Tala.— Charly es un pitbull de ocho años, blanco, de caminar pausado y mirada tranquila, muy lejano al estereotipo del perro agresivo que recae sobre su raza. Durante los dos primeros años de su vida fue un animal maltratado, hasta que su actual dueño lo rescató y comenzó a entrenarlo para ser un perro de terapia.

Hoy, Charly y Alberto Jiménez, su dueño, forman parte de Patitas de Ayuda, asociación que acude a asilos o centros de rehabilitación para dar terapia con perros.

Charly entrena con sus compañeras Valentina (san bernardo), Perla (golden) y la Gorda (criolla), en Patitas Club Canino, un predio campestre de 10 hectáreas ubicado en el municipio de Tala, Jalisco, abierto hace 10 años por Gloria Zepeda del Río, oncóloga originaria de Texas quien decidió venir a México para dedicarse a esto.

“Vivía en Texas, los animales y los perros son mi pasión, allá participaba en rescate y protección, tenía un albergue y una escuela; aquí empecé también con el albergue y la escuela, pero en 2009 iniciamos con el programa de perros de terapia y participamos en el CRIT (Centro de Rehabilitación Integral Teletón)”, señala a un lado del río donde varios perros chapotean.

Para ellos. Este sitio, localizado en las orillas del bosque La Primavera, a unos 40 kilómetros de Guadalajara, es un santuario para los canes, donde pueden correr, nadar, jugar con sus dueños o socializar con otros perros.

“Lo que recomendamos para venir es que los perros tengan sus vacunas al día y estén sanos; si es la primera vez que vienen observamos cómo se comporta el perro y les damos algunas recomendaciones a los dueños de qué hacer para que sus perros empiecen a socializar con otros”, dice Armando Dueñas, administrador del lugar.

Además de ser un hotel para canes, aquí pueden recibir adiestramiento como perros de guardia, de pastoreo, entrenamiento básico, agility o para ser perros de terapia, pero lo importante es generar un vínculo con sus dueños.

Ese vínculo, coinciden los entrenadores, es fundamental: “Antes de comprar o adoptar un perro es necesario entender que serás responsable de la vida de otro ser”, señala Gloria Zepeda.

Sasha (pastor holandés), la perra de Armando, tiene la habilidad de saltar cercas, trepar árboles, evitar que la gente le pise las patas en lugares concurridos o colgarse sobre el cuello de su dueño como si fuera un abrigo; la comunicación entre ambos es fluida y efectiva.

“Hay que ponerse en el lugar del perro sin antropomorfizarlo, ellos son rutinarios, y respetar esa rutina les ayuda, uno puede adaptar su tiempo o modificar sus rutinas para poder respetar las de ellos; si dejas de sacar a tu perro a pasear una semana y luego lo llevas al mar eso no lo compensa”, señala mientras Sasha va y viene saltando la reja que delimita el área de agility, una especie de parque de diversiones para los canes.

Para Gloria, la falta de conciencia sobre el respeto a los animales y las deficientes políticas públicas de protección, control y cuidado, provocan que el abandono de perros sea constante: “Deberían hacerse campañas de esterilización masiva, educar a la gente joven en el respeto a todos los seres vivos, controlar las poblaciones de mascotas con permisos para crianza y revisar los albergues, que son más bien centros de acumulación”.

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