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En la Ciudad de México sólo sobreviven dos albergues para damnificados del sismo. Uno de ellos se llama Hogar CDMX, está en la colonia Buenavista y originalmente ofrece estancia para aquellas personas que sufrieron abusos, fueron reclusos o estuvieron en situación de calle.

El 19 de septiembre pasado este albergue abrió sus puertas para todos los damnificados del terremoto; su población tope esas primeras noches después de la emergencia fue de 54 personas. Hoy, a más de 120 días de aquél terremoto de magnitud 7.1, Hogar CDMX arropa aún a 14 personas afectadas.

“Aquí es como un hotelito y las atenciones de la gente me hacen sentir hasta importante, con tanta amabilidad”. José Arzamendi y su madre pasan la mayoría del tiempo en este lugar; sólo salen a consultas médicas y a checar el estado de su departamento, ubicado en el Multifamiliar de Tlalpan.

José baja diario, a las ocho de la mañana, por el desayuno y también por la comida a las dos de la tarde. Los jueves, José va al patio y participa en el taller de habilidades sociales que ofrecen en el albergue.

Hogar CDMX está a punto de cumplir un año de haberse inaugurado. Antes, mucho antes, fue un hotel donde se prostituía a menores de edad. La fachada del albergue tiene una flor de loto y la entrada está protegida por una mujer policía.

Para entrar a ese albergue y vivir ahí, los beneficiarios deben demostrar que desean ser personas que cumplan un rol en la sociedad, a través del trabajo o del estudio.

El historial de los habitantes va desde abuso de drogas, delincuencia y situación de calle.

Una vez adentro el lugar te des-lumbra con el color rosa que hay en todas sus puertas y en los letreros de cada habitación. Primero, del lado izquierdo, está la oficina de la licenciada Angélica Sánchez, la encargada del albergue; a la derecha, las instalaciones de trabajo social, la cocina, los baños y el servicio médico.

Después están, en hilera, las 47 recámaras dobles: con una litera, su baño propio y un pequeño clóset. Cada uno de los cuartos tiene el nombre de una flor.

En la que duermen José y su madre es “Azalea”, arbusto que florece durante la primavera y cuyos pétalos son rosáceos, como las puertas de cada habitación.

La primera noche fuera de su departamento, José y su madre durmieron en el piso de una escuela primaria. La segunda noche, un doctor los trasladó al albergue Hogar CDMX. No sólo les dieron una cama, también “nos dan las tres comidas; comida muy buena. Mi mamá es diabética, yo diría un catálogo de enfermedades, pero desde que estamos aquí ella no ha tenido problemas con la glucosa”, cuenta José.

José es originario de Sinaloa. Su trabajo es comercializar el camarón que transporta desde su tierra hasta la Ciudad de México, pero desde el sismo no tiene trabajo.

Su madre acumuló 61 años en su departamento en el quinto piso del 4C. Ahí vivió con sus padres, se casó, tuvo sus hijos y cuidó a sus nietas.

El 19 se septiembre José estaba fuera del departamento, “salí a las ocho de la mañana pero a la 1:14 de la tarde mi vida cambió. Yo estaba trabajando en la calle pero se vino el temblor. De los 10 edificios de la unidad se desplomó el 1C, donde se murió mi sobrinita Jimena. Una niña muy querida. Su muerte me cambió la vida, antes la veía muy feliz”.

Y aunque su edificio quedó intacto y el pasado día 28 de diciembre las autoridades le dijeron que estaba en buenas condiciones, no regresarán hasta tener la seguridad de que el edificio no se caerá.

La encargada del albergue asegura que no hay fecha límite para que los damnificados sigan en este lugar.

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