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Las Margaritas, Chis.

Guillermo tenía 14 años cuando su padre le platicó que un grupo de hombres había llegado a La Realidad, se hacían pasar por compradores de ganado, pero eran guerrilleros y buscaban adeptos para su movimiento revolucionario.

Entre los extraños estaba Héctor Ochoa —quien más tarde se daría a conocer como subcomandante Pedro—, un médico michoacano que hablaba con los campesinos e indígenas sobre las posibilidad de cambiar el olvido en que vivían los habitantes de las comunidades de la selva.

Ese primer grupo que se acercó a los pobladores de La Realidad llevaba entre sus mochilas revistas del Nuevo Amanecer, que hablaba sobre las luchas guerrilleras en Nicaragua, El Salvador y Guatemala: la gente las leyó con avidez. En poco tiempo, el número de insurgentes empezó a crecer, al grado de que toda la comunidad (unos 700 habitantes) se unieron a la organización que después se conocería como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Los mandos organizaron a los lugareños en dos grupos, los hombres mayores de edad y mujeres con niños, conformarían las bases de apoyo, mientras que los jóvenes y adultos serían los insurgentes, quienes comenzaron a recibir adiestramiento militar en el campamento ubicado en la comunidad Chun Cerro, del municipio de Ocosingo, en los límites con Las Margaritas, a donde pertenece La Realidad. Los responsables eran los encargados de recabar la información de los pueblos.

El entrenamiento para esos jóvenes “era muy duro”, pero lo más difícil era cuando permanecían varios meses en la montaña, donde dejaban de comer hasta por tres días. Cuando llegaba el alimento, tenían derecho a una cucharada de frijoles y dos tostadas.

Guillermo, quien en la guerrilla adoptó la identidad de Bertín, recibió el adiestramiento de insurgentes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), que en ese tiempo libraba una cruenta guerra con el ejército de ese país, pero también llegaron guerrilleros de El Salvador y de Cuba, durante 1985 a 1988.

Los guatemaltecos eran duros en la instrucción, porque habían desarrollado un plan de combate durante los enfrentamientos que libraron con los kaibiles, una de las fuerzas armadas más sanguinarias de América Latina.

A principios de 1993, cuando Bertín alcanzó el grado de sargento, recibió la orden del subcomandante Pedro (a quien considera “un legítimo guerrillero”, por su amor hacia los indígenas) para que se trasladara al campamento de Las Calabazas, en Ocosingo, uno de los 28 municipios que había en la selva, a fin de continuar con el entrenamiento.

Dice que la guerra duró unos días, después la gente regresó a sus comunidades, pero había la advertencia del EZLN de que no deberían salir para buscar trabajo, eso incrementó la pobreza de la población de la selva.

En 1998, Guillermo decidió “desertar” del grupo armado y contacta a funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), que entonces les ofrecían grandes cantidades de dinero para mejorar los poblados. Él recibió 370 mil pesos, para un proyecto que abarcó a 45 personas de La Realidad. El dinero sirvió para remodelar viviendas, comprar ganado y fertilizantes y, pese a ello, se ganó el señalamiento de los zapatistas de ser un desertor y traidor.

A 25 años del alzamiento, Bertín está agradecido con Dios por haber sobrevivido, a pesar de que en dos ocasiones estuvo a punto de caer por las balas del Ejército, cuando lo persiguieron con otros insurgentes en La Realidad y hacia el camino a Guadalupe Tepeyac.

“Hasta ahorita le doy gracias a Dios por estar vivo, porque Dios me ha dado vida. No me pasó nada”, dice. Afirma que los 45 beneficiarios se despidieron del grupo zapatista “amistosamente”, sin rencores y dieron las gracias “de lo que pudimos hacer y de lo que no pudimos hacer. Así es como desertamos de las filas del EZLN”.

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