Miami.- El presidente Joe Biden se encontró nuevamente en el centro de la polémica tras una conferencia de prensa donde intentaba defenderse de un informe del fiscal especial Robert Hur, que había puesto en duda su capacidad mental, citando varios olvidos significativos, entre ellos, episodios donde  no recordaba aspectos importantes de su vida política y personal.

En un intento por despejar las dudas sobre su agudeza mental, el mandatario afirmó con insistencia que su memoria estaba intacta. “Mi memoria está bien. Miren lo que he hecho desde que soy presidente”, respondió tajante y desafiando las insinuaciones del informe del fiscal, quien lo describió como “un anciano simpático, bien intencionado y con mala memoria”.

En medio de su defensa, sin embargo, cometió un error notable al confundir al presidente egipcio, Abdelfatah Al-Sisi, con el mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador. Un desliz que rápidamente se convirtió en tema de conversación tanto en redes sociales como en medios de comunicación. Este incidente sirvió para alimentar aún más el debate sobre su idoneidad para el cargo, especialmente considerando su edad: 81 años.

¿Habrá nuevo contendiente demócrata?

Se prevé que el tema continúe en medio de la contienda presidencial. “Joe Biden tiene varias formas de seguir explicando que su situación mental está en condiciones de una buena gobernabilidad”, explica a EL UNIVERSAL el politólogo y analista Hernán Molina desde California; “incluso a través de terceras personas, pueden argumentar que tiene dislexia, que tiene ansiedad, estrés; hay varias maneras de aminorar lo sucedido”.

Para varios críticos, esta circunstancia podría abrir varios escenarios en contra de Biden en su carrera para la reelección. Uno “puede ser que algún demócrata de peso levante la mano y diga, oigan, yo quiero sumarme a la contienda y competir contra Biden” rumbo a la selección del candidato presidencial, dice a este diario Pablo Salas, analista político, desde Florida. O, incluso, podría suceder que Biden dijera que prefiere ya no contender por la reelección.

Figuras prominentes como el gobernador de California, Gavin Newsom, y Pete Buttigieg, secretario de Transporte, son considerados influyentes dentro del Partido Demócrata. Newsom ha aumentado su visibilidad nacional tras su reelección como gobernador de California y durante el debate que sostuvo con el gobernador de Florida, Ron DeSantis, el 6 de diciembre pasado, a través de una televisora nacional estadounidense.

Para los analistas, Kamala Harris no pintaría en una teórica competencia o suplencia a la candidatura demócrata rumbo a la Casa Blanca en las elecciones de noviembre. “Michelle Obama, quien sigue siendo extremadamente popular entre los demócratas, sería más factible”, asegura Salas; “pero ella misma ha descartado cualquier posibilidad de postularse”.

“Yo veo difícil que surja un nuevo candidato -para competir contra Biden-; cuando hubo la posibilidad con Gavin Newsom, el Partido Demócrata no lo apoyó y Biden siguió adelante”, recuerda Molina. “Y tampoco se va a retractar, va a seguir adelante con la reelección porque además está convencido que [el exmandatario Donald] Trump es un problema para los republicanos y no para Biden”.

Newsom ha criticado a veces la pasividad percibida dentro de su propio partido. Buttigieg ha utilizado su plataforma como secretario de Transporte para destacarse en la política nacional, mostrando habilidades políticas y de comunicación que podrían hacerlo un contendiente viable en futuras contiendas electorales.

“Todo es posible, pero la posibilidad de que pudiera entrar un nuevo competidor contra Biden en las primarias o que Biden optara por retirarse o lo declararan incompetente, lo veo muy difícil; porque ahí interviene la justicia, tendría que ser declarado incompetente por un juez y se tendrían que involucrar las cortes, cosa que no pienso que sucedería. Al final el que decide es el electorado”, reflexiona Molina.

¿Y si Biden se retira de la contienda?

