Por problemas técnicos anunciados en el sonido local, el show de Melendi tuvo un pequeño retraso, pero cuando se resolvieron, la energía del español hizo cimbrar esa noche a la Arena Ciudad de México.
“Caminando por la vida” hizo que el público se levantara de su lugar y alzara los brazos.
Y los hizo gritar cuando recordó que en su vida tuvo una chica que le daba amor a cuentagotas, antes de “Violinista en tu tejado”.
“Un placer estar aquí, gracias a Dios llevo subiéndome 20 años a los escenarios y me sigo sorprendiendo así”, dijo durante su primera interacción con los asistentes.
Previo al recital, las pantallas centrales de la Arena mostraron, en medio de un corazón, a parejas, quienes al verse, se besaban felices.
Los asistentes silbaron cuando una chica no hacía caso a su acompañante por estar escribiendo en el celular y carcajearon cuando la cámara traviesa enfocó a dos hombres que sonrieron nerviosos.
Melendi, nacido en Oviedo, España hace 41 años, salió al escenario portando playera gris manga corta, haciendo lucir sus brazos tatuados. Y acompañado de siete músicos, ejecutó un set list cercano a las 20 canciones.
Abajo, entre las filas de sus fans, sobresalían camisetas de la Furia Roja, como se le conoce a la selección de futbol ibérica, pero sobre todo, celulares en alto buscando en ocasiones la selfie de la noche.
“Llueve”, “Desde que estamos juntos”, nominada en su momento al Grammy y “El arrepentido” integraron el repertorio de Melendi.
“La canción que viene es especial para mí, en algún momento de la vida tuve una charla con una persona que ya no está con nosotros, pero me enseñó muchas cosas y esta es una despedida”, explicó para presentar “Sin remitente”.
“¡Melendi, te amo!”, surgido de algunas gargantas masculinas hizo reír a la gente, pero un chico que osó prender un cigarro puso alerta al equipo de seguridad del lugar, que de inmediato acudió para decirle que lo apagara, sin pasar a más.
“El amor es un arte”, “Con sólo una sonrisa”, “Mírame” y “Barbie de extraradio” fueron también interpretadas durante la velada en la que el escenario lo mismo era bañado por luces blancas, rojas que verdes, acorde al momento.
Y el “¡Melendi... Melendi!”, como si fuera un estadio gritándole a su jugador, se oyó varias veces.