Bruselas.-

Ocupar un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas siempre es relevante, pero instalarse en el bienio 2021-2022, como aspira México , resulta aún más trascendental, considerando que ese periodo reflejará la herencia de la pandemia, los resultados de las elecciones presidenciales estadounidenses del 3 de noviembre, los impactos del Brexit y la creciente rivalidad entre dos superpotencias, China y Estados Unidos.

“Ser socio del Consejo de Seguridad es importante, principalmente para países pequeños y medianos, al ofrecer una plataforma para proyectar su política exterior y de seguridad internacional”, dice a EL UNIVERSAL Elena Lazarou, investigadora asociada Real Instituto de Relaciones Internacionales británico, conocido como ChathamHouse.

Una evaluación similar hace en entrevista con este diario Sven Bishop, director del Programa Europa en el Mundo del Real Instituto de Relaciones Internacionales de Bruselas, Egmont, al destacar que “siempre es relevante formar parte del Consejo de Seguridad, independientemente de crisis coyunturales como la detonada por la pandemia”.

En la sesión 74 de la Asamblea General de Naciones Unidas que tendrá lugar el 17 de junio, se nombrarán a los cinco miembros no permanentes del Consejo de Seguridad que iniciarán funciones el 1 de enero de 2021 por un periodo de dos años.

Debido a la pandemia por coronavirus, la elección por votación secreta tendrá lugar sin sesión plenaria. Está previsto que presenten candidaturas la India, Kenia, Yibuti, Canadá, Irlanda, Noruega y México.

La votación tendrá lugar en un momento particularmente complejo debido a que el Consejo de Seguridad ha sido fuertemente criticado por no asumir un papel de liderazgo en la crisis del covid-19.

Por tensiones entre Washington y Pekín , quedó en el tintero una declaración de “cese general de hostilidades” dirigida a facilitar la lucha contra la pandemia y las labores humanitarias en naciones en crisis o en guerra.

“Ante una crisis de tal magnitud como la generada por la pandemia, las principales organizaciones multilaterales debieron haber asumido una postura firme. Era el momento indicado, pero el Consejo de Seguridad fracasó. Lo que es una señal de la época, del gran problema de tener dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad en abierta rivalidad geopolítica. El poder de veto de Estados Unidos y China está resultando en un bloqueo”, sostiene Lazarou.

“En este momento el mundo no está mirando hacia el Consejo de Seguridad en busca de soluciones, orientación, dirección”.

Candidatura azteca

La elección de los asientos no permanentes suelen darse en el contexto de una delicada partida de ajedrez internacional.

“Los nombramientos siempre son impredecibles, al final los intereses nacionales prevalecen”, asegura Bishop.

Aunque para Lazarou la candidatura mexicana tiene elevadas probabilidades de prosperar, al contar con el apoyo de la región latinoamericana y de algunas naciones subdesarrolladas.

Además, sostiene que la contienda por el escaño latinoamericano tiene lugar en un momento en que no es foco de controversia. “América Latina regularmente es olvidada en el contexto de la política global”.

“No creo que Andrés Manuel López Obrador tenga la mejor imagen de hacer política internacional, pero al tratarse de un asiento latinoamericano, no haber otros contendientes, y porque francamente no hay ningún líder latinoamericano que goce de popularidad en el extranjero, México obtendrá el asiento”.

Consejo de la ONU, el reto para México
Consejo de la ONU, el reto para México

Juan Ramón de la Fuente, representante permanente de México ante la ONU. Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL

Expectativas

Los investigadores ven en la candidatura de México una oportunidad para defender la cooperación internacional en tiempos de gran hostilidad hacia los instrumentos multilaterales.

“Necesitamos países como México, en línea con el multilateralismo y la defensa de un mundo basado en normas y reglas”, indica Bishop.

El autor de “Estrategia Europea en el Siglo 21”, considera que la reputación y experiencia acumulada (ha tenido asiento en 1946, 1980, 2002 y 2009), hacen de México un socio confiable y que puede desempeñar un papel constructivo en un momento en que el mundo es testigo de la mayor rivalidad registrada entre dos potencias desde la Guerra Fría.

Sostiene que para contribuir a una atmósfera de cooperación colectiva, no hay que elevar demasiado las expectativas, sino elegir una serie de temas en los que se pueda desempeñar un papel relevante.

“Tener uno de los grandes de América Latina ocupando un asiento del Consejo de Seguridad puede marcar la diferencia si así lo desea”, sostiene Lazarou.

“Si México, un país con influencia regional y miembro del G-20, aspira a una política exterior más activa, éste asiento ofrece la plataforma para hacerse escuchar”.

“Pero es difícil anticipar cuál será su participación, la política exterior de AMLO ha sido difícil de entender más allá de migración y las relaciones con Estados Unidos”.

De asumir un compromiso constructivo, México podría tener una participación sustancial en aquellos ámbitos detonantes de conflicto e inestabilidad, como cambio climático, seguridad alimentaria, delincuencia, mujeres y paz.

“Si la diplomacia mexicana se compromete con estos asuntos podría generar agenda y proyectar su imagen”, indica la investigadora.

Turbulencias

Quien llegue a ocupar uno de los prestigiosos asientos del Consejo de Seguridad se topará con una agenda exterior altamente turbulenta.

Independientemente del inquilino en la Casa Blanca, las relaciones entre Estados Unidos y China no mejorarán.

“La clave será evitar que ésta rivalidad escale, porque incluso, ante un eventual triunfo demócrata en Estados Unidos, la rivalidad no desaparecerá. Será fundamental conservar el actual orden mundial”, asegura Bishop.

Para el siguiente periodo, a la Unión Europea le quedará solo Francia como socio permanente en el órgano encargado de mantener la paz y seguridad en el mundo, ante la retirada de Gran Bretaña.

Bishop no prevé que Londres adopte su propia agenda internacional, aunque queda por ver cómo se comporta cuando la UE y EU, no estén en la misma sintonía.

“Donald Trump ha debilitado la cohesión en occidente y esa tendencia se profundizará (si gana un segundo mandato)”.

También están las secuelas económicas de las medidas de confinamiento implementadas para frenar el covid-19.

Una de las funciones principales del órgano es el establecimiento de la paz a través del despliegue de fuerzas armadas bajo bandera de la ONU; pero la presión financiera desencadenada por el desplome del crecimiento económico podría comprometer recursos destinados a la estabilidad en distintos puntos del planeta.

“Uno de los desafíos será mitigar los efectos del cambio climático y la pandemia. Es de esperar que tras la actual crisis aumente la pobreza entre las naciones menos favorecidas, habrá más guerras y migración”, indica Bishop.

Para Lazarou, otro gran desafío será encontrar un modus operandi, una manera de funcionar en medio del nuevo ambiente geopolítico caracterizado por el antagonismo entre Estados Unidos y China y la polarización entre los cinco grandes (Rusia, Francia y Gran Bretaña).

“La labor de los socios no permanentes será identificar resoluciones que no sean vetadas por China o Estados Unidos”.

“Tampoco debemos olvidar la crisis de fe en el multilateralismo y Naciones Unidas, exacerbada por el coronavirus. No sabemos cuál será el desenlace del escepticismo en la opinión pública sobre la utilidad de las instituciones globales, su relevancia y capacidad para estar a la altura al entorno actual”.

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