Madrid.— Finalmente, interpretaron una estampa que parecía sacada del baúl de la historia. Unos 300 seguidores de Francisco Franco se congregaron en las proximidades del cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, para recibir los restos del dictador con himnos, plegarias y vivas a España.

A pesar del frío reinante en esta pequeña localidad del norte de Madrid, los nostálgicos del franquismo aguantaron más de seis horas de pie, convenientemente custodiados por la policía y a unos 400 metros de distancia de las puertas del cementerio, donde fueron relegados luego de que las autoridades prohibieran las manifestaciones contra la exhumación de Franco, a la que se oponía también la familia del militar.

Aun así, los admiradores del dictador se dejaron ver por el lugar envueltos en banderas españolas y portando símbolos falangistas de épocas muy pasadas, además de pancartas de agradecimiento a Franco para acompañar a la distancia los restos de quien fuera Caudillo de España por la gracia de Dios, el mismo que abandonó la Basílica del Valle de los Caídos a hombros de sus familiares, en el féretro en el que fuera enterrado 44 años atrás.

“Están prohibidas las manifestaciones, pero no vamos a cargar contra ellos para disolverlos. Eso sí, se propondrá una sanción”, aseguraba uno de los agentes, mientras sorteaba una de las vallas de seguridad que jalonaban la zona.

Personas mayores en su gran mayoría, los franquistas recelaban de la prensa por considerar que maltrata al dictador.

Francisco Franco, el segundo entierro del dictador
Francisco Franco, el segundo entierro del dictador

Precisamente lo contrario de lo que deseaban los simpatizantes de Franco, entrevistados por EL UNIVERSAL, que prefirieron el anonimato para definirse simplemente como “ciudadanos españoles”.

“Es una infamia, esto no se hace con ninguna persona muerta; estoy aquí para rendir tributo a nuestro Caudillo, el generalísimo; me mueve el sentimiento por la patria y mi rechazo a una actitud miserable; estamos aquí para decir ¡basta!, porque los españoles no podemos más; es vergonzoso que la izquierda utilice el cuerpo de un muerto como arma política”, fueron algunos de los comentarios de los indignados por el traslado del militar que salió victorioso de la guerra civil española (1936-1939), tras encabezar un golpe de Estado contra el gobierno de la República.


El despliegue policial alrededor del cementerio, con sucesivos controles de seguridad, mantuvo a raya a los franquistas que sólo protagonizaron una pequeña trifulca con los periodistas; y también inhibió a la prensa, recluida en una parcela frente a la puerta del camposanto y constantemente monitoreada en sus desplazamientos por la zona.

Con la televisión oficial emitiendo en directo las imágenes no vetadas de la exhumación, los restos de Franco llegaron a Mingorrubio a bordo de un helicóptero Super Puma que invirtió 15 minutos en recorrer el trayecto que separa el Valle de los Caídos de esta localidad. Minutos después del aterrizaje, el féretro ingresaba en el cementerio a bordo de un coche fúnebre para ser reinhumado en el panteón familiar de los Franco en una ceremonia íntima, misa incluida, a la que sólo asistieron los allegados y algunas autoridades.

Mientras los gritos de los franquistas decaían a medida que concluía el proceso de reinhumación, cientos de personas de signo contrario se preparaban en la Puerta del Sol de Madrid y otras plazas españolas para, horas más tarde, festejar a ritmo de baile y brindis con champagne el traslado de los restos del dictador. Todas ellas convocadas por los Foros por la Memoria Histórica con un mordaz hashtag: #AMoverElEsqueleto.

El arribo de los restos de Franco al cementerio municipal de Mingorrubio inquieta a los vecinos de El Pardo, quienes temen que el peregrinaje de franquistas a su tumba altere la tranquilidad de este pequeño pueblo ubicado a unos 13 kilómetros de Madrid donde el dictador tuvo durante años su residencia oficial. La exhumación de Franco costó más de 65 mil dólares que asumirá íntegramente el gobierno español, cuyo presidente en funciones, Pedro Sánchez, dijo que con ella se pone fin a una “afrenta moral”.

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