Pachuca.— La conquista de derechos no es ajena para la comunidad de San Ildefonso Chantepec, Hidalgo, sus pobladores han tenido que luchar no sólo contra la discriminación por ser una región hñahñu, también han peleado para ser reconocidos como pueblo indígena o registrar el nombre personal en su idioma.

Hoy exigen su derecho a decidir libremente sobre si quieren o no recibir la vacuna contra el virus del Covid-19. Esta población, donde viven alrededor 10 mil habitantes, se distingue por tener una cosmovisión indígena y estar enclavada en en el corredor industrial más importante de Hidalgo, el Tula-Tepeji.

La comunidad se dio a conocer en 2006, cuando César Cruz y su esposa Marisela Rivas pelearon durante dos años y siete meses para registrar a su hija con el nombre indígena Doni Zänä, que significa Flor de Luna.

Desde entonces, César Cruz señalaba: “No es un capricho, es un derecho”. Han pasado 15 años desde esa lucha y en San Ildefonso Chantepec siguen firmes en que se respeten sus derechos.

Postura ante el Covid-19

La pandemia de Covid-19 desnudó una vez más la desigualdad entre la población. En estas comunidades, dice Cruz, la inmunización no es la solución, puesto que una campaña de vacunación no va a borrar los años de abandono en la salud que la gente ha padecido en la región.

En Hidalgo hay alrededor de 350 mil habitantes indígenas de los grupos hñahñu, tepehuas y nahuas. En las comunidades con población indígena no hay servicios de salud y, en algunos casos, cuentan con sólo una casa como centro médico, pero sin doctores ni medicamentos. En otras hay medicina, pero no médicos.

En San Ildefonso Chantepec, afirma Cruz, “sólo nos podemos enfermar de nueve de la mañana a dos de la tarde”.

Aquí se dedican a tejer el telar, a la música y las artesanías. Al estar ubicados dentro de la zona industrial —a siete kilómetros de Tula y a 10 de Tepeji—también hay obreros.

Cruz dice que en el pueblo la gente no confía en la vacuna, pues muchos recuerdan lo que pasó con la influenza y que, entonces, el biológico originó reacciones adversas. Ahora, el hecho que las dosis son tan recientes les genera mucha desconfianza.

“En algunas personas tienen una reacción negativa, en otras no. Todos los cuerpos son diferentes. En la comunidad algunos decimos que no, en mi persona no estoy de acuerdo”, indica.

Considera que, al igual que él, casi toda la población piensa lo mismo. Algunos no lo dicen por temor a ser estigmatizados, mientras que otros, por temor a perder apoyos federales.

Lo cierto, asevera, es que el gobierno debe respetar su derecho a decidir si se vacunan o no; en caso contrario, sería una violación a los derechos.

La vacuna, dice el gobernador indígena, está bien, pero para estas comunidades no es la solución, es una aspirina en lo que pasa la enfermedad: “Necesitamos atención de calidad y no sólo de momentos”, exige.

Dice que durante la pandemia la gente ha tenido que recurrir a la medicina ancestral, porque, afirma, los que se fueron al hospital están muertos.

Ahora, la gente en San Idelfonso Chantepec se aferra a sus costumbres con las que han sobrevivido de manera ancestral y buscan ganarle al Covid-19, todo bajo sus derechos, asientan.

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