Monterrey.— Maestros que gozan de prestigio y alumnos de excelencia aparecen entre los agresores sexuales denunciados ante el Centro de Reconocimiento a la Dignidad Humana (CRDH), creado por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (ITESM) para atender los casos de acoso contra alumnas.

Sin embargo, a pesar de contar con este órgano, no cuenta con presupuesto suficiente ni personal necesario para atender e investigar las denuncias, además de que hay una mala aplicación del protocolo que revictimiza a las jóvenes, lo que hace que en muchos casos se desistan, caigan en depresión o hasta intenten suicidio.

“En el Tec tenemos casos de profesores emblemáticos como el de Felipe Montes, dado de baja el semestre pasado por señalamientos de acoso; pero también hay decanos y alumnos promedio y de excelencia graduados con honores. El desenlace que tuvo el caso Montes no terminó con el problema, sólo destapamos todo un mundo de agresores”, asegura Angie Maldonado, egresada de Ciencia Política.

Angie, Nicole Lucero Velázquez Mardones y otras nueve egresadas, el pasado 25 de mayo protestaron durante su ceremonia de graduación exhibiendo carteles en su espalda con la leyenda: “No están solas. Acoso en la U [en referencia a la UANL], en el Tec también”, para exigir un alto a la violencia sexual. Angie y Nicole forman parte del colectivo Feministas del Tec y aunque reconocen que no han sido víctimas de acoso, afirman que han recibido decenas de testimonios y quejas de alumnas del instituto que al denunciar en el CRDH son desestimadas. Afirman que a las autoridades del Tec han quedado a deber al abordar los casos de acoso, pues no se está acompañando a las víctimas.

“Lanzamos un sondeo entre alumnas que lo habían utilizado y resultó que no se les ofrece apoyo sicológico, asesoría legal, ni medidas de seguridad específicas”, afirma Angie.

“Las autoridades del Tec argumentaron que no hay presupuesto para implementar el protocolo, ni para operar el CRDH, que tiene dos personas para cientos de casos a nivel nacional y el protocolo está enfocado en sancionar al agresor y no en la salud de la víctima”, indica.

Con base en los testimonios de víctimas, explica Nicole, al ser tratadas por una psicóloga del CRDH, las denunciantes no se sienten en confianza porque las revictimizan con preguntas incómodas que las hacen sentir culpables. “El anonimato no está garantizado y eso es traumático, intimidante para las chicas que deben contar su historia delante de su agresor. Obviamente ya no siguen con el caso; es lo que ha pasado con muchas alumnas”, dice.

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