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En el año 2000, cuando Dulce María Sauri era presidenta nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), le tocó enfrentar la primera derrota del instituto político. Ese hecho, relató, fue muy distinto al que vivió el tricolor en 2018, porque en aquel entonces se perdió frente al adversario natural: el Partido Acción Nacional (PAN).

Ahora, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL, el PRI perdió frente a lo que fue en algún momento.

La hoy diputada federal urgió a que la casa se limpie, que se revise qué quedó después del tsunami que les pasó por encima.

Pero sobre todo, expuso, es necesario que el Revolucionario Institucional no se cierre hacia adentro y tampoco hacia afuera. Que abra su proceso interno para elegir a su dirigencia nacional y que no se imponga a una fórmula, porque no representaría un balazo en el pie, sino un disparo cerca del corazón.

¿En dónde ubica hoy día al PRI?

—Electoralmente en su dimensión más pequeña; políticamente buscando hacerse un lugar dentro de una oposición que quiere volverse opción de gobierno.

¿Está bien parado el partido en la escena política del país?

—Si lo vemos en función de los años que van a cumplir, que serán 90 el próximo 4 de marzo, diríamos que tiene hondas raíces. Si lo vemos por el resultado electoral de julio pasado, digamos que es un árbol azotado por el huracán: ha perdido ramas, el tronco se ha inclinado un poco y está en la disyuntiva de que si sus raíces se arraigan bien o si sus ramas nuevamente vuelven a retoñar.

¿Ha podido el partido determinar causas de la derrota?

—Yo creo que más que las causas que llevaron a la derrota electoral, sí tendría que marcar una enorme diferencia entre 2000 y 2018. En el año 2000 perdimos frente a Acción Nacional, nuestro adversario histórico, teníamos claramente definido qué éramos nosotros y qué eran ellos.

Ahora perdimos la elección frente a lo que nosotros fuimos. Es más difícil, vamos a decir, reconfigurar identidad porque hay rasgos que vemos en el gobierno de un pasado priista que se quedó atrás, que aparentemente se quedó atrás, pero que está muy presente ahora con el Presidente de la República y su movimiento.

Si el PRI perdió frente a lo que fue, ¿es más sencillo hacerle frente?

—Pienso que el PRI no es un partido del no. Nunca lo ha sido. Es una oposición a ultranza, porque ahorita podemos observar, y lo he estado haciendo con cuidado, una actuación de Morena en la Cámara de Diputados.

Y en el periodo 2015-2018 que fue la primera vez que tuvo representación parlamentaria, a todo dijeron que no. Nosotros no somos así, el PRI es un partido que tiene vocación y hondas raíces reformistas y vocación de gobierno, entonces, nosotros actuamos pensando siempre en qué haríamos si nosotros estuviéramos en el gobierno y tuviéramos que tomar esas decisiones.

No somos como una oposición que dice: ‘No, pues que se frieguen’. Creo que esos rasgos característicos que provienen de nuestra historia, de nuestro ADN, como se diría actualmente, en función de ellos, tenemos que renovar al partido.

¿Cómo define al PRI oposición?

—El PRI de hoy, electoralmente reducida en toda su expresión más pequeña, en todos sus 90 años de vida. Eso es una realidad política y tenemos dos maneras de ver las cosas: una de todo lo que perdimos, pero también tenemos que ver responsablemente sobre todo lo que tenemos y entonces esa situación, entre lo que perdimos y lo que tenemos, tiene que estar en las consideraciones de las decisiones políticas que se tomen ahora.

90 años se dicen fácil, pero ha sido un camino largo, ¿qué tan necesario es reformarse adentro para luego hacerlo afuera?

—Desde luego, porque no se puede con unos adentro y otros afuera. Nosotros tenemos que renovar al partido y cuando digo renovar es hacer de nuevo, en el mejor sentido de la palabra, teniendo presente que somos una organización política. No somos lo que fuimos hace muchísimos años. El partido que hacía posible mantener el gobierno a estado de la revolución.

¿Se necesitaría volver a hacer al partido con un nuevo nombre y nuevos documentos?

