Bagdad.— Irak vivió ayer una de las jornadas más sangrientas en dos meses de protestas contra el poder, con la muerte de 40 manifestantes, principalmente en el sur, donde los inconformes prendieron fuego a edificios públicos. La sangrienta represión de las fuerzas del orden contra los manifestantes llevó al primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, a destituir al comandante militar que había nombrado horas antes para restablecer el orden en Nayaf (sur), donde manifestantes incendiaron el consulado de Irán.

La ciudad estaba bajo toque de queda rodeada por las fuerzas de seguridad. Desde el inicio del movimiento, el 1 de octubre, suman 380 muertos y 15 mil heridos, de acuerdo con un saldo elaborado por la AFP a partir de fuentes médicas y policiacas.

El sonido de disparos desde la mañana no cesó en Nasiriya, donde las fuerzas de seguridad trataban de poner fin a la desobediencia civil y recuperar dos puentes que los manifestantes ocupan desde hace tres días. Combatientes tribales cortaron la carretera que une a Bagdad.

En Nasiriya, de donde es oriundo el primer ministro, 25 manifestantes murieron y más de 250 resultaron heridos en unas horas, según fuentes médicas. Mostrando que no tienen miedo de la represión, miles de personas desafiaron el toque de queda y desfilaron en un cortejo fúnebre.

Antes que Nasiriya, Nayaf había decretado toque de queda después de los disturbios del miércoles en los que centenas de manifestantes, a los gritos de “Fuera Irán” y “Victoria a Irak”, quemaron el consulado. La Comisión de Derechos Humanos denunció “el uso excesivo de la fuerza” en un comunicado.

Con unas autoridades cercanas a Irán, Bagdad acusa a personas “ajenas a las manifestaciones legítimas” de querer “socavar las relaciones históricas entre los dos países” con el incendio del consulado iraní de Nayaf.

En Teherán, el ministerio de Relaciones Exteriores iraní reclamó una “acción decisiva, eficaz y responsable contra los agentes destructores y los agresores”. En dos meses de manifestaciones, los iraquíes no esconden en las calles su ira contra su vecino.

Los manifestantes consideran que el sistema político instaurado por los estadounidenses que derrocaron el régimen de Sadam Hussein en la invasión de 2003, está agotado. Sobre todo, por la influencia creciente de Irán. Los iraquíes reclaman una reforma profunda del sistema político.

Mientras tanto, la vida en el país está casi paralizada. En el sur, los colegios permanecen cerrados desde hace semanas.

En las calles y en las autopistas, los manifestantes dejan clara su rabia con espesas nubes de humo negro: queman neumáticos para tratar de bloquear y afectar al gobierno.

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