entrará a un “shock”, un severo e impactante ajuste económico decorado de socialista o comunista al que se le ocultó su rostro neoliberal o derechista.

Atrapada en un creciente desasosiego social, Cuba encarecerá servicios públicos y bienes básicos con riesgos de mayor desencanto popular, en un plan que remitió a la rigurosa ruta macroeconómica que el presidente de Argentina, el ultraderechista Javier Milei, anunció el mes pasado para atacar las distorsiones financieras argentinas.

Con salarios con escasa capacidad adquisitiva y de un máximo de unos 12 dólares al mes, el régimen comunista cubano incrementará las tarifas de electricidad y gas licuado, desde el primero de marzo, y de gasolina y diésel, a partir del primero de febrero, en un proceso que arrinconará a los más de 11 millones de cubanos en la mayor crisis socioeconómica del siglo XXI.

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Con la medida, anunciada el 8 de este mes y seguida el 9 por un aviso de aumento en tarifas del transporte (autobuses y ferrocarriles), sobrevoló una duda. Tras pagar las alzas tarifarias, ¿cuánto les quedará a los cubanos de sus sueldos para comprar medicinas, alimentos, jabones, champú, pasta de dientes, desodorante, detergentes, papel higiénico, cuadernos, lápices, libros y ropa o viajar ida y vuelta a diario en autobús al trabajo?

“Parece que el régimen está buscando que el pueblo cubano vuelva a salir a las calles a protestar y a reclamar”, afirmó la disidente cubana Berta Soler, lideresa de Las Damas de Blanco, grupo opositor creado en 2003 por parientes de presos políticos e ilegal en un país donde están prohibidas las organizaciones independientes al Partido Comunista de Cuba (PCC), único legal.

“El régimen empobrece mucho más al pueblo de Cuba”, dijo Soler a EL UNIVERSAL desde La Habana, al rememorar las protestas antigubernamentales de julio de 2021 que exigieron libertad, democracia y final del comunismo.

“Nosotros los cubanos somos los que tenemos que ponerle fin a esto”, advirtió, en una alusión a los 65 años del sistema revolucionario que se instaló en Cuba en enero de 1959.

A diferencia de Argentina, donde hay partidos políticos opositores de centro y de izquierda y agrupaciones sindicales, empresariales, campesinas y de otros gremios que ya se movilizaron para protestar contra el plan de Milei, la situación cubana se mostró inamovible: las decisiones del PCC se acatan… o se acatan y sin derecho a debate, protesta, reclamo o rechazo.

Distinto a Argentina, la revolución comunista se escudó en el bloqueo económico que Estados Unidos le impuso en 1962. La Habana se declaró sin opción de financiar su comercio exterior, pero quedó registrado que, tras la emergencia sanitaria de 2020 a 2022 por la pandemia del coronavirus, la revolución prefirió comprar patrullas y automóviles de alquiler para turistas extranjeros que ambulancias para los hospitales.

Cuba justificó sus problemas en el acoso de EU y negó que haya fracasado el modelo socialista de economía predominantemente estatal que proclamó en 1961.

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En un reflejo de su frágil y deteriorado aparato agropecuario e industrial luego de seis décadas y media de revolución, Cuba confirmó que debe importar el 80% de su consumo anual de alimentos y paga unos 2 mil millones de dólares al año en ese rubro. Cuba admitió que solo pudo pagar 600 millones de dólares en 2023 para cubrir apenas un tercio de sus necesidades de díesel.

Al anunciar el 20 de diciembre pasado que este mes se revelaría parte del ajuste, el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, refutó—sin citar directamente a Milei—toda comparación con el “shock” de Argentina u otros países y aclaró que “las medidas a tomar no constituyen un paquetazo neoliberal, como han pretendido divulgar nuestros adversarios”.

“Van dirigidas a corregir las distorsiones detectadas, para así crear condiciones que marquen una tendencia más acelerada en la economía, dar mayor protección social a las familias y personas en situación de vulnerabilidad”, subrayó.

Una meta es “asegurar una distribución más justa y equitativa de la riqueza que se cree” y otra es “recuperar equilibrios macroeconómicos no logrados por la situación que atraviesa la economía nacional”, planteó.

Con el tipo de cambio oficial a 120 pesos (moneda cubana) por dólar, un dato exhibió la profundidad del choque aplicado por el PCC. Aunque los sueldos seguirán sin aumentar, un litro de gasolina regular o de diésel regular subirá 428% al pasar 25 pesos a 132 pesos o 266% de 30 centavos de dólar a un dólar y 10 centavos y a un aproximado al 13% de un salario de 12 dólares.

También aumentarán las restantes gasolinas, las variantes de diésel, el gas licuado y la electricidad. El régimen proyectó una inflación de 30% en 2023 con 39% de 2022.

El peso sufrió una acelerada devaluación en 2023 en el mercado informal y, según datos actualizados, llegó a unos 270 pesos por dólar.

Ligado a centros de estudio de la revolución, el economista cubano Pedro Monreal anticipó el lunes anterior en X (antes Twitter) que “la inflación (…) de febrero en Cuba promete”.

Aunque los precios internacionales del petróleo y del gas son en 2024 “menores” que hace un año, recordó que el subsidio estatal a electricidad y gas licuado “usualmente” fue “de gran escala en Cuba” y pronosticó que el aumento en gasolina regular impactará “en otros precios y tarifas”.

Todo será por el “shock” en Cuba.

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