En 2019, los centros de emergencia mujer (CEM) –del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables ( MIMP )– atendieron en todo el país a 5 mil 140 menores víctimas de violación sexual. Esa cifra es el 65% de todas las violaciones cometidas ese año. Son los niños, las niñas y los adolescentes las principales víctimas de violencia sexual.

Los violadores no se detuvieron este año. Solo en los primeros 31 días del 2020, el MIMP atendió a 464 menores que quedaron marcados por violencia sexual. En Perú , un niño es violado cada dos horas.

No todas estas vejaciones las perpetró un adulto a quien la ley penal peruana podría condenar a pasar el resto de sus días en una prisión. Los casos de adolescentes que cometieron estas vejaciones sexuales contra otros menores son cada día más frecuentes, como ocurrió con Camila, de 4 años, quién apareció muerta el domingo pasado.

Los 10 centros juveniles del país, antes administrados por el Poder Judicial y hoy a cargo del Ministerio de Justicia, albergan a 2 mil 103 adolescentes que cometieron infracciones a la ley penal. La mayoría –un total de mil 3– están internados por robo agravado. La segunda razón por la que menores de edad terminan dentro de estos centros es la violación sexual.

Hasta enero de este año, en estos establecimientos los infractores internados por violación sexual de menores de edad sumaban 249 y otros 199 cumplían medida socioeducativa de internamiento por violación sexual de mayores de 18 años.

El total de adolescentes internados por violación (448) es muchísimo mayor que por homicidio simple (50), homicidio calificado (106), feminicidio (9), parricidio (11) y sicariato (7). Ni sumando todos estos casos se supera la cantidad de ingresos por violación.

Estos adolescentes, explica Rubén Verde, especialista en la Dirección General de Niñas, Niños y Adolescentes del MIMP , entran en un programa de reinserción. Pero “si el adolescente cambia y regresa a un entorno [familiar y social] que no ha cambiado, la probabilidad de que reincida es alta”.

Perfil juvenil

Elmer Salas lleva 20 años evaluando a personas que cometieron toda clase de delitos, incluyendo a quienes atentan contra la libertad sexual de otros. Es psicólogo forense y trabaja en el Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público.

Estos adolescentes son, dice Salas con el rigor de la experiencia, “personas que no controlan sus impulsos, que provienen de familias disfuncionales y que tienen dificultades para entablar relaciones intrapersonales saludables”. Ni en la casa ni en la escuela aprendieron a diferenciar “aquello que es bueno y malo”. Eso –explica el psicólogo– lo aprendemos de los padres, la familia, de la escuela y, en general, la sociedad.

La violencia física experimentada en el entorno familiar antes de los 12 años constituye un importante factor de riesgo para los delitos sexuales , pues “los maltratos a pequeña edad estarían definiendo problemas mayores y más profundos en el desarrollo personal de los sujetos”, concluye el informe “Agresiones sexuales en el Perú”, del Ministerio de Justicia (2019). Para este estudio se aplicó un cuestionario a 111 internos de los centros juveniles de Lima y Marcavalle (Cusco).

A estos adolescentes, explica Salas, se les debe enseñar mecanismos de autocontrol de sus pensamientos, afectos y acciones. Si bien es difícil cambiar la personalidad de un adolescente que ya cometió un crimen, todavía podría aprender a dominar sus impulsos. Para lograrlo, dice el psicólogo, la ayuda de la familia es necesaria.

agv

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