Miami

“Cuando estaba dormida me aventaba cosas para lastimarme y despertarme. Muchas noches no pude dormir, sólo veía cómo se reía y se quedaba dormido”, describe a EL UNIVERSAL Andrea, una venezolana víctima de la violencia a manos de su marido.

“Teníamos poco tiempo de casados y comenzó a comportarse muy agresivo, como si yo le hubiera quitado algo. Nunca voy a terminar de entender qué le sucedió, pero su agresión verbal y sicológica cada día iba en aumento y después también fue financiera porque dejo de darme el dinero para la comida”, cuenta Andrea, quien prefiere no revelar su nombre real y tiene un hijo. Su expareja es residente legal en Estados Unidos, pero nunca hizo nada para ayudarla a obtener sus papeles legales como su esposa aquí en Miami.

“Llegó un punto en el que sabía que podía matarme”, recuerda Andrea. “Incluso llegó a golpearme en la cara algunas veces cuando se molestaba y estando en la calle también”. La situación se prolongó alrededor de un año. A la violencia física se sumaban las amenazas de entregarla para ser deportada. “Me decía que me iba a sacar del país, que me iba a deportar”, detalla.

“Ya la última vez me maltrató, agarró un cuchillo y empezó hacer la finta de que me lo enterraba y me dijo que me iba a cortar en pedazos y que me iba a tirar al río”. En ese momento fue cuando ella tomó la decisión. “No voy a esperar más. Pensé: ‘Es probable que lo haga y no voy a esperar a que lo haga’. Ya ahí sí dije: ‘No puedo más’”.


Andrea denunció la amenaza de muerte en 2018 y su pareja no sólo fue detenido, sino que recibió una orden de un juez para que no se le acercara. “Yo no sabía que las leyes de este país me podían proteger y menos que por lo que me hacía [mi pareja] podían darme una visa que me ayudara a quedarme sin problemas legales”, narra.

En Estados Unidos es difícil que un agresor evada las leyes, especialmente cuando la víctima coopera con las autoridades.

“Aprendí que no es lo normal en una relación de pareja y también que en este país tienes derechos, aunque no tengas papeles [para vivir legalmente]. Gracias a Dios perdí el miedo que tenía; o mejor dicho, lo superé y hablé con la policía”. Andrea se enteró de que podía aspirar a una visa para vivir en Estados Unidos y, pasados tres años tramitar su residencia legal y luego su ciudadanía.

De acuerdo con la National Domestic Violence Hotline, fundación no lucrativa, en parte financiada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, una de cada cuatro mujeres mayores de 18 años ha sufrido un tipo de abuso violento de diversos tipos. De este 25% alrededor de 12% es de origen hispano. El otro dato significativo es que alrededor de la mitad de las mujeres y de los hombres que viven en la Unión Americana, sin importar su origen étnico, nacionalidad, país, creencia religiosa o preferencia sexual, ha sido víctima de violencia sicológica y verbal.

En contraparte, uno de cada cinco hombres mayores de 18 años sufre algún tipo de abuso doméstico violento en dicho país.

Según los datos de la fundación, el rango de edad de las mujeres que sufren violencia doméstica va de los 18 hasta los 49 años. Se sabe de manera extraoficial que los menores de edad, hombres y mujeres, que forman parte de este tipo de familias disfuncionales, suman cientos de miles.

“Es muy importante que las personas que estén viviendo un infierno con su pareja, pidan ayuda, orientación; es importante que sepan que aquí [en Estados Unidos] las cosas son diferentes y las leyes protegen a todos”, dice Andrea.

Y concluye: “Nadie que te maltrate te quiere, por más que te lo diga, por más que tú quieras creerlo. Una persona que te maltrata no te quiere. Esa persona necesita ayuda y tú también”.

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