Una motoneta circula sobre la avenida 608, en los límites de la Ciudad de México, con dirección a Ecatepec. Luis, nombre ficticio por seguridad, esquiva los automóviles que avanzan lento por el tráfico y la hora: son las 20:04 del 11 de septiembre, va retrasado por 15 minutos para entregar el pedido de un celular robado a su contacto, a quien se le conoce como Aragón.

El lugar que acordaron para intercambiar el smartphone fue en el Metro Plaza Aragón. Horas antes Luis recibió la notificación de su patrón para entregar el aparato. Él sólo “reparte el pedido”, se queda con su parte y el resto va para “quien conectó el bisne”, dice.

“Ya estoy, aguántame, como en 10 minutos ya llego”, le escribe desde WhatsApp al cliente y, aunque no es cierto, lo asegura como otras afirmaciones más: que “el cel lo tenía mi hija”, que “no podía más temprano porque había que recoger a mis chavos”, que “el cargador original no supe dónde quedó, la verdad”. Todo para que ni le pase por la mente al hombre de lentes que el móvil es robado y no del vendedor, ofertado como de segunda mano.

La noche cae mientras Luis, de 21 años, corre a alta velocidad por avenida Central de regreso a Tepito, ya con poco tránsito en la zona. El encargo se hizo; lleva en su mariconera 5 mil 800 pesos y 300 le corresponden a él.

En el recorrido detalla cómo se maneja el negocio de la venta de celulares robados. En el Eje 1 Norte, a partir de la calle de Argentina hasta llegar al Metro Tepito, varios presuntos comerciantes se ponen a ofrecer micas para celulares, protectores, reparaciones o cargadores genéricos y de marca. “Son alrededor de 20 personas las que se dedican a eso, de entre siete, ocho puestos”, dice.

“Haz de cuenta que ellos sólo le invierten a las tarjetas [de oferta]; no invierten pa’ ni madres en las micas y protectores. Sólo se dedican a tarjetear, a ofrecer que se reparan o se desbloquean celulares; y si caen, las jalan adentro, dizque al local, y ahí les sacan sus teléfonos, dinero,  todo lo que traigan; a la mayoría los amenazan, los intimidan y a otros sí les sacan la fusca. Luego los escoltan al Metro para que no digan nada”, narra.

Luis platica que los policías saben del negocio; “ora sí que a los comandantes les pasan su comisión: celulares que hayan robado para que no hagan pedo”, relata.

Una vez que se tienen los aparatos, continúa el joven de 21 años, los trabajadores flexean los smartphones y los iPhone. “Hay un chavo ahí que sabe liberar los iPhone, tomó un curso para aprender, pagó 60 mil pesos, pero pues él saca por cada celular 6 mil, 8 mil pesos y le llevan varios en un día; sí saca un buen varo”. De hecho, asegura que es más fácil desbloquear los móviles con sistema operativo Android. “Hasta con los tutoriales de YouTube, con esos”.

A los aparatos les consigue cargador y se comienzan a ofrecer como de segunda mano en varias páginas de compra-venta en las redes sociales, particularmente en Facebook. De este modo los clientes entablan el contacto con los asaltantes y acuerdan el sitio que más les convenga a ambas partes para hacer el intercambio.

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