Bruselas

El 22 de agosto de 1968, Josef Koudelka se sumó a la movilización convocada en el corazón de Praga para denunciar la ocupación de la entonces Checoslovaquia, iniciada dos días antes por la Unión Soviética (URSS), la República Democrática de Alemania, Bulgaria y Hungría.

Pero a diferencia del resto de los manifestantes, el ingeniero aeronáutico no se armó con banderas, aerosoles o pancartas con leyendas como. “Ni una gota de agua, ni un trozo de pan a los ocupantes”, “Bien hecho, chicos. Hitler”, y “URSS, vete a casa”. El hombre se plantó en la Plaza de Wenceslao, ocupada por blindados, armas de alto poder y soldados con miradas duras y desconcertadas, sólo portando su cámara.

Cinco décadas más tarde, ese trabajo realizado durante los dramáticos siete días (del 20 al 26 de agosto) que marcaron la vida en Checoslovaquia en los años venideros puede verse en la exposición que el Centro Cultural de la Comunidad Francesa, Botanique, en Bruselas, dedica a la Primavera de Praga en 1968.

“Gracias a las fotografías de Koudelka es posible recuperar el carácter humano de ese conflicto histórico colocándolo en el centro del movimiento”, dice a EL UNIVERSAL Grégory Thirion, responsable de departamento de exhibiciones del Botanique. “A través de esta exposición es posible revivir esos momentos difíciles y recordar el sentir de los involucrados”, declara.

La muestra recupera la simbólica lección de aquel 22 de agosto, en la que se demostró que la razón y la calma pueden prevalecer incluso en días de ocupación militar exterior. “El comportamiento de los habitantes de Praga fue ejemplar al evitar la confrontación, un acto digno de inspiración. “Hoy más que nunca es importante recuperar el valor de la historia, los jóvenes tienden a despreocuparse del pasado”, indica.

Las más de 150 fotografías que integran la muestra se centran principalmente en la convocatoria realizada en la Plaza de Wenceslao y cuyo desenlace marcó un antes y después en una crisis desencadenada, según Moscú, por “la emergente amenaza al sistema socialista por parte de fuerzas contrarrevolucionarias apoyadas por hostiles actores extranjeros”. El lente de Koudelka se encarga de acercar al espectador a un punto decisivo de la crisis.

Rememora el momento en el que una gran multitud, en su mayoría jóvenes, había acudido a la zona sitiada por fuerzas militares invasoras para realizar una protesta multitudinaria, el pretexto ideal para acabar con el movimiento y justificar la agresión por parte de países que supuestamente eran aliados.

Por las imágenes pasan horas cruciales, tropas avanzando en medio de una marea de personas perplejas, hasta culminar con la lenta y discreta disolución de la marcha, dejando la emblemática explanada en calma y en manos de los tanques. El material visual deja la sensación de que la razón triunfó, al tiempo que evidencia el acto de agresión en contra de un movimiento pacifista que aspiraba a abrir espacios de libertad y expresión al interior del comunismo. Si bien Koudelka no fue el único que documentó los hechos, los expertos aseguran que ningún otro fotógrafo logró capturar con tal intensidad los acontecimientos. La obra, que llevó al hombre a convertirse en apátrida y buscar asilo en Inglaterra, es recordada en la capital de Europa, como un símbolo de la lucha por las libertades fundamentales.

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