciales, eran las más cercanas a la realidad.

Más allá del trabajo, tuvimos una activa y grata convivencia social. Compartíamos los mismos intereses, la buena plática inteligente con los buenos amigos, la buena comida, rociada del buen vino.

¡Extrañaremos mucho a la persona! Siempre de trato afable, de esmerada educación, de gran inteligencia, sin nunca ser pedante, buen amigo de sus amigos, que siempre hacía análisis profundos y originales de la situación económica y política, siempre ponderados. Algunos de sus colegas en Hacienda lo apodaban “el gran jefe nube gris”, porque sus juicios a veces se inclinaban a lo pesimista; él y yo diríamos más bien realista. ¡Descansa en paz Chucho! Tu memoria perdurará en tu familia, tus discípulos, tus amigos; no te olvidaremos, se comentarán tus anécdotas y vivencias compartidas.

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