Sin embargo, considerando un caso hipotético y el presidente Biden decidiera retirarse de la candidatura presidencial, el proceso para seleccionar un nuevo candidato estaría regido tanto por las leyes federales de Estados Unidos como por las reglas específicas del Partido Demócrata. Aunque no hay un precedente exacto para esta situación en la era moderna, los procedimientos generales y las reglas del partido ofrecen cierta guía sobre lo que podría suceder.

En primer lugar, el Comité Nacional Demócrata (DNC, por sus siglas en inglés) tiene la autoridad para convocar a una convención especial o reunión del comité para nominar un nuevo candidato, cuando el nominado original se retira. “Este proceso implicaría la participación de los superdelegados del partido y los delegados elegidos durante las primarias y los caucus, quienes tendrían la responsabilidad de votar por un nuevo nominado”, explica Salas.

La selección de un nuevo candidato dependería en gran medida de la coordinación y las negociaciones dentro del Partido Demócrata, porque requeriría de un amplio apoyo para el nuevo nominado. “Es probable que figuras prominentes dentro del partido, que ya hayan demostrado interés y tengan el apoyo popular y la infraestructura de campaña necesaria, se convertirían en los principales contendientes para la nominación”, señala Molina.

El partido tendría que considerar el tiempo disponible antes de la elección general para realizar una campaña efectiva, así como el impacto de un cambio de candidato en la base de votantes del partido y en el electorado en general. Para el politólogo Molina sería un largo proceso, “el nuevo candidato tendría que ser registrado en los 50 estados -de la Unión Americana- y estando ya en febrero tendría que definirse pronto, en caso que se diera”.

La ley federal establece plazos específicos para la nominación de candidatos presidenciales y la inclusión de sus nombres en las boletas electorales de los estados, “lo que podría complicar el proceso si el retiro ocurre muy cerca de la fecha de la elección”, subraya el analista Salas. Sin embargo, cada estado tiene reglas sobre cómo manejar sustituciones de candidatos tardíos, lo que podría permitir cierta flexibilidad.

Ley en EU de no apto para gobernar

La Constitución de Estados Unidos prevé un mecanismo por el cual un presidente puede ser declarado no apto para gobernar, a través de la Enmienda 25. Este procedimiento se establece para asegurar una transición ordenada del poder en caso de que el presidente no pueda ejercer sus funciones debido a una incapacidad física o mental.

La Enmienda 25, específicamente en su Sección 4, detalla el proceso; si el vicepresidente y una mayoría de los principales oficiales del gabinete ejecutivo, o de otro cuerpo que el Congreso pueda designar, declaran por escrito al presidente pro tempore del Senado y al presidente de la Cámara de Representantes, que el mandatario estadounidense es incapaz de ejercer las funciones y poderes de su cargo, entonces el vicepresidente asumirá inmediatamente las funciones como presidente interino.

El presidente puede defenderse y declarar su propia capacidad enviando una declaración escrita avalándose a sí mismo. Si el vicepresidente y la mayoría del gabinete o el cuerpo designado insisten en la incapacidad, el Congreso debe decidir la cuestión. “Se requiere una mayoría de dos tercios en ambas cámaras para sostener la incapacidad y permitir que el vicepresidente continúe actuando como presidente. Si no se alcanza esta mayoría, el presidente retomaría sus funciones”, explica el analista Salas.

Este mecanismo nunca se ha utilizado para declarar a un presidente permanentemente incapaz de ejercer sus funciones; sin embargo, ha sido invocado temporalmente cuando los presidentes se han sometido a procedimientos médicos que les requerían estar bajo anestesia general.

“Es importante mencionar que este proceso está diseñado para ser utilizado en circunstancias excepcionales y requiere un consenso significativo entre los líderes de alto nivel del gobierno”, subraya Salas, reflejando la gravedad de declarar a un presidente no apto para gobernar.

La implementación de la Enmienda 25 en este contexto sería un evento sin precedentes y probablemente desencadenaría un debate político y legal muy intenso entre la población de la Unión Americana.

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