Sin mover fichas sobre los temas clave, la Unión Europea (UE) y el Reino Unido concluyeron la sexta ronda del Brexit.

La falta de progreso compromete las aspiraciones británicas de avanzar en diciembre a la fase en la que se discutirán las relaciones futuras.

Al término de las conversaciones, el jefe negociador de la UE, Michel Barnier, aseguró que de no haber progreso en las próximas dos semanas, no estará en condiciones de recomendar al Consejo Europeo que apruebe el mandato para pasar a la siguiente etapa.

Precisó que no están pidiendo a los británicos entrar en detalles, pero sí “progreso sincero y real” sobre tres asuntos inseparables: los derechos de los ciudadanos europeos en suelo británico, la situación en Irlanda y la factura a pagar a consecuencia de salir de la Unión.

En conferencia ante los medios, Barnier sólo pudo mencionar “algo de proceso” en el tema migratorio, aunque de inmediato matizó, “todavía hay puntos pendientes”; entre otros, sobre reunificación familiar, acceso a beneficios sociales y el papel a desempeñar por parte de la Corte Europea de Justicia.

A diferencia de las rondas anteriores, esta sesión duró sólo dos días en lugar de cuatro.

Barnier recordó que el Reino Unido dejará de pertenecer al club comunitario a la medianoche (hora de Bruselas) del 29 de marzo de 2019.

Los líderes de la UE deberán decidir en la cumbre del 14 y 15 de diciembre, si se han logrado resultados suficientes en las tres cuestiones preliminares para comenzar a hablar sobre las relaciones futuras, incluyendo las comerciales.

La urgencia es cada vez más evidente en la bancada británica, y no es para menos: la salida de la Unión además implica, desde el punto de vista legal, que Londres abandone, de una manera u otra, cerca de mil acuerdos internacionales suscritos por el bloque y miles de actos legislativos comunitarios.

El diplomático británico John Kerr, autor del Artículo 50 del Tratado de la UE, el mecanismo para la salida voluntaria del bloque, asegura que el gobierno británico cuenta con el poder de frenar el proceso en cualquier momento hasta la fecha de salida.

El antiguo representante del Reino Unido ante la UE compara el proceso al de un divorcio: en tanto no se firme las parejas siguen casadas, lo que quiere decir, señala, que “podemos cambiar de opinión en cualquier momento”. Afirma que el régimen de la primera ministra Theresa May está engañando a los ciudadanos, haciéndoles creer que el proceso es irreversible e imparable. May ha dicho que no tolerará tentativas para “bloquear la voluntad del pueblo británico”. Alista un proyecto de ley para evitar que se atrase o suspenda el Brexit.

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