Reynosa, Tamps.— Cortes de cabellera, piruetas, pierrotazos, ganchos al hígado... el rostro de Juan Barrera se ilumina al recordar lo que pasaba en un ring al que luchadores y boxeadores tuvieron que ceder el paso al polvo tras la pandemia ocasionada por el Covid-19.

Este promotor, de 80 años, observa con nostalgia las gradas que él construyó y que cada domingo lucían abarrotadas de espectadores que entre gritos animaban a los grandes personajes del pancracio local y nacional.

Hoy, la Arena Juba se encuentra vacía y solo los posters y fotografías en sus paredes dan cuenta de que Reynosa ha sido casa no sólo de grandes luchadores, sino también de boxeadores.

“Con la pandemia ya no se pudieron hacer las funciones de lucha libre, teníamos la esperanza de que esto pasara pronto y que todo regresara a la normalidad, pero no fue así, se canceló todo y claro, tuvimos muchas pérdidas”, asegura Juan Barrera.

Asimismo, asegura que el golpe no sólo fue en términos económicos, pues algunos luchadores locales perdieron la vida a causa del coronavirus.

“Tuvimos bajas también por la enfermedad, es algo que no se pudo evitar porque la pandemia nos cambió la vida a todos”, dice.

Gancho al hígado

Barrera recuerda con orgullo que inició su carrera como promotor, al patrocinar a Javier Calderón, quien en 1992 consiguió un boleto para los Juegos Olímpicos de Barcelona, España.

“No consiguió medalla, pero con el solo hecho de ir a las Olimpiadas lo convirtió en un ídolo en Reynosa. Buscamos hacerlo crecer y fue cuando me involucré con José Sulaimán, del Consejo Mundial de Boxeo, quien nos dijo lo que necesitábamos para promover el deporte y para promocionar a los boxeadores”, añade.

Y aunque asegura que en Reynosa al boxeo no lo eliminó la pandemia, sí lo hizo la comisión de este deporte que no los dejó crecer: “Sabían mucho, yo quise traer peleas de mayor envergadura para que Reynosa sonara fuerte en el país”, rememora.

Tercera caída

Barrera asegura que, de continuar las restricciones por la pandemia, la lucha libre morirá definitivamente: “Inicié en la lucha en 1996, vi que había más movimiento en este deporte y que a los aficionados les gustaba y estaban dispuestos a pagar por ser testigos de buenos encuentros, así nació la empresa Juba”.

Cuenta que en lo personal era una gran satisfacción recibir a las familias en la arena que construyó con gran esfuerzo y donde cada domingo podía observar a los niños correr al ring para imitar las llaves, los vuelos y las caídas de sus grandes ídolos.

“Me da tristeza. Antes de la pandemia esto estaba lleno, era un 30% o 40% de niños, era un espectáculo y ahora vemos esto vacío, y tal vez cuando esto acabe podamos retomar este deporte porque la arena aquí está, tenemos espacio para 3 mil personas; esto estuvo lleno, era un ganar para todos”, agrega.

Además, cuenta que al cerrar, alrededor de 40 trabajadores tuvieron que irse.

“No sólo nos afectó a nosotros como empresarios, también a las familias de los trabajadores que ya no tuvieron ese sueldo, ese ingreso seguro para sus hogares y eso nos da aún más tristeza, porque era imposible sostener esa nómina cuando no tienes entradas”, comenta.

Para finalizar, refiere que la esperanza es lo último que muere, por lo que espera que las restricciones por la pandemia pronto acaben, para que las familias de Reynosa puedan contar con este espacio que, además, genera empleos y activa la economía de la ciudad.

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