Ante el inicio del 2026, la sostuvo que el propósito principal debe ser alcanzar una paz “desarmada y desarmante”, como una respuesta ante los escenarios marcados por violencia, incertidumbre y desgaste emocional.

A través de su editorial Desde la Fe, indicó que hablar de paz implica también cuidar la vida interior, sanar heridas personales y asumir responsabilidad sobre las actitudes propias sin evadir la dimensión social del problema.

Aunado a ello, destacó que, a la luz del llamado del para vivir dicha paz, y en sintonía con el Diálogo Nacional por la Paz, planteó 12 propósitos espirituales para que, como sociedad, se asuman como un camino personal y colectivo durante el año que inicia.

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  1. Cultivar el silencio y la oración, como espacios de autoconocimiento, discernimiento y una renovación interior.
  2. Escuchar activamente a quienes no tienen voz, en especial a las víctimas de la violencia y a sus familias, a los desplazados, a las comunidades heridas; que sea una escucha sin prejuicios y sin minimizar su dolor.
  3. Reconocer y atender las propias heridas emocionales, entendiendo que el dolor que no ha sanado puede derivar en violencia, indiferencia o agresividad.
  4. Cuidar la salud mental y emocional, pidiendo ayuda cuando sea necesario y acompañando a quienes viven ansiedad, depresión o desesperanza.
  5. Desarmar el corazón, trabajando conscientemente el perdón, la reconciliación y la gestión del enojo, sin negar la verdad ni la justicia.
  6. ⁠Educarse para la paz, revisando hábitos, consumos de información y formas de relación que alimentan el miedo o el odio.
  7. ⁠Participar activamente en la comunidad, sumando tiempo, escucha y compromiso en iniciativas que busquen sanar nuestro tejido social.
  8. Ejercer una ciudadanía responsable, sin normalizar ni ser parte de los círculos de corrupción o impunidad.
  9. Proteger la vida en todas sus etapas y expresiones, rechazando toda forma de violencia, descarte o indiferencia.
  10. ⁠Cuidar de nuestros niños y adolescentes, garantizando entornos seguros, escuchando su voz, y acompañando su desarrollo emocional y espiritual.
  11. Practicar las obras de misericordia, es decir, no ser indiferentes ante las necesidades de los más vulnerables, de aquellos que no tienen las mismas oportunidades para alcanzar una vida digna.
  12. Hacer coherente la fe y la vida, traduciendo los valores espirituales en acciones cotidianas que promuevan la dignidad, la solidaridad y la paz.

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En ese sentido, la afirmó que estos propósitos no son ideales inalcanzables, sino decisiones diarias, pequeñas pero constantes, que comienzan en lo personal y se proyectan en lo social.

“Este llamado a vivirlos lo hacemos como una invitación a reconstruir desde dentro lo que queremos ver transformado en el exterior”, dijo.

“Que 2026 sea un año en el que aprendamos a cuidarnos, a sanar, para reconciliarnos y a trabajar por la paz, sin olvidar que toda paz duradera comienza en el corazón humano”, concluyó.

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