“Aunque ha temblado en otras ocasiones en Chetumal, siempre me habían parecido imperceptibles los movimientos. Pero anoche el vaivén de varias lámparas y muebles ligeros me hicieron recordar la pesadilla de septiembre de 1985, cuando viví el peor temblor de mi vida”, cuenta Mario Vargas, profesor universitario.

“No había comparación, pero el instinto de supervivencia se dispara con las malas referencias pasadas. No sé si fue mi imaginación, pero se escuchaba un ruido como de un vehículo pesado. Tal vez fue el acomodo de la tierra. No sería nada extraño que las cavernas y suelo cálcareo se hayan reacomodado, removido o facturado”, dice a EL UNIVERSAL.

Al menos, señala, cree que eso pasó nuevamente en la avenida Álvaro Obregón y Francisco I. Madero y también en Othón P. Blanco, entre Madero y Zapata, de la ciudad.

“Luego de que pasó el susto, hablé con varios amigos en Chetumal, Mérida y Playa del Carmen para comprobar si también lo habían sentido. Y la respuesta afirmativa coincidió. Había estupor e incredulidad, en la mayoría. Pero a la larga, creo que era miedo”, afirma.

Amenaza de tsumani. El académico explica que en menos de media hora, el susto se volvió más fuerte, pues para ese entonces la población ya sabía la escala del movimiento telúrico, con epicentro marino: “Hizo que la adrenalina volviera a dispararse porque el miedo colectivo se reflejaba en las redes sociales al augurarse la formación de un posible tsunami”.

“Mientras más lejos estaban de la costa, los cibernautas, más temor existía en sus mensajes o en sus preguntas, pues no tenían idea, o quizás sí, de lo que significaba un temblor de magnitud de 7.8 grados en la escala de Richter”, afirma.

Asegura que vivir en la zona baja de la ciudad genera muchos temores ante los huracanes, pero, nunca había imaginado que podría ser más arriesgado ante un tsunami

“Amigos que viven en la zona costera de Xcalak, también confirmaron haber sentido fuerte el impacto del temblor. “Me dijeron con resignación que la península donde ellos viven sería la primera en recibir el tsunami, en caso de que fuera verdad, y que serviría como dique de contención que impediría mayores efectos en Chetumal”.

Mario Vargas añade: “Esa versión me creó sentimientos encontrados. Afortunadamente, la información de autoridades y expertos permitió que la adrenalina bajara tanto como la posibilidad de un tsunami de 30 centímetros. De todas formas, la memoria me impedía dormir. Ya no era el susto, sino un mal recuerdo”.

Otras impresiones. Alberto Barrios comenta que descansaba, cuando sintió cómo se estremecía el suelo, acompañado de un ruido inusual, intenso, como si una aplanadora estuviera pasando.

“Extrañado, salí a la calle. Me encontré a vecinos y policías, también alterados, preguntándonos que habría pasado”. Minutos después, su WhatsApp estaba inundado de mensajes: “¿¡Qué, un terremoto!?, ¿En Chetumal?, imposible”.

“Pues sí, un sismo que nos estremeció mentalmente porque jamás lo hubiésemos imaginado. Y para colmo, ¡alerta de tsunami! Ya para esa hora queríamos subirnos a la planta alta de la casa. Afortunadamente pudimos tranquilizarnos, aunque fue difícil conciliar el sueño”.

No es ni el primero, ni el único temblor que se ha sentido en Quintana Roo; sin embargo, ninguno tan fuerte como el ocurrido la noche del martes en Honduras, que hace pensar y replantear que la Península de Yucatán no es una zona totalmente asísmica, asegura el cronista de Chetumal, Fabián Herrera Manzanilla.

“De hecho, existen registros de un fuerte temblor trepidatorio que causó alarma entre los dos mil 500 habitantes de la antigua Payo Obispo, hoy Chetumal, la noche del 27 de julio de 1931; afortunadamente sólo ocasionó miedo y temor a los payobispenses, mas no hubo daño ni desgracia que lamentar, como ocurrió este 9 de enero de 2018”.

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