Morelia, Michoacán.- Esmeralda es ama de casa, trabajadora doméstica y se hace cargo de sus cinco hijos que están en edad escolar, de 14, 11, 8 y, dos gemelos de cinco años de edad. Es originaria de la ciudad de Morelia y dice que en ella no está el rendirse.

La mujer de 38 años de edad, lucha sola contra la pobreza en la que se encuentra y también contra el poco trabajo que hay por la pandemia de coronavirus.

Por si fuera poco, sus cinco hijos enfermaron de dengue. Pero, con todo eso, Esmeralda los ha sacado adelante y no ha permitido que dejen de tomar sus clases.

Con un solo teléfono celular y los libros de texto, la mujer que sufrió hace años la muerte de su esposo, ha hecho que sus pequeños y el adolescente, tomen sus clases a distancia.

Esmeralda, cuenta, que desde el pasado 24 de agosto que inició el ciclo 2020-2021, se ha tenido “partir en muchos cachitos” para ayudar a sus hijos con lo académico.

“No puedo rendirme; por ellos debo hacer lo mejor”
“No puedo rendirme; por ellos debo hacer lo mejor”

Las primeras horas del día atestiguan el despertar de esta madre que tiene que levantarse temprano para dejar el desayuno y la comida hechos, para sus hijos.

Lunes, miércoles y viernes, hace la limpieza en una casa particular y los otros cuatro días de la semana, vende ropa usada en los tianguis.

El regreso a casa después de su jornada laboral no es menos ajetreado: llega a servir de comer, a limpiar su casa y principalmente a involucrarse en lo académico de sus hijos.

“Los maestros me envían las tareas y yo me encargo de explicarle a los niños y ayudarlos; lo que no entienden, pues lo investigamos”, dice Esmeralda.

En la orilla de la cama atiende a los gemelos; en una modesta mesita al niño y a la niña de 8 y 11 años de edad, respectivamente; en el comedor, al adolescente de secundaria.

Cuenta que debido al ciclo escolar a distancia, se vio obligada a contratar un servicio de internet, lo cual es un gasto adicional que golpea más su ya de por sí limitada economía.

Para Esmeralda, ha sido más difícil aún, ser quien tenga que enseñar en casa a sus hijos lo que los docentes no hacen, pues revela que ella no estudio lo suficiente para ello.

“No puedo rendirme; por ellos debo hacer lo mejor”
“No puedo rendirme; por ellos debo hacer lo mejor”

Reitera que su teléfono celular, es la única herramienta tecnológica con la que sus hijos y ella se respaldan para investigar y hacer las tareas, incluso, algunas de ellas en video.

La madre de familia afirma que debido a sus carencias, el único que puede tomar sus clases en línea es su hijo de 14 años de edad que estudia la secundaria.

Debido a que no tiene más televisores, los otros cuatro, narra, sus estudios se basan solamente en lo que los profesores les mandan vía mensajes de WhattsApp.

Mientras recorre cada uno de los espacios de la casa de cartón en la que vive, asentada en un terreno prestado, Esmeralda confiesa que es de mucho estrés su situación.

“Es como hacer uno en varios pedazos, para poder cubrir lo que ellos (sus hijos) necesitan: alimentarse, estudiar, lo de aquí de la casa y atenderlos”, describe.

Esmeralda, reconoce que a veces siente mucho cansancio físico y emocional, pues este ciclo escolar triplicó sus labores, responsabilidades y las necesidades de sus hijos.

“Pero no está en mí eso de rendirme o de decir: ‘No puedo’… Entonces, día a día lo que busco es hacer lo mejor que puedo por ellos”, sostiene enfática la mujer.

El ama de casa, reitera que su motor son sus hijos y que por eso, al final del día, la llena de tranquilidad saber que hizo lo estuvo en ella y pudo, para acabar mejor cada día.

Acepta que su principal preocupación es cómo le va a hacer al día siguiente para cubrir las necesidades de sus hijos y atenderlos.

“Pero de lo que sí estoy segura, es que acabarán su escuela, comerán y ahí estaré para apoyarlos en todo lo que pueda”, señala la madre de familia.

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