Joh annesburgo.— Desmond Tutu, el ícono sudafricano ganador del Premio Nobel de la Paz, enemigo incansable del apartheid y activista moderno por la justicia racial y los derechos de las personas LGBT, murió ayer a los 90 años. Sudafricanos y líderes de todo el mundo lamentaron la muerte del hombre considerado la conciencia moral del país. El funeral será el 1 de enero.

Nacido el 7 de octubre de 1931 en Klerksdorp, al oeste de Jo- hannesburgo, Desmond Mpilo Tutu fue profesor antes de ingresar al Colegio Teológico de San Pedro en Rosettenville, en 1958. Se ordenó en 1961 y seis años después se convirtió en capellán de la Universidad de Fort Hare.

Posteriormente fue obispo de Lesotho, presidente del Consejo Sudafricano de Iglesias y, en 1985, se convirtió en el primer obispo anglicano negro de Johannesburgo. En 1986, Tutu fue nombrado el primer arzobispo negro de Ciudad del Cabo. Desde entonces se le apoda de cariño The Arch (diminutivo de arzobispo en inglés).

Apasionado, incansable, Tutu encabezó la lucha no violenta para derribar el apartheid, el brutal régimen de opresión de décadas contra la mayoría negra de Sudáfrica, el cual llegó a su fin en 1994. De sonrisa contagiosa y hablar franco, el clérigo empleó su púlpito como primer obispo negro de Johannesburgo, y después como arzobispo de Ciudad del Cabo, para movilizar a la opinión pública contra el racismo dentro y fuera de su país. También solía recurrir a frecuentes manifestaciones públicas.

Tutu se convirtió en una figura enorme en la historia de su nación, comparable al también Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, un prisionero durante el gobierno blanco que llegó a ser el primer presidente negro de Sudáfrica. Tutu y Mandela compartían el compromiso de construir un país mejor y más igualitario. “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor. Si un elefante tiene su pie en la cola de un ratón y dices que eres neutral, el ratón no agradecerá tu neutralidad”, es una de sus frases más reconocidas.

Su funeral tendrá lugar el 1 de enero en la Catedral de San Jorge de Ciudad del Cabo, su antigua parroquia. Hasta entonces, las campanas sonarán cada día 10 minutos para recordarlo y las banderas del país ondearán a media asta, dijo el presidente Cyril Ramaphosa, quien horas antes afirmó que Tutu sería recordado como “un hombre de extraordinaria inteligencia, integridad e invencibilidad contra las fuerzas del apartheid”.

Visiblemente afectado, Ramaphosa dijo que “hoy es el día más triste... Hemos perdido a uno de los más valientes y amados entre nosotros... un hombre de valor inquebrantable, cuya vida empleó al servicio de los demás. Encarnaba la esencia de nuestra humanidad”. Tras la llegada de la democracia a Sudáfrica en 1994 y la elección de su amigo Nelson Mandela como presidente, Tutu, quien dio a Sudáfrica el apelativo de “Nación Arcoíris” en alusión a la mezcla étnica del país, presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), creada con la esperanza de pasar la página del odio racial.

The Arch estaba debilitado por un cáncer de próstata diagnosticado en 1997 y ya no hablaba en público. En todos los ámbitos criticó el statu quo en temas como la raza, fue firme defensor de los derechos de la comunidad LGBTQ, de la importancia de que existiera un Estado palestino y dio su apoyo al movimiento en favor de la muerte asistida.

Y miró de frente a la muerte. Cuando se le preguntó cómo quería que lo recordaran, dijo a The Associated Press: “Amó. Rió. Lloró. Fue perdonado. Perdonó. Muy privilegiado“.

Su última aparición pública fue en un video por su 90 cumpleaños, en octubre pasado. Le sobreviven su esposa Leah Tutu y cuatro hijos.

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