Esta semana, el Comité Internacional de la Cruz Roja advirtió que Siria vive la peor escalada de violencia desde la batalla por Alepo hace un año. Lo señalo porque a veces, en determinados medios, es ya común leer que la guerra siria está llegando a su final. Ahora mismo, con la caída de la autodenominada “capital” del “Estado Islámico”, Raqqa, hay voces que tienden a relatar ese acontecimiento como el final de la historia. Y claro, el hecho de que ISIS esté perdiendo el vasto territorio que llegó a controlar, es algo que disminuye notablemente la capacidad de daño de una agrupación que llegó a ser quizás la organización terrorista más rica y con mayor poder en toda la historia. Sin embargo, es igualmente importante primero, comprender que ISIS emerge de condiciones muy específicas que no se han resuelto; y segundo, considerar la evolución de esa organización hasta convertirse en una red que opera hoy de múltiples formas, con múltiples facetas, en 28 países diferentes, entretejiendo sus propias circunstancias con las circunstancias locales de cada uno de esos otros rincones del planeta.

En efecto, aunque la historia de ISIS adquiere reflectores apenas a partir del 2014 cuando esa agrupación conquista amplias porciones de territorio en Siria e Irak, no se trata de una organización “nueva”. Eso que hoy conocemos como “Estado Islámico” es la evolución de un grupo que Abu Musab al-Zarqawi forma en Afganistán en el 2000, el cual se traslada a Irak, combate contra la intervención estadounidense del 2003 y se afilia a la red de Al Qaeda en 2004. En esa guerra entre la rama iraquí de Al Qaeda (AQI) y EU del 2004 al 2011, Washington liquida a casi todo el liderazgo de la agrupación y estuvo cerca de terminar con ella. Pero el grupo sobrevive. Es ese el punto en el que comienza a aparecer dentro de su liderazgo un sector de antiguos oficiales iraquíes, exmiembros del antiguo partido Baath de Saddam Hussein, quienes habían sido retirados de sus posiciones cuando el ejército iraquí fue desmantelado en 2003. Muy mermado por su lucha contra Washington, a partir del 2012, ese mismo grupo encuentra una oportunidad para recuperar fuerza penetrando la guerra civil que estaba teniendo lugar en el país vecino de Siria. En ese momento deja de llamarse ISI (Estado Islámico de Irak) para agregar la S de Siria a su nombre. Tras una fuerte disputa con Al Qaeda, ISIS desconoce su autoridad, se separa de aquella red y comienza a tejer la suya propia. El ISIS actual, en otras palabras, es un subproducto del conflicto y la inestabilidad, primero, en Irak, luego en Siria, y posteriormente, en otros sitios del globo. La investigación muestra que las organizaciones terroristas se nutren y fortalecen en entornos de conflicto armado, de violencia perpetrada por los gobiernos, de violaciones a derechos humanos, así como de la existencia de redes criminales, entre otros factores relacionados (GTI, 2015; 2016).

Por tanto, el estado presente de la guerra siria sí importa para entender qué puede pasar tanto con ISIS como con otras agrupaciones terroristas. Las circunstancias actuales de dicha guerra podrían resumirse así: (1) La intervención directa de Rusia volteó las cartas de las hostilidades a favor de su aliado, el presidente Assad, permitiéndole recuperar una buena parte del territorio perdido y, sobre todo, la iniciativa en los enfrentamientos; (2) Adicionalmente, una confluencia de intereses entre Moscú e Irán (aliados de Assad) con Turquía (uno de los patrocinadores de la rebelión) ha permitido desescalar los choques en determinadas zonas del país; (3) Sin embargo, en la guerra siria intervienen muchos actores que se niegan a dejar las armas, entre los que se encuentra la filial de Al Qaeda, ahora coaligada con otras milicias. Además de ellos, está una milicia mayoritariamente de kurdos, armada y financiada por Estados Unidos para combatir a ISIS, llamada las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). Esa es precisamente la milicia que consigue arrebatar a ISIS su “capital”. Las FDS ya han tenido choques con las fuerzas leales a Assad y ahora habrá que ver si surgen nuevos enfrentamientos de ese tipo una vez que Raqqa ha sido ocupada por estas fuerzas y no por Assad; (4) Por ende, las zonas de desescalamiento acordadas por Rusia, Irán y Turquía, solo han funcionado de manera limitada. De hecho, como indica la Cruz Roja, la violencia está volviendo a crecer a sus peores niveles en un año; (5) Estos factores, indican que, por lo pronto, Siria no ofrece un panorama de estabilidad; por el contrario, el conflicto armado persistirá por un buen tiempo; y (6) Aún en el caso de que, como es de esperarse, Assad y sus aliados sigan prevaleciendo, es importante considerar que los motores que dieron origen a la rebelión, siguen todos ahí. Ese régimen antidemocrático contra el que muchos ciudadanos originalmente se levantaron, sigue vivo después de todos estos años de lucha y muerte.

Esa suma combinada de elementos es un caldo de cultivo ideal para que los grupos terroristas como ISIS encuentren cómo seguir reclutando combatientes y sobrevivan. Lo que vive ISIS, entonces, es una transición. La organización, en sus centros de operativos (Siria e Irak) regresa a ser lo que era antes del 2011, un grupo terrorista sin territorios y actuando como guerrilla, desde la clandestinidad. Salvo que su red es hoy mucho más fuerte que en aquél entonces. Es decir, tanto en Siria como en Irak, debido a la pérdida de territorio, combatientes y recursos, las operaciones de esa organización ya han disminuido, pero están lejos de ceder. Sus decenas de ataques en esos dos países hoy son menos en cantidad, pero probablemente, aprovechando la inestabilidad que sigue existiendo en la región, tenderán eventualmente a recuperar algún grado de crecimiento. Además de ello, las operaciones de la red continúan a través de filiales (ubicadas en países como Afganistán, Egipto, Nigeria, Yemen, o Filipinas, entre muchos más), a través de células que la organización ha instalado en sitios como Europa, y a través de militantes reclutados y monitoreados a distancia. Todo eso sin mencionar las decenas de ataques cometidos por lobos solitarios inspirados por la agrupación y su eficaz propaganda en redes sociales e Internet.

Ese mapa revela un gran número de tareas que diversos gobiernos y organismos internacionales debieran cumplir, si es que la lucha contra esa red jihadista es considerada con seriedad. De todas esas tareas, sin embargo, el primer paso consiste en la pacificación y estabilización de dos países clave: Siria e Irak, lo que no se logra únicamente apagando los fuegos, sino resolviendo los conflictos desde su raíz. No se trata de objetivos simples, por supuesto, pero mientras no sean alcanzados, las organizaciones como ISIS siempre tendrán formas de recuperarse y resurgir, ya sea usando su mismo nombre o bien, algún otro que se ponga más de moda en su momento.


Twitter: @maurimm

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