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Antes de que la audiencia de vinculación a proceso del padre Francisco Javier iniciará, poco más de 150 parroquianos de la iglesia Cristo Salvador, se manifestaron afuera de la sala exigiendo la libertad inmediata del imputado; con pancartas y mantas, los fieles aseguraban que el religioso es inocente y pidieron a la procuraduría capitalina no fabricar culpables.

En su mayoría los protestantes eran mujeres y adultos de la tercera edad, con cirios, veladoras e imágenes religiosas; minutos antes de que la audiencia empezara, rezaron. Entre lágrimas, algunos pedían que no se castigará de esa manera al padre Francisco Javier, a quien calificaron como una persona honorable, respetable y que por años se sacrificó en beneficio de la comunidad.

“A él lo conozco de años, no es posible que pudiera hacer eso que dicen. No sé por qué lo culparon, pero por eso estamos aquí, vamos a rezar por él, vamos a rezar por las autoridades para que Dios los ilumine y hagan su trabajo bien, que no metan a un inocente a la cárcel”, explicó doña Margarita mientras se limpiaba las lágrimas y sostenía un cirio pascual.

Otros de los asistentes se mostraron más renuentes con los medios de comunicación, “no les digan nada, no hablen con ellos. Nosotros sabemos que el padre Francisco es inocente, Dios lo sabe y eso es suficiente, la justicia al igual que los medios no son confiables”, gritaba uno de los organizadores en un altavoz para luego pedir elevar plegarias para la liberación del párroco, presunto asesino de Leonardo Avendaño.

Conforme las horas pasaban, los seguidores del párroco se daban cita en ese lugar, “es increíble eso que está viviendo el padre, yo puedo testificar por él, a mí me consta que es un hombre de bien, a mí me preparó para el sacerdocio, todos lo conocemos y sabemos que es inocente, lo están culpando sólo para dar resultados, él no pudo haber sido”, expuso rápidamente un manifestante, quien dijo responder al nombre de Gerardo para luego retirarse.

Los rezos y las alabanzas no cesaron durante las siete horas de audiencia. “Cristo está contigo, nosotros estamos contigo, Dios está contigo”, se escuchaba afuera de la sala.

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