—Lo de los nuevos nombres me parece que es lo último, de lo último, de lo último que se haría ¿de qué sirve cambiar el nombre si los contenidos son los mismos? De nada, entonces, primero vamos a revisar cuál es nuestro lugar, qué lugar queremos ocupar en el espectro político del país, cuál es nuestro proyecto político a impulsar, cómo vamos a vivir la democracia interna y cómo vamos a recuperar esa capacidad para debatir entre nosotros y decidir.

Durante 12 años el PRI no tuvo figura presidencial, no solamente sobrevivimos, sino que logramos organizarnos para ganar la presidencia nuevamente. Todos estos elementos tienen que ser debatidos antes siquiera de considerar cambiar de nombre.

¿Se necesita limpiar la casa?

—Desde luego que sí. Limpiarla muy bien y ver cuántos muebles nos dejó el tsunami.

¿Le apuesta a que el proceso interno para elegir dirigencia se abra a la militancia?

—Es indispensable que el proceso sea abierto y en el cual la militancia y los cuadros del partido debatan internamente y que quienes vayan a aspirar a dirigir al partido, den cuenta de su proyecto de país y del proyecto de partido que pretenden impulsar.

Hoy más que nunca tiene que ser una elección de una gran participación priista, pero sí aclaro: yo no caigo en el falso dilema de o es elección con voto directo y secreto o la antidemocracia.

Los métodos de elección que tiene el PRI en sus estatutos, todos son métodos democráticos, si no el Instituto Nacional Electoral [INE] los hubiera expulsado del sistema normativo.

¿Cómo podemos organizarnos para garantizar la participación priista? No, la participación de una jornada electoral interna solamente, no, sino realmente analizar el perfil de los que aspiran a dirigir al PRI, y la única manera es que haya campaña interna, que haya movilización priista, que ellos puedan tener contacto con quienes van a ser electores.

¿Le parece correcto que el gobernador de Campeche deje su cargo para buscar la dirigencia del tricolor?

—Dejar a su estado, pues ese es un asunto de los campechanos y no quiero opinar nada. Ahora, que el gobernador de Campeche quiera participar en el proceso interno del partido me parece algo absolutamente lógico; es un hombre joven, enérgico, entiendo que convino con Carolina Viggiano a hacer fórmula, ella también es una mujer muy capaz. Bienvenida esa fórmula si finalmente se decide, pero la condición sine qua non es que sea una elección abierta.

Yo no veo al PRI negociando una sola fórmula cuando venga la convocatoria, me parece que sería muy negativo para el partido.

¿Sería darse un balazo en el pie?

—Lo que pasa es que cuando se da un balazo en el pie, se recupera, pero creo que en el caso del PRI sería un balazo muy cerca del corazón.

La mira está en 2021.

—Sí, claro. Y el gobernador de Campeche y otros más que se han mencionado, todos los que quieran participar; espero que la dirigencia actual ayude a que no sean demasiados, porque en un proceso en el cual hay muchos, finalmente se diluye.

¿Cómo ve al Revolucionario Institucional de aquí a los 100 años?

—Bueno, primero que llegue a los 90 años el próximo 4 de marzo, y el año que sigue es posible que sea, otra vez, el año en que pasemos peligro. 2019 puede ser el año que estemos en peligro y espero que en 2021 o 2024 hablemos del año en el que tuvimos dificultades, pero logramos superarlas.

¿Diferente a 2001?

—Distinto. Por eso ciertas cosas que hicimos y salieron bien en 2001 vale la pena reconsiderarlas como un camino a 2019. Lo más importante para mí es que el PRI en vez de cerrarse en 2001, se abrió. Hubo movilización interna del partido y para mí eso nos salvó a todos la vida.

Lo importante es que el PRI sobreviva este trance.

¿Qué situación podría ocasionar que no sobreviva?

—Cerrarse. Pensar que las decisiones cupulares son las mejores, que no pone en riesgo la unidad y justamente en eso se pone el embrión de las rupturas. El mayor riesgo sería cerrarse y negarse a la apertura interna y a la discusión del rumbo del partido.

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