El motivo de queja más frecuente entre las mujeres policía al interior de sus corporaciones es por la violencia física o verbal de que son objeto por parte de superiores o compañeros, seguida de la insatisfacción por asuntos y problemas laborales específicos, y en menor proporción por la corrupción existente en cada institución.

Y si bien en menor número, las fiscalías encargadas de atender delitos de índole sexual también tienen registro de más de un centenar y medio de denuncias por violación, abuso o acoso al interior de los cuerpos policiacos de la Ciudad de México, de los cuales solo 20 han sido sentenciados desde el 2011 hasta la fecha.

En este diario se expone hoy el caso de violación cometido en 2018 contra una integrante de la Policía de Investigación (PDI) de la CDMX a manos de un superior, pero es sin embargo la Secretaría de Seguridad Ciudadana el cuerpo policiaco capitalino que enfrenta más denuncias por actos de abuso, acoso y discriminación cometidos contra elementos femeninos de la corporación, donde la tardanza en su resolución hace evidente que mucho de la ley se convierte en letra muerta de códigos penales y reglamentos internos de las instituciones.

Respecto al acceso a las cifras que permitan dar una idea de la dimensión real de esta situación, el área de Periodismo de Investigación y Datos de EL UNIVERSAL comprobó que no hay transparencia en la presentación de la información pues lo encontrado, en distintos periodos de solicitud, arrojó cifras diferentes en dos mismos años consultados, por lo que es evidente la opacidad con la que se manejan casos y estadísticas al poder ser sometidas a alteración con fines aparentemente de encubrimiento.

Al igual que para las víctimas civiles, las agentes de policía enfrentan un doble calvario: por un lado el de la violación o el acoso continuo por parte de jefes o compañeros, y por otro el viacrucis legal de trámites a enfrentar y que a veces las desalientan porque parecen no llevar a nada, lo que sin duda contribuye hacia la impunidad de los infractores.

A las pésimas condiciones en las que deben trabajar los elementos policiacos, todavía debe sumarse el clima poco alentador en el que deben desenvolverse las mujeres que optan por este trabajo.

Si una corporación que se supone debe brindar seguridad y ayuda a la ciudadanía a la cual debe servir, no es capaz de dar a sus propios elementos un trato digno ni perseguir y sancionar actos nocivos que puedan poner en entredicho la integridad moral que debe regirla, ¿qué puede esperar entonces al ciudadano común?

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