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Torreón, Coah.- Hace dos años, siete jóvenes —seis coras y una huichol— salieron por primera vez de la sierra del Nayar, en Nayarit. No conocían los grandes edificios, un estadio de futbol ni el bullicio de una ciudad. Más bien vivían destinados a trabajar en el campo como sus padres y los padres de sus padres: entre cultivos de maíz, frijol y calabaza.

Hoy, Maribel, Jessica, Lucio, Misael, Hermín, Abraham y Fausto, sueñan con construir casas, defender las tierras de los campesinos o llevar la contaduría de alguna empresa.

En 2017, Angélica Cordero, abogada de profesión, apoyaba a la asociación civil Las huellas de fray Pascual en el proceso de una pequeña herencia de unas casitas. La organización maneja un albergue en la sierra del Nayar que ayuda en la educación y desarrollo social de jóvenes indígenas coras, huicholes, tepehuanos y mexicaneros.

Sin embargo, el nivel de estudios máximo es la secundaria.

“Salen de secundaria y truncan los estudios. Se acaba el sueño. No todos pueden salir y lo que les queda es regresar a casa y trabajar en el campo”, comenta Angélica, quien al conocer las historias, se propuso ayudar.

Ella creó la asociación civil Mua’tery, en Torreón, y logró que enviaran del albergue, en la sierra, a cinco estudiantes hombres y a dos mujeres. Los hombres llegaron a una de las casas que le dejaron a la asociación; una pequeña vivienda en el centro de Torreón de unos 70 metros cuadrados. A las dos niñas las hospeda la mamá de Angélica.

La organización también logró que los jóvenes fueran becados 100% por la Universidad Autónoma de La Laguna (UAL) para estudiar la preparatoria en 2017. Se graduaron el semestre pasado y la UAL mantuvo sus becas para estudiar una carrera que apenas iniciaron en agosto. “Gran parte del éxito es el apoyo de la universidad”, dice.

Los jóvenes

Maribel (16 años) eligió Sicología; Lucio (21) y Jessica (16), Derecho; Misael (16) entró a Ingeniería en Sistema Automotriz; Hermín (19) quiere ser arquitecto; Abraham (18), contador, y Fausto (18) está estudiando Administración de Empresas. Hermín cuenta que en su pueblo las casas no están bien hechas, muchas son de lámina y quiere ayudar a resolver esas problemáticas. Su vivienda en la sierra es de adobe.

Talentos. De la sierra del Nayar a cumplir sus sueños
Talentos. De la sierra del Nayar a cumplir sus sueños

Los siete jóvenes estudiaban en el albergue de Las huellas de fray Pascual, situado en un ranchito llamado Mesa del Nayar. Allí había otros 100 estudiantes que duermen en el lugar en la semana. Para regresar a ver a sus papás, normalmente tres veces al año, los siete jóvenes tenían que caminar desde cuatro horas hasta un día, dependiendo de las condiciones del terreno.

“Estamos acostumbrados a caminar”, platica Abraham.

Por eso, cuando recuerdan los tiempos que hacían para ir de su comunidad al albergue donde estaba la escuela, les da risa tener que levantarse a las 5:30 de la mañana para trasladarse desde el centro de Torreón hasta la Universidad Autónoma de La Laguna.

Ninguno de ellos pensó que tendría la oportunidad de seguir sus estudios. Fueron elegidos por la asociación por sus calificaciones y buena conducta.

“Sentí emoción, adrenalina, no me lo esperaba”, recuerda Lucio. “Nunca había salido”, cuenta Hermín. “Me dieron ganas de seguir adelante, de que nos dieran la oportunidad para seguir estudiando”, relata Fausto. “Muy contenta, nunca me imaginé que iba a estar hasta acá, nunca había salido del ranchito”, menciona Maribel. Cuando arribaron a Torreón —recuerdan— sintieron el golpe de calor, tanto que algunos como Abraham dicen que extrañan el frío. Pero ya se hicieron fans de las gorditas, carne asada y los tacos al pastor. Angélica Cordero recuerda que los mandaron “a la buena de Dios”.

“Fui por ellos al camión. Cuando se bajaron los vi tan indefensos, tan escurridizos, con miedo. Llegaron algunos de 13 años. No sabían a lo que venían ni cómo, ni nada, sólo sus ganas de superarse”, relata la abogada.

El equipaje de los jóvenes eran apenas unos morrales con uno o dos cambios de ropa. Pero en el rostro venía dibujado también las ganas de seguir soñando.

Los estudiantes también aseguran que sus padres siempre quisieron que salieran adelante, que mantuvieran los estudios. “Sólo nos dijeron que nos cuidáramos y así nos venimos. Nuestros padres no tienen recursos económicos”, dice Lucio.

En dos años, sólo han vuelto dos veces a su comunidad, en las dos navidades pasadas. Regresar a la sierra del Nayar significa un viaje de 14 horas hasta Tepic, después cuatro horas hasta la sierra, y un día hasta su comunidad.

Mano de ayuda

A la fecha, los jóvenes se mantienen de apoyos y donaciones que le hacen llegar a la asociación que creó Angélica.

Ella les consiguió ropa y zapatos, pues llegaron en huaraches. “Los sostenemos con la buena de Dios, no hay un apoyo fijo”, reconoce.

Tiene personas que le regalan alimentos, alguna señora que le regala la comida del día, otro que regala jamón, alguna otra lleva leche.

“Con donaciones, la gente fue y es generosa”, comenta la abogada.

Sin embargo, quien quiera apoyarlos puede comunicarse, vía Facebook, a la página Mua’tery A.C.

“Siempre falta apoyo, no sólo de dinero o alimentos, también alguien que les dé clases, por ejemplo, de inglés, manualidades”, añade.

Angélica agrega que son jóvenes sanos y nobles, “tan limpios de alma”, describe. Además, presume que salvo dos chicos que faltaron a clases por alguna enfermedad, ninguno ha faltado ningún día desde que llegaron. “Tienen muchas ganas de salir adelante”, asegura la mujer.

Cuando pregunto a los jóvenes qué desean hacer después de terminar sus estudios, todos contestan que tienen pensado quedarse un tiempo y trabajar en Torreón, pero también todos desean regresar algún día a Tepic.

“Primero trabajo aquí, luego me regreso”, adelanta Jessica y así todos iguales, con ganas de seguir estudiando y entrar a trabajar.

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