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Ante el inicio del 2026, la Iglesia católica sostuvo que el propósito principal debe ser alcanzar una paz “desarmada y desarmante”, como una respuesta ante los escenarios marcados por violencia, incertidumbre y desgaste emocional.
A través de su editorial Desde la Fe, indicó que hablar de paz implica también cuidar la vida interior, sanar heridas personales y asumir responsabilidad sobre las actitudes propias sin evadir la dimensión social del problema.
Aunado a ello, destacó que, a la luz del llamado del Papa León XIV para vivir dicha paz, y en sintonía con el Diálogo Nacional por la Paz, planteó 12 propósitos espirituales para que, como sociedad, se asuman como un camino personal y colectivo durante el año que inicia.
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- Cultivar el silencio y la oración, como espacios de autoconocimiento, discernimiento y una renovación interior.
- Escuchar activamente a quienes no tienen voz, en especial a las víctimas de la violencia y a sus familias, a los desplazados, a las comunidades heridas; que sea una escucha sin prejuicios y sin minimizar su dolor.
- Reconocer y atender las propias heridas emocionales, entendiendo que el dolor que no ha sanado puede derivar en violencia, indiferencia o agresividad.
- Cuidar la salud mental y emocional, pidiendo ayuda cuando sea necesario y acompañando a quienes viven ansiedad, depresión o desesperanza.
- Desarmar el corazón, trabajando conscientemente el perdón, la reconciliación y la gestión del enojo, sin negar la verdad ni la justicia.
- Educarse para la paz, revisando hábitos, consumos de información y formas de relación que alimentan el miedo o el odio.
- Participar activamente en la comunidad, sumando tiempo, escucha y compromiso en iniciativas que busquen sanar nuestro tejido social.
- Ejercer una ciudadanía responsable, sin normalizar ni ser parte de los círculos de corrupción o impunidad.
- Proteger la vida en todas sus etapas y expresiones, rechazando toda forma de violencia, descarte o indiferencia.
- Cuidar de nuestros niños y adolescentes, garantizando entornos seguros, escuchando su voz, y acompañando su desarrollo emocional y espiritual.
- Practicar las obras de misericordia, es decir, no ser indiferentes ante las necesidades de los más vulnerables, de aquellos que no tienen las mismas oportunidades para alcanzar una vida digna.
- Hacer coherente la fe y la vida, traduciendo los valores espirituales en acciones cotidianas que promuevan la dignidad, la solidaridad y la paz.
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En ese sentido, la Iglesia afirmó que estos propósitos no son ideales inalcanzables, sino decisiones diarias, pequeñas pero constantes, que comienzan en lo personal y se proyectan en lo social.
“Este llamado a vivirlos lo hacemos como una invitación a reconstruir desde dentro lo que queremos ver transformado en el exterior”, dijo.
“Que 2026 sea un año en el que aprendamos a cuidarnos, a sanar, para reconciliarnos y a trabajar por la paz, sin olvidar que toda paz duradera comienza en el corazón humano”, concluyó.
mahc/rmlgv
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