“Hay un clamor generalizado en el país, que la única salida para pacificar Nicaragua y para reconstruir democráticamente este país es la salida del gobierno actual”, aseguró el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Nicaragua, monseñor Silvio Báez.

En entrevista vía telefónica con EL UNIVERSAL, el religioso calificó de “dictadura” al gobierno de Daniel Ortega e indicó que habrá una mesa de diálogo entre el gobierno, la iniciativa privada, la Iglesia y la sociedad siempre y cuando se respeten algunas condiciones previas.

“El futuro es que si resulta este diálogo nacional e incluyente, con una agenda abierta y con la participación de todos los sectores del país, pudiéramos adelantar las elecciones que están para 2021”, expuso.

“Con una participación por primera vez en mucho tiempo, democrática, el pueblo puede expresar su libertad, su decisión y podría construir una nación en la que se respeten los derechos humanos, en donde la justicia y el derecho ocupen un lugar central y donde la libertad en todos sus sentidos: la libertad de expresión, de movilidad, sea respetada. Yo creo que es posible, sin necesidad de injerencia extranjera”, expuso.

Monseñor explicó que la celebración de comicios adelantados podría ser una salida al conflicto, pero enfatizó que “dependen de la buena voluntad de este gobierno que se ha distinguido por ser arrogante, impositivo, intimidatorio, y que ha acaparado todos los poderes del Estado, es una dictadura en todo el sentido de la palabra”.

El papel de la Iglesia nicaragüense en este proceso de diálogo es relevante. El obispo Báez aseguró que la iniciativa privada está esperando el sí de la jerarquía católica para sostener una reunión con las autoridades.

“El gobierno desearía que la Iglesia dijera sí, porque eso les convendría para estabilizar un poco la situación de protestas y de violencia que se ha generalizado”, precisó.

La Iglesia de Nicaragua condicionó su participación en el diálogo a que el ejército regrese a sus cuarteles y deje a la población en paz, además de liberar a los jóvenes que fueron detenidos [condición que se cumplió horas después de realizada esta entrevista], contar con una agenda de diálogo incluyente, es decir, que se aborden todos los problemas sociales y políticos del país, y que los participantes representen a todos los nicaragüenses.

Por la noche, la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) accedió a asistir “en carácter de mediador y testigo” al diálogo convocado por el gobierno.

En rueda de prensa, el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua y presidente de la CEN, dijo que aceptan la propuesta de Ortega “ante las gravísimas situaciones que ha vivido la nación y que se agudizaron en la última semana”; agregó que desean contribuir a “encontrar los senderos de la paz” sobre los principios de justicia, equidad y derecho”.

Las protestas contra la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), que fueron anuladas el domingo por el presidente Ortega tras cinco días de protestas reprimidas por las fuerzas del orden —que dejaron un saldo de 30 muertos—, fue “la gota que derramó el vaso”, expresó Báez.

Explicó que la reforma pasó “a un tercer plano”, ya que la mayoría de los nicaragüenses —en especial los jóvenes— perdieron el miedo y se han manifestado en exigencia de una “democratización del país”.

El obispo Báez dijo que el pueblo nicaragüense exige ahora la salida inmediata de Ortega, presidente desde hace más de 10 años, y su esposa Rosario Murillo, quien ejerce el cargo de vicepresidenta.

“Se busca reconstruir este país que ha sufrido tanto durante más de 10 años a causa de la represión violenta, la intimidación constante, el respeto a los derechos humanos, un lenguaje pseudorreligioso, exotérico, intimidatorio y arrogante que ha mantenido a la población atemorizada”, señaló.

Monseñor espera que se llegue a una solución para Nicaragua en la que todos salgan ganando; de lo contrario, asegura, las consecuencias podrían ser impredecibles.

Comentó que la Iglesia está del lado de los jóvenes y exhortó a la comunidad internacional para hacer presión diplomática.

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