La ofensiva de Turquía en el noreste de Siria contra las milicias kurdas, bautizada irónicamente como “Primavera de Paz”, amenaza con dar una nueva dimensión a la guerra que el país árabe padece desde 2011, en una región donde no cesa el riesgo de un conflicto generalizado por la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán.

Pese a que republicanos y demócratas en Estados Unidos, además de socios de Wa-shington como Francia, Israel y Noruega han criticado duramente la invasión turca y cesaron la venta de armas para el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan, lo cierto es que esta campaña bélica, como las que la precedieron en 2016 y 2018 en la misma zona, tiene el aval de la Casa Blanca y de Rusia, la otra superpotencia determinante en el futuro de Siria.

La razón obedece a múltiples factores, que van desde la necesidad del presidente estadounidense, Donald Trump, de cumplir su promesa de reducir el intervencionismo en el exterior —mientras está bajo riesgo de destitución (impeachment) por la supuesta ayuda política ilegal que recibió de Ucrania, rumbo a la campaña electoral de 2020—, hasta el reconocimiento tácito de que el mandatario sirio, Bashar al-Assad, ganó la guerra y seguirá en el poder.

Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) y su brazo militar, las Unidades de Protección Popular (YPG) kurdas, se levantaron contra Al-Assad en el marco de la rebelión sobre su gobierno y a partir de 2015 estrecharon la alianza con EU, que les proporcionó armas, respaldo aéreo y asesores frente al Estado Islámico (EI), Al-Qaeda y el Frente Al Nusra, entre otros grupos terroristas apoyados por Turquía y Arabia Saudita.

El éxito en el campo de batalla de las SDF —una coalición de kurdos, árabes y asirios nacionalistas y comunistas— al costo de más de 10 mil vidas, contribuyó a fortalecer las esperanzas kurdas de lograr un Estado independiente a lo largo de sus cantones en la frontera sirio-turca, que sería bautizado como Rojava.

Las SDF fueron clave para capturar en 2018 Raqqa, la capital del “califato” del EI que llegó a cubrir parte de Siria e Irak; no obstante, Turquía considera a los nacionalistas kurdos, que también están presentes en Irán, como un riesgo para su integridad territorial y el peso del país euroasiático, miembro de la Alianza Atlántica, se impuso en los cálculos estratégicos de la Casa Blanca igual que en los años 90, cuando la OTAN ignoró el aplastamiento de la rebelión kurda en el norte de Irak por parte del presidente Saddam Hussein.

Erdogan teme que el surgimiento de un Estado kurdo independiente en Siria o Irak aliente el separatismo de la población kurda de Turquía (14 millones de personas), la más numerosa de la región y que ya en los años 80 simpatizó con la guerrilla del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), considerada una organización terrorista por Ankara, la Unión Europea y EU.

Hasta ayer, los planes de Erdogan marchaban de acuerdo a lo establecido, ya que las fuerzas turcas y yihadistas del llamado Ejército Nacional Sirio, con 14 mil efectivos, tomaron unas 200 poblaciones y liquidaron a más de 400 milicianos kurdos, a fin de crear un “corredor de paz” de 30 kilómetros de ancho en la frontera, donde se asentarían 3.6 millones de refugiados sirios que Ankara ha recibido desde que estalló la guerra.

Por supuesto, la presencia de árabes sunitas, turcomanos y cristianos que han resentido el dominio kurdo fortalecerá la influencia turca en la zona con menos de un millón de habitantes, rica en petróleo y que no ha sido abandonada por Washington, que sólo replegó a sus 2 mil tropas en Siria para no interferir en el ataque y evitar incidentes como el reportado el fin de semana, cuando soldados estadounidenses y franceses resultaron heridos por bombardeos turcos en la ciudad de Kobani.

Derrota separatista

Para Damasco, que el 28 de noviembre ofrecerá a la oposición nuevas reformas constitucionales durante la conferencia programada en Astaná, Kazajistán, la dolorosa derrota de los kurdos no es negativa a corto plazo, pues ya en control del territorio donde vive más de 70% de los sirios, le permitirá concentrarse en recuperar Idlib, el último bastión de importancia en manos del EI gracias al apoyo turco.

Sin embargo, ante el riesgo de que la ocupación de Ankara se prolongue, ayer la administración kurda en el noreste afirmó que llegó a un acuerdo con Damasco para que el ejército sirio se despliegue en la frontera y Kobani en un plazo de 48 horas.

Unidades sirias entraron la tarde del domingo a Manbij, localidad en la provincia de Alepo a 60 kilómetros de Kobani, reportaron fuentes citadas por la emisora libanesa al Mayadeen. Para las SDF, apuntaron especialistas como Elijah J. Magnier, la disyuntiva pasaba por reconciliarse con el gobierno de Al-Assad o escapar a la destrucción y tratar de reasentarse con su comunidad en el Kurdistán autónomo del norte iraquí.

La operación “Primavera de Paz” ha captado la atención mundial sobre Medio Oriente, pero el anuncio el viernes de que el Pentágono enviará casi 2 mil soldados más a Arabia Saudita, junto a aviones de combate y baterías antibalísticas, devuelve los reflectores al golfo Pérsico, donde persiste el peligro de un choque entre Riad e Irán.

Justo el viernes, dos misiles de origen desconocido alcanzaron a un buque tanque iraní, el Sabiti, a unos 95 kilómetros del puerto saudita de Jeddah, en un nuevo caso de los ataques a la navegación que se han registrado en la zona, donde además una incursión de drones suicidas de los rebeldes hutíes yemeníes a las plantas petroleras de Abqaiq y Khurais, en Arabia Saudita, paralizó en septiembre su producción y causó la mayor alza de precios del crudo desde 1991.

Alí Rabei, vocero del gobierno de Teherán, denunció el “cobarde ataque” a la nave y una investigación al respecto. Cabe resaltar que luego del bombardeo a sus instalaciones petroleras, Arabia Saudita y EU aseguraron que también se utilizaron misiles de crucero de origen iraní, que probablemente se lanzaron desde ese mismo país o Irak, donde operan milicias chiítas afines.

Confrontados a partir del triunfo de la revolución islámica en Teherán en 1979, Irán y Arabia Saudita libran con sus respectivos aliados una lucha que va de Siria, donde la milicia chiíta libanesa del Hezbolá también respalda a Al-Assad, a Yemen, el empobrecido país donde los houthis, una secta similar al chiísmo, resisten desde hace cinco años la invasión saudí-emiratí que desató la peor catástrofe humanitaria global.

Príncipe heredero

Los reveses sufridos por Riad en su propio territorio y Yemen, no obstante, parecen haber convencido al líder de facto saudita, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, de la conveniencia de buscar el diálogo y la distensión por el enorme daño que una guerra generalizada causaría a sus naciones y la economía mundial.

Bin Salman incluso estaría dispuesto a estudiar la propuesta houthi de cese al fuego, al tiempo que el primer ministro pakistaní, Imran Khan, manifestó durante la Asamblea General de Naciones Unidas que Trump y Bin Salman le pidieron mediar para una negociación con Irán sobre asuntos bilaterales y la guerra en Yemen.

La cancillería paquistaní, no obstante, negó que Bin Salman haya enviado una carta con la petición de ayuda a Khan, si bien destacó que su gobierno apoya los esfuerzos “para asegurar la paz en la región”.

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