Bruselas.— El presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, hicieron momentáneamente a un lado sus problemas domésticos para refrendar su anhelo de hacer del eje francoalemán el motor de la integración europea.

El simbólico compromiso quedó sellado ayer con la firma del Tratado de Aquisgrán, el cual tiene como punto de partida el Tratado del Elíseo de 1963, signado por los entonces líderes Charles de Gaulle y Konrad Adenauer.

El objetivo es dotar a las relaciones bilaterales de las herramientas para poder afrontar conjuntamente los desafíos emergentes, independientemente de la “química” entre los líderes de ambos países o las dificultades que cada uno pueda enfrentar en casa.

“Con el Tratado de Aquisgrán renovamos el fundamento de la cooperación entre nuestros dos países y reafirmamos el compromiso de afrontar conjuntamente los desafíos de nuestra época”, declaró Merkel durante la ceremonia celebrada en el palacio municipal de la ciudad de Carlomagno, quien fuera rey de los francos.

Destacó la necesidad de actuar ante las amenazas y los retos que supone el nacionalismo, la salida de Reino Unido de la Unión Europea (el Brexit), el cambio climático y la erosión de los instrumentos multilaterales diseñados tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

“Lo que necesitamos es una nueva base para la cooperación en la UE, y como franceses y alemanes tenemos una responsabilidad”, subrayó Merkel.

Siguiendo el mismo renglón, habló Macron en presencia de Jean-Claude Juncker y Donald Tusk, los titulares de la Comisión y el Consejo Europeos.

El fundador de la República en Marcha calificó el tratado de “indispensable” al tiempo que dijo estar convencido de que marcará el inicio de un nuevo capítulo en la cooperación entre los países.

El acuerdo pretende profundizar la integración económica, militar y cultural. Como arranque fija una meta que plantea la implementación de 15 proyectos prioritarios, que van desde la creación de cuatro institutos culturales y una red conjunta de investigación y desarrollo, hasta el mejoramiento de la comunicación ferroviaria y el fortalecimiento de la cooperación dentro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Esto último generó reacciones en contra. La líder de partido de extrema derecha rebautizado con el nombre de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, quien está en campaña con miras a las elecciones europeas de mayo, acusó a Macron de poner en venta la soberanía del país.

Para la hija del xenófobo Jean Marie Le Pen, la intención final de Macron con este tratado es compartir con Berlín el asiento permanente que tiene su país en el máximo órgano de las Naciones Unidas.

Sus declaraciones obligaron una aclaración del gobierno: “Francia no compartirá su asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU con Alemania... ni con nadie”, respondió la oficina del Eliseo en un comunicado.

Por otra parte, Donald Tusk consideró que la Unión Europea necesita resucitar su fe en el sentimiento de unidad y solidaridad, “y creo que una mayor cooperación franco-alemana servirá a éste objetivo”.

En tanto que para el eurodiputado del Grupo de Conservadores y Reformistas, Jan Zahradil, el acuerdo de Aquisgrán confirma el temor de que una vez que Gran Bretaña abandone el bloque, Alemania y Francia no tendrán contrapeso para imponer su agenda frente al resto.

“La UE debe trabajar en el interés de todos sus Estados miembros, no solo de los dos más grandes”, acusó el eurodiputado checo.

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