El crecimiento de las simpatías hacia el ultraderechista Jair Bolsonaro, por parte de los votantes en Brasil, es consecuencia de un mal manejo de la economía, un aumento en la violencia y los escándalos de corrupción que han rodeado tanto a gobiernos de izquierda como de derecha, considera Scott Mainwaring, profesor de la Universidad de Harvard y una de las voces más autorizadas en los estudios de la democracia brasileña.

En entrevista desde la Escuela de Gobierno de Harvard, señala que el inminente triunfo de Bolsonaro en las elecciones presidenciales de mañana representará un retroceso democrático en Brasil y un riesgo a los derechos humanos de minorías.

Hace apenas unos años, Brasil era un ejemplo para el resto de América Latina y muchos líderes de izquierda veían en Lula a un modelo a seguir. ¿Hay alguna lección particular para los partidos de izquierda en la región?

—La más importante es “no conviertan al Estado en una maquinaria gigantesca de corrupción”. Eso es lo que pasó en Brasil. El mundo admiraba a Lula, Brasil admiraba a Lula, pero una vez que los escándalos de corrupción salieron a la luz, el mundo no lo admira más, incluso muchos en Brasil ahora sienten repudio. Es una historia muy triste.

¿Puede considerarse el descrédito del PT como la principal causa del crecimiento de Bolsonaro?

—No. Creo que son varias cosas. Es el completo descrédito del PT en una amplia parte de la población, debido a un mal manejo de la economía, aumento en la violencia y los escándalos de corrupción. Pero es también el descrédito del establishment de la derecha, de las fuerzas tradicionalistas, de centro y conservadoras, por las mismas razones. Los escándalos de corrupción salieron a la luz durante los gobiernos del PT, pero la derecha estuvo profundamente implicada, también el actual gobierno estuvo profundamente implicado.

¿Cuál es el verdadero efecto que un triunfo de Bolsonaro puede tener en la democracia de Brasil?

—En el corto plazo será algo muy malo para la democracia. Es un hombre que explícitamente apoya la tortura, los asesinatos extrajudiciales y que desdeña a los derechos humanos.

Mainwaring acota que buena parte del respaldo a Bolsonaro es un voto de castigo hacia el PT. Explica que muchos de sus simpatizantes confían en que podrá tener un mejor desempeño en materia económica, anticorrupción y de combate al crimen que los últimos gobiernos; sin embargo, precisa que en cuestión de seguridad la plataforma de Bolsonaro es ridícula: “Una parte de lo que ha propuesto hasta ahora es que más ciudadanos carguen consigo una arma; esa no es sino una receta para aumentar la criminalidad y los asesinatos”.

¿Resistirán las instituciones democráticas brasileñas los impulsos autoritarios de Bolsonaro si llega al poder?

—Es altamente probable que se dé cierta forma de erosión democrática, lo que significa una menor protección de los derechos democráticos. Han existido casos sobre violencia de votantes proBolsonaro a periodistas. El discurso homofóbico, sexista y racista de Bolsonaro es alarmante bajo cualquier estándar. Cualquiera que se muestra a favor de muertes extrajudiciales está a favor de la abrogación del debido proceso. Bolsonaro representará una erosión a estas garantías. Líderes con un perfil autoritario que ganan elecciones son capaces de erosionar y someter a las instituciones.

Para Mainwaring no hay evidencia de cómo actuarán el sistema judicial, el Congreso o ciertos mecanismos de rendición de cuentas, pero espera que en los estados donde gobierna la oposición haya menos erosión en los derechos y cierta capacidad para contener a Bolsonaro.

¿Cree que el fenómeno Bolsonaro sea particular de Brasil o que, a partir de su éxito, puede exportarse en la región?

—No sé qué tanta influencia Bolsonaro tendrá en la región, pero hay una larga tradición de populismo autoritario en América Latina. Algunas veces en la izquierda, ahí incluiría a Hugo Chávez y [Nicolás] Maduro como los peores ejemplos. Son pocos los países en los que el populismo no es algo latente, pero son, precisamente, los países con instituciones democráticas más consolidadas, y son también —no por coincidencia— los países con mejor desempeño gubernamental: Chile, Uruguay, Costa Rica.